Katmandú lucha por su patrimonio
La capital de Nepal busca salvar sus edificios históricos impactados dramáticamente por el terremoto del 25 de abril del 2015.
El templo delante del cual los hippies cantaban sus canciones de “Hare Krishna” ya no existe. Solo ha quedado el zócalo escalonado del Maju Dega.
En otros templos se han introducido vigas en los muros de ladrillo. Alrededor del Taleju, con su techo de pagoda de tres niveles, se ha instalado un andamio. Los muros del Museo Tribhuvan están desconchados y el colgadizo está cubierto de hierba y plantas. Desde el macrosismo de abril del 2015, nadie se ha atrevido a subir a esa parte del edificio. Dos años después, la plaza real Durbar Square todavía muestra las cicatrices de la catástrofe, que van a estar allí durante mucho tiempo más.
“Tras el terremoto, calculamos que la reconstrucción llevaría diez años, pero va a tardar mucho más”, dice Christian Manhart, quien dirige la oficina de la Unesco en Katmandú, situada en un tranquilo callejón sin salida, un oasis en medio del caos vehicular diario.
Impactos destructivos
El terremoto y sus réplicas dañaron más de 750 edificios históricos, de los que 135 quedaron totalmente destruidos. Hasta el momento ha sido restaurado menos del diez por ciento de esos edificios, señala Manhart.
No es por falta de dinero. La comunidad internacional prometió a Nepal, uno de los países más pobres del mundo, más de 4.000 millones de dólares en ayuda. “Build back better” (reconstruir mejor) es el lema que el Gobierno de Nepal lanzó a raíz del desastre. Sin embargo, las cosas no son tan fáciles en este país, tan solo por la extendida burocracia. Los arquitectos tuvieron que sacar a concurso públicamente sus proyectos en Nepal y elegir siempre al ofertante más barato, explica Manhart, aun cuando este careciera de experiencia en la restauración de templos y palacios.
“Las viejas vigas están talladas con suma delicadeza y las figuras tienen expresiones faciales muy finas. Todo esto se pierde si el trabajo de restauración se hace rápido y de forma descuidada”. En marzo del 2016, el Gobierno de Nepal decidió que para la reconstrucción deberían usarse materiales y técnicas de construcción históricos.
Generalmente, las empresas se atienen a esta norma, ya que existe el temor de que los cuatro templos y tres palacios en el valle de Katmandú pierdan su estatus de Patrimonio de la Humanidad.
Flexibilidad en las obras
La Unesco no quiere ser excesivamente doctrinaria, como se puede ver en la estupa de Bodnath, el mayor santuario budista de Nepal. Hace tiempo que las grietas en la base de la cúpula fueron rellenadas con cemento. La estupa otra vez resplandece blanca como la nieve. Y encima de los ojos pintados de Buda brillan otra vez los 13 escalones hacia la iluminación.
Cuando tembló la tierra, los escalones superiores se desprendieron. Se decidió entonces reemplazar toda la estructura de la torre estabilizándola con cuatro soportes de acero. La Unesco no dijo nada. Actualmente, budistas llegados de todas partes del mundo vuelven a dar sus vueltas alrededor de la estupa. En realidad, la afluencia de peregrinos nunca disminuyó, ya que el lugar seguía siendo sagrado, incluso sin la punta dorada. Y es que en Nepal los templos no solo son escenarios para las selfies de los turistas, sino que son lugares importantes en la vida de la gente. Por eso, los nativos son pragmáticos cuando se trata de reconstruir templos y santuarios pequeños. En las obras utilizan hormigón, acero e incluso cerámica para baño.
Para muchos nepalíes, la autenticidad es secundaria. A diferencia de la mayoría de los habitantes de Occidente, lo antiguo no les parece automáticamente más bonito que lo nuevo.