La Nicaragua de Mark Twain
Antes de volverse famoso, este escritor estadounidense (1835-1910) atravesó ese país centroamericano de costa a costa, en un viaje que describió con su brillante talento.
El 29 de diciembre de 1866, Samuel Langhorne Clemens, conocido posteriormente con el pseudónimo de Mark Twain, arribó en barco de vapor al puerto de San Juan del Sur, en la costa del Pacífico de Nicaragua, para iniciar su camino por tierra, lago y río hasta la costa atlántica de ese país, en un trayecto llamado la Ruta de Tránsito. Había comenzado el viaje el 15 de diciembre en San Francisco. Su destino final: Nueva York.
Ese cruce era considerado una opción para quienes necesitaban viajar entre la costa este y oeste (o viceversa) de Estados Unidos con el propósito de aprovechar el boom económico del lejano oeste norteamericano en el inicio de la fiebre del oro (Gold Rush).
Clemens tenía 31 años de edad y se dedicaba a publicar reportajes en el periódico Alta California, de San Francisco, muchos de los cuales fueron luego recopilados en el libro Travels with Mr. Brown (Viajes con Mr. Brown).
Mark Twain incluye en ese texto los dos reportajes que realizó sobre tal recorrido, que aprovechaba la estrechez del istmo de Rivas y la navegabilidad del inmenso lago Cocibolca y el río San Juan.
En Nicaragua, el escritor partió desde el puerto de San Juan del Sur. Dedicó tres horas y media a viajar 20 kilómetros en una diligencia que lo depositó en la bahía de La Virgen, en la ribera occidental del lago Cocibolca.
Allí tomó un barco de vapor que lo trasladó 88 kilómetros a la ribera oriental del lago, específicamente al puerto de San Carlos, en donde abordó una pequeña embarcación fluvial de vapor para navegar 193 kilómetros por el río San Juan hasta el puerto nicaragüense de San Juan del Norte, con orillas en la costa del océano Atlántico, habiendo concluido así un cruce que describió como “un divertido resbalón a través del istmo”.
El viaje continuaba en un gran barco hacia Nueva York.
El cruce inolvidable
El escritor publicó en inglés sus reportajes sobre la ruta. En la versión traducida de Luciano Cuadra, Mark Twain detalló el trayecto de la siguiente manera: “Teníamos derecho a escoger la diligencia en que haríamos el viaje de doce millas que hay de San Juan del Sur a La Virgen (…). Nos metimos en una de las más grandes diligencias de un rojo desteñido, tirada por cuatro caballos cholencos. El cochero comenzó de inmediato a sacudirlos y apalearlos, y también a maldecirlos como loco furioso en un inmundo español (…)”.
Mark Twain quedó extasiado por la belleza de las mujeres locales. “Casi doscientas yardas, pasábamos ranchitos con ventas atendidas por muchachas de pelo negrísimo y relampagueantes ojos, que de pie ante las bateas nos miraban pasar en actitudes como de agraciada indolencia, chavalas estas de color de baqueta y vestidas siempre lo mismo: una sola bata suelta de zaraza con estampados chillones, recogida arriba de los pechos y de volante fruncido. Tienen dientes blancos y caras bonitas de sonrisa ganadora”.
“Estas doncellas achocolatadas venden café, té y chocolate; bananos, naranjas, piñas, huevos cocidos, guaro aborrecible, mangos, jícaras labradas y hasta monos, y los precios son tan módicos que, a pesar de órdenes y reconvenciones en contrario, los pasajeros que en el vapor venían en tercera se atiborraron de toda clase de bebidas y comidas”.
La narración continúa: “El camino era suave, plano y sin lodo ni polvo, y el paisaje ameno, aun cuando no llegaba a maravillar. Los cuatrocientos viajeros que éramos, unos a caballo, otros en mulas, y otros más en diligencias tiradas por cuatro mulitas, formábamos la más bizarra, astrosa y extraña comparsa que yo jamás hubiera visto”.
Al llegar al puerto de la bahía de La Virgen, Twain tomó el vapor San Francisco, de la Compañía Accesoria del Tránsito, en el cual surcó el lago Cocibolca el 1 de enero de 1867 y desembarcó en San Carlos catorce horas después.
La travesía por el Cocibolca le brindó un paisaje impresionante coronado por las siluetas de los volcanes Concepción y Maderas, que se levantan a corta distancia, en la isla Ometepe, como si fueran hermanos. Por ello, Twain los reconoció como “volcanes gemelos, maravillosas pirámides arropadas en un verde fresco y suavísimo, veteadas sus faldas de luces y de sombras; sus cimas perforan las errabundas nubes, parecen los volcanes apartados del vértigo del mundo, tan tranquilos así como están inmersos en sueños y en reposo”.
Acerca de su travesía por el río escribió: “Todos cautivados miramos largo rato y en suspenso la maravilla que se abría en frente y a los lados… Las perspectivas cambiantes del río San Juan van renovando siempre el paisaje exuberante de la zona; los meandros y parajes por los que solíamos pasar presentan cada día nuevas maravillas que podían ser elevados muros de follaje, brillantes cascadas de enredaderas que caen desde ciento cincuenta pies o más para confundirse con la hierba del suelo, bellísimas cataratas de hojas verdes puestas unas sobre otras como escamas de pescados, inmensas murallas macizas de selva virgen...”.
Al arribar a San Juan del Norte se encontró con un poblado multicultural con unas 200 casas viejas de madera habitadas por unas 1.800 personas. Así lo describió: “Un mosaico de nicaragüenses, estadounidenses, españoles, alemanes, ingleses y negros jamaicanos. Casi todos estos tienen venta de puros y guaro, frutas y hamacas de cabuya. Todo muy barato, y hasta vinos y otros artículos importados, pues los derechos de aduanas son bajos”.
El personaje Mr. Brown, al que continuamente alude Twain en sus dos cartas, es ficticio, aunque los datos históricos que aporta son numerosos y valiosos. Entre ellos, la fluida circulación de la moneda norteamericana, fenómeno impulsado por la popularidad de esta bien llamada Ruta del Tránsito.
El viajero
Mark Twain nació en el pequeño poblado de Florida, estado de Misuri, y laboró desde los 12 años como piloto navegante en el río Misisipi, experiencia que le sirvió de inspiración para sus obras. Cuando llegó a Nicaragua, no había publicado ningún libro.
Su primer éxito como escritor llegó con su cuento humorístico La célebre rana saltadora del distrito de Calaveras (1865), aunque la fama la obtuvo por sus obras El príncipe y el mendigo, Un yanqui en la corte del rey Arturo, y sobre todo, por su novela Las aventuras de Tom Sawyer y su secuela Las aventuras de Huckleberry Finn.
El escritor se caracterizó por su espíritu aventurero y de múltiples oficios, entre ellos, marinero, tipógrafo, periodista, conferenciante y buscador de oro. Este último oficio lo animó a emprender su paso por California, aunque sin mucho éxito económico. Es considerado uno de los padres de la literatura estadounidense.
Fuentes: elnuevodiario.com.ni, AquiNicaragua.com, La Prensa (Nicaragua), Wikipedia.