Una noche con los Amigos Invisibles
El ritmo picante, ‘porno pop’, de Los amigos invisibles, aun seduce a muchos tras 20 años de trayectoria, como se demostró en su último show. Ellos explican por qué en un diálogo con La Revista.
Una banda que ponga a bailar a los guayaquileños durante todo su show es algo inédito (salvo los salseros). Pero no fue el caso de la venezolana Los Amigos Invisibles. Con mezclas de disco, funk, ritmos tropicales y humor un poco sucio reventó el Centro de Convenciones de Guayaquil hace dos semanas, con la mayoría coreando y saltando sus canciones.
Los Amigos Invisibles no es una banda nueva, ni de reciente explosión. Lleva buen rato poniendo a bailar al mundo hispano, arrancando sonrisas con sus pícaras prosas. Son músicos excepcionales y traen una propuesta muy latina.
Pero no son muy comerciales (en la radio apenas se escuchan sus temas de los 90) y a los organizadores habituales de conciertos eso les aterra. Porque somos una cultura atascada en el ‘rock latino’ de los 80 y 90. Nos rehusamos a escuchar música nueva y diferente, como si estuviera cargada de lepra auditiva.
Por eso, este tipo de conciertos son una bocanada de brisa fresca en nuestra ciudad, que se jacta de progresiva, abierta y moderna. Al menos, a nivel cultural o musical, no lo es. Por ejemplo, es común ir a un bar y toparse con los mismos repertorios, a cuyo ritmo probablemente muchos fuimos concebidos. En cambio, la música de Los Amigos Invisibles sí fue hecha para concebir.
Los más afectados de esta situación son los músicos locales, quienes al no tocar ese listado repetitivo, morirán en el anonimato. Por eso, conciertos que reviven a los 90 son un gran éxito (sin importar el desorbitado valor de la entrada) y el de Los Amigos Invisibles, no.
A continuación una pequeña entrevista con el bajista de la banda, José Rafael Torres (el Catire):
Ustedes iniciaron en los 90. ¿Cómo sienten haber cambiado?
Hoy somos mejores músicos y mejores artistas. Eso te da la experiencia, de estar batallando escenarios y estudios de grabación.
Mezclan todo tipo de ritmos en su música. ¿Es una muestra de lo heterogéneo que son a nivel individual?
Quizás exceptuando los músicos que tienden a enfrascarse en un género, nosotros, al igual que a la mayoría, nos gusta la música adecuada para el momento adecuado y no nos da pena que la música que hacemos lo demuestre. Así, cualquier día de estos te puedes topar a un ‘amigo invisible’ escuchando Pink Floyd, pero luego te lo puedes encontrar en una disco bailando pero que clase’e rumba papapa... no recuerdo lo que sucedió, sin ningún remordimiento.
¿Cómo logran fusionar el humor, el doble sentido, dentro de su musical?
El sentido del humor es vital para sobrevivir en la vida, entonces, ¿por qué no lo reflejamos en una canción? Al final lo importante de un tema es lograr que la letra conecte. Si la letra tenía sentido del humor y no pegó, quizás el humor de esa canción particular no era realmente bueno y capaz de lograr una conexión.
Su última producción, Repeat after me, suena más a disco y funk que sus otros trabajos. ¿Qué generó esta variante?
Muchos años viviendo en Estados Unidos necesariamente fue algo clave y luego está esa necesidad de explorar nuevas cosas que todos los artistas tenemos. A veces la exploraciones resultan y a veces no, pero creo que siempre hay que darse la oportunidad. Como dice el dicho: “Si siempre haces las cosas de la misma manera, no esperes un resultado diferente”. (E)