Nueva declaración de moda
Las gorras de ciclismo se han convertido en un nuevo accesorio para quienes gustan de un look más deportivo.
Durante una exhibición de ropa para caballeros de la marca Moschino, los modelos usaron coronas doradas o gorras de ciclista.
En algunos looks, las coronas iban encima de las gorras. La diadema real y la gorra de ciclista fueron una discordante yuxtaposición en una exhibición en su mayor parte poco sutil. Ilustraba cuán lejos ha llegado la gorra y fue un gesto personal del diseñador Jeremy Scott, quien saludó al final usando una.
Scott ha usado las gorras durante unos 10 años. “Me sorprende que sea la primera vez que las hago. Son maravillosas, y la pequeña visera funciona con la proporción de mi nariz y la sombra sobre mi rostro”.
Son aerodinámicas y no se vuelan a altas velocidades. “Acudo a SoulCycle. Así que pedaleo en una forma muy estacionaria”, destacó. Los precios de las gorras Moschino de algodón empiezan en $ 310.
Para un creciente grupo de hombres a la moda, las gorras de ciclista se han vuelto el accesorio favorito para la cabeza, posean o no una bicicleta. Que hayan llegado hasta las pasarelas es sorprendente. Su belleza radica en su fealdad, el axioma del bulldog. Habitualmente hechas en colores primarios contrastantes con logotipos pegados, no van con nada y, por tanto, van con todo.
Las gorras estampadas con “Brooklyn” se han extendido mundialmente. De manera sorprendente, esas gorras ubicuas, hechas por la compañía de ciclismo Giordana, son productos de Italia. Brooklyn Gum, una marca italiana, patrocinaba a un equipo de carreras (ahora desaparecido) en los años setenta. Y ahora que el barrio de Nueva York es equiparado con todas las cosas geniales, las gorras han proliferado como una especie invasiva.
Afuera de la tienda, Alexeis Reyes, un artista, estaba inclinado sobre su bicicleta de piñón fijo. Tenía puesta su gorra favorita, una Castelli negro y rojo, con la visera levantada. “La he comprado y perdido tres veces. Las consigo en Paragon. Me gustan porque son baratas”, resaltó.
Michael Magnan puede ser visto con ellas cuando es el DJ en clubes y fiestas en almacenes. Favorece las gorras con logotipos corporativos, como RadioShack y 7-Eleven, y las adquiere en eBay. “Me encantaría tener una colección de gorras de bancos estadounidenses. Chase, Bank of America, HSBC; eso sería el santo grial”, dijo.
Su entusiasmo está acompañado de una crisis existencial en torno de las gorras. “Siento que me estoy convirtiendo en una caricatura de mí mismo porque las uso demasiado”, dijo. Las versiones de la gorra de ciclismo de hoy han existido desde principios del siglo XX. Eran color verde militar y blancas y hechas meramente para cubrir una función, para proteger los ojos del sol y los elementos y absorber el sudor. En ocasiones, los ciclistas usaban una hoja de col húmeda debajo como enfriador.
No es la primera vez
Después de la Segunda Guerra Mundial, compañías italianas las modernizaron a un estilo similar a las proporciones de hoy. Los logotipos de compañías de bicicletas y patrocinadores de equipos empezaron a aparecer en ellas. Letreros neón en dos ruedas, también eran las insignias de honor reservadas a los ciclistas profesionales. Eran buscadas como recuerdos por los fanáticos.
Esta no es la primera vez que las gorras de ciclismo han entrado en el terreno cíclico de la moda. En Breaking Away (1979), la gorra hizo que destacara el protagonista que aspiraba a ser ciclista profesional tanto como lo hubiera hecho un corte de cabello mohawk. A principios de los años noventa, eran asociadas con Wesley Snipes (quien usaba una gran variedad) en White Men Can’t Jump (1992), y fueron una parte integral del personaje Mars Blackmon de Spike Lee en los anuncios de Air Jordan de Nike. Y fueron básicas en los atuendos callejeros y para ir a clubes.
Hoy, la prominencia de las gorras en el deporte ha disminuido. La Unión Internacional de Ciclismo hizo obligatorios los cascos para los competidores aficionados en 1991, y para los profesionales en 2003. A menudo se usan gorras de béisbol, vistas por muchos como un sacrilegio, en el podio del ganador.
El mercado de las gorras sigue estando dominado por las compañías italianas como Bianchi y Cinelli, pero marcas independientes han empezado a florecer, como Rothera Cycling en Austin, Texas, y Little Package, cuyas prendas son hechas a mano en Portland, Oregón. Milltag en Londres hace gorras personalizadas y de edición limitada, a menudo en colaboración con artistas y diseñadores gráficos. Ha acaparado el nicho de la música, haciendo gorras para grupos venerables como Pixies, Ride y Fall.
Algunos puristas del ciclismo son recelosos del atractivo masivo de su gorra. A diferencia de los pantalones cortos de basquetbol o las gorras de béisbol, que cuando se ven en la calle no siempre evocan visiones de canchas o campos de juego, las gorras de ciclismo están entrelazadas con la cultura de su deporte. Frank Strack, el fundador del sitio web de la cultura del ciclismo Velominati, ha escrito extensamente sobre las reglas para usar las gorras (básicamente nunca cuando no se está en una bicicleta).
“Somos militantemente protectores de nuestra estética. Ver un artículo acerca de prendas adoptadas por la multitud hipster que sabe poco sobre el duro trabajo y el sufrimiento es altamente irrespetuoso”, dijo.
Las opiniones de Strickland sobre la gorra de ciclismo difieren. En un momento la considera parte de la “elegancia clásica” del deporte, y luego dice: “Sin duda, es ridícula. La visera es pequeña, y encaja de manera divertida, pero es emblemática de ser un ciclista. Afeitarse las piernas es algo raro, y no da tanto beneficio. Pero uno se enorgullece de ello. ‘Soy ciclista. Esto es lo que soy’. La gorra es lo mismo”.