La comarca de los 365 paraísos

06 de Abril de 2014
  • Aguja es una de las 365 islas que forman parte de Guna Yala. Son 95 las habitadas.
  • Los gunas dirigen las islas pobladas y brindan servicio a los turistas.
Texto y fotos: Robert Salazar, para la Revista

Así se conoce a Guna Yala, una jurisdicción ubicada en el caribe panameño. Está conformada por varios islotes y es destino ideal para unas vacaciones de sol y arena blanca.

Amanecer en alguna de las islas de Guna Yala es como estar en el paraíso, si es que a las 06:20 se está sentado sobre la blanca arena mientras se divisa el horizonte. Apenas salen los primeros rayos del Sol y el mar comienza a retomar, un día más, ese color turquesa característico del caribe.

El fresco viento mañanero es capaz de sacudir las hojas de las palmeras mientras se escucha, muy de cerca, el estridente cantar de los talingos, ave característica de la comarca panameña Guna Yala. Los pequeños botes que se adentran en el océano Atlántico ponen su cuota para pintar este paisaje. Esos pescadores, indígenas dueños de una piel tostada por el sol, van en busca de los mariscos que, por la tarde, estarán en la mesa de los turistas que hasta allá llegan procedentes de todas partes del mundo.

Este paraíso, con forma de isla, se llama Aguja. Se encuentra dentro de esta comarca situada al noreste de Panamá. Aglutina 365 islas, de las cuales 49 son habitadas, y la Aguja es la más cercana al territorio continental. Hasta ahí se llega en un bote bimotor que surca el azul océano por cerca de 30 minutos, partiendo desde el embarcadero de Cartí.

Toda una aventura resulta arribar a Guna Yala, solo si se elige la opción más económica, que es por vía terrestre. Son tres horas de viaje desde Ciudad de Panamá y se debe atravesar la selva por una carretera, de dos carriles, considerada toda una “montaña rusa”, debido a que las lomas han formado una ruta de vías empinadas y curvas pronunciadas. Por esa razón, las únicas autorizadas para atravesar ese serpenteante camino son las camionetas de doble tracción. Están prohibidos los buses, furgonetas y automóviles.

En la isla Aguja lidera Juan Places, un guna nativo de 67 años de edad que cuenta que hasta 1998 este territorio se llamaba San Blas y hoy, bajo el nombre de Guna Yala, posee 2.306 km².

Lo gobiernan exclusivamente los gunas, por eso las leyes panameñas no tienen injerencia en esta nacionalidad, sostiene Eclipcio Hernández, otro nativo.

Su autonomía es producto de una conquista que lograron en 1925 ante la Unesco. “Quisimos independizarnos de la República de Panamá. Se hizo el acta de independencia de la República Tule en ese año, porque fue nuestra revolución, ante el maltrato, el desalojo del gobierno a través de los policías coloniales de Panamá. Nos quitaban las cosechas y obligaban a las mujeres a hacer cosas que no querían, las maltrataban, les quitaban el oro”, relata.

Entonces se firmó un tratado en el que Panamá debía garantizar a la comarca seguridad, protección, educación y su autonomía. “Incluso hay un artículo que dice que ningún policía puede estar armado en la comarca Guna Yala, pero ahora lo estamos permitiendo porque nos acecha el narcotráfico”, dice Hernández.

La Policía panameña controla la entrada de los turistas, pero ya adentro todo es seguro, pese a que no haya presencia de uniformados. Los nativos tienen todo bajo control. Además, el temor de peligro queda prácticamente olvidado cuando se pisa cualquiera de las islas, llenas de palmeras y de un piso bañado con cocos que se desprenden de forma natural.

Places afirma que los visitantes siempre se van contentos. “A mí me gusta tratar bien a nuestros turistas para que regresen y la mayoría siempre me dice que volverá. La gente viene a bucear, a ver langostas y el mar es lo que les encanta”, refiere este nativo.

A su criterio, el turismo nacional y extranjero está a la par, pues “llega bastante panameño”, en un mismo número de visitantes de países como Holanda, Italia, Francia, Portugal y Estados Unidos.

Los habitantes de toda la comarca practican el trueque: los hombres viven de la pesca, las mujeres de la costura de molas (vestimenta tradicional) y las familias enteras del turismo, la principal actividad comercial.

A unos quince minutos de esta isla, en canoa, está Wichu Huala, donde hay dos hoteles y varias cabañas; al mismo tiempo pero en otra dirección se ubica la isla El Porvenir, la capital de la comarca y sede del gobernador y del intendente. Ahí también está la única pista de aterrizaje que hasta el 2011 era el único nexo para la llegada y salida de personas, pues ese año se inauguró la serpenteante carretera que atraviesa la selva panameña.

En cualquiera de las islas habitadas hay cabañas que los indígenas ofrecen a los visitantes que buscan pernoctar. Y la gastronomía local no se queda atrás. Los colonos preparan platos a base de frescos mariscos, desde pescados y camarones hasta crustáceos, acompañados de una porción de arroz con coco y salsas.

Debido a la afluencia de extranjeros, los más jóvenes indígenas han debido aprender varias lenguas, entre ellas el inglés, francés, italiano, chino y japonés, para comunicarse con los visitantes.

Del gobierno panameño, los gunas han recibido una clínica ubicada en Wichu Huala y paneles solares que permiten alumbrar las islas solo entre las 18:30 y 23:00.

Luego de eso todo es oscuridad hasta la llegada de un nuevo día, cuando los primeros rayos del Sol empiecen a iluminar las islas y el mar retome, una vez más, ese color turquesa que caracteriza al caribe.

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