Turismo arqueológico en Chiclayo y Trujillo
El norte de Perú está sembrado de huacas o sitios ceremoniales que, cerca de Chiclayo y Trujillo, sorprenden con pirámides de adobe repletas de historia.
El Museo Tumbas Reales de Sipán es el centro expositivo arqueológico más destacado del norte de Perú. Junto a la ciudad de Chiclayo exhibe magníficamente los detalles del denominado Señor de Sipán, quien gobernó esa zona a mediados del siglo III de nuestra era (según se sabe, murió a los tres meses de ocupar el trono).
Tal hallazgo marcó un hito en la arqueología de Sudamérica, porque fue la primera tumba descubierta sin huellas de saqueos (tal como ocurrió con Tutankamón en Egipto), por lo que se obtuvieron todos los artefactos sepultados con ese gobernante.
Sin embargo, una experiencia también interesante se vive en otros destinos arqueológicos de ese territorio, ya que permiten poner los pies en los sitios donde se asentaron culturas prehispánicas, especialmente la Moche o Mochica (100 - 700 d.C.). Por ello, esa zona se conoce como la Ruta de Moche.
Complejo arqueológico Túcume (Chiclayo)
Gran ciudad de huacas
Llegar a Túcume nos invita a calentarnos bajo el sol del desierto de Lambayeque, cerca de Chiclayo, y subir innumerables escalones para llegar al mirador del cerro Purgatorio o cerro La Raya.
Pero tal esfuerzo es recompensado con la vista de buena parte de las 26 pirámides que componen este destino arqueológico asentado en un amplio valle, las cuales lucen como colinas de adobe desgastadas (foto superior) por el impacto del fenómeno de El Niño del siglo anterior. La guía María Porras dice que la Huaca Larga, con 700 metros de largo, 280 metros de ancho y 30 metros de altura, es la más grande de Sudamérica. “Allí se observan diferentes niveles de construcción y se ha hallado a un guerrero enterrado con sus 19 mujeres”. Estas obras fueron hechas en la época final de la cultura Lambayeque o Sicán (1000 y 1370 d.C.) con el fin de controlar el valle. La altura de estas pirámides era valiosa como medio de observación y gobernabilidad, explica María, y agrega que esta zona fue luego ocupada por las culturas Chimú (1370 y 1470) e Inca (1470 y 1532, año en que llegaron los españoles). Estas huacas -con armazón de madera- fueron construidas con cámaras interiores rellenadas con piedras, restos de cerámicas y conchas, para elevarse hasta los 45 metros sin usar material valioso.
Complejo del Cerro El Brujo (Trujillo)
La Dama de Cao lo cambió todo
El poder femenino tiene una fuerza tremenda, también en la arqueología. “La Señora de Cao rompe la historia en Perú. Le da un giro, un vuelco. Antes se creía que los gobernantes solo eran varones, pero en el año 2006 la Señora de Cao nos ayudó con nuevas teorías, reivindicando el valor de la mujer en el Perú prehispánico, poniéndola en un nivel mucho más alto, pues ella tenía tres poderes en una sola persona: el administrativo, el militar y el religioso”.
Son palabras de María Alejandra Puruguay (en la foto inferior), coordinadora de Promoción de la Fundación Wiese, entidad que administra este centro arqueológico asentado a unos 60 kilómetros al norte de Trujillo. La momia de este personaje de la cultura Moche o Mochica, quien se cree gobernaba en ese territorio hace unos 1.700 años, fue hallada ornamentada con tatuajes, collares, joyas y un bastón ceremonial. El recorrido por el complejo lleva a la llamada Huaca Cao Viejo, lugar donde se encontró esta momia envuelta en fardos funerarios que los expertos tardaron año y medio en remover. Este edificio de adobe también cuenta con un frontis que exhibe escenas de prisioneros que eran llevados a la cumbre de la pirámide (foto) -que era siempre plana- para el sacrificio al dios Ai Apaec.
Con tales ofrendas buscaban que la divinidad no los golpeara con sequías ni tormentas, especialmente con aquellas que hoy conocemos como el Fenómeno de El Niño.
Huacas de la Luna y del Sol (Trujillo)
La luna de los mochicas
Las huacas se construían por pisos que eran levantados por los gobernantes. Así que al llegar una nueva autoridad, esta mandaba a acondicionar otros espacios en la parte superior de la pirámide; de esta forma crecía en altura, dejando cámaras subterráneas que a menudo quedaban sepultadas junto con sus tesoros decorativos.
Esto puede observarse en la llamada Huaca de la Luna, que exhibe una serie de pasadizos con muros embellecidos con verdaderas obras de arte prehispánico que aún sorprenden por sus colores y detalles.
La Huaca de la Luna fue levantada por la cultura Moche a 5 km al sur de la actual ciudad de Trujillo. Fue un importante centro de culto, ceremonial y religioso, lo cual se deduce al haber descubierto un altar con los restos de 40 guerreros sacrificados.
El recorrido por sus diversos niveles (los investigadores han identificado tres plataformas) permite observar grandes murales relacionados con sus deidades. Uno de los más sorprendentes está en el llamado patio de los rombos (foto), cuyas formas geométricas encierran la cabeza de un ser felino. El recorrido en este sitio lleva también a la Huaca del Sol, construida posteriormente también por la cultura Mochica. Y entre las dos huacas se encontraba una zona urbana de esta cultura prehispánica, por lo que se observan restos de antiguas viviendas, espacios para preparar alimentos y una amplia plataforma que mira hacia un posible altar ceremonial. Esos patios y plazas ceremoniales tienen más de 1.500 años. (I)