Fatiga y contraseñas
Es cierto que existe una enfermedad asociada a la molestia de cambiar claves y que nos exigen en los cajeros automáticos, correos electrónicos.
Damián Vivero Z.
La banca on-line, el ordenador del trabajo, la conexión wifi, las redes sociales. Vivimos en un océano de servicios y actividades que requieren clave. Cualquier hacker con tiempo y ganas puede acceder a nuestras informaciones protegidas, y por eso los especialistas en seguridad informática no cesan de aconsejar sobre la mejor forma de configurar contraseñas: deben tener más de ocho caracteres y combinar números, letras y signos del teclado; no han de aludir a fechas personales; deben cambiarse periódicamente.
La cuestión es que todo ello puede suponer demasiado esfuerzo en estos tiempos de sobreestimulación: muchas personas terminan cayendo en lo que los expertos llaman síndrome de fatiga de las contraseñas: las crean demasiado sencillas y las repiten, con el peligro que conlleva.
Según un estudio hecho en 24 países, el 40% de los usuarios no se preocupa por complicar sus identificaciones secretas. De hecho, la clave más frecuente entre los usuarios, hartos de introducirla constantemente, es 123456.
Además, la compañía McAffee estima que el 60% de los internautas visita regularmente entre 5 y 20 páginas que requieren password, y que la mayor parte simplifica el trámite. (I)
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