El festival de las mil caras

29 de Abril de 2012
  • Akram ahan Company, una de las compañías más prestigiosas del mundo, mostró Camino Vertical, un trabajo sobre la espiritualidad. (foto: Laurent Ziegler).
  • La estética expresionista impecable del director de Casa de Muñecas da una nueva dimensión al texto naturalista de Ibsen. (foto: Thomas Aurin).
  • Esta versión de Hamlet a cargo del director Lee Youn Taek incorpora el humor y canciones del chamnismo coreano.
  • 32 Calle Vandenbranden Una puesta en escena transgresora donde los personajes parecen volar desafiando al tiempo y el espacio. (foto: Peepin Tom).
  • Julio César Escena del asesinato de Julio César y Bruto con las manos manchadas de sangre. (foto: Frederic Nauczyciel).
  • Hey girl! Romeo Castellucci no deja indiferente a nadie en su trabajo inspirado en el performance. (foto: di Graz).
  • Electra, el clásico griego al ritmo de canciones y tradiciones de la cultura popular rumana. (foto: Mihaela Marin).
  • El director japonés Satoshi Miyagi llevó el clásico del naturalismo europeo a la época del las antiguas dinastías japonesas en Peer Gynt. (foto: Spac).
  • Donka fue tal vez la obra más representativa del festival. (foto: Viviana Cangialosi).
Jaime Tamariz, especial para La Revista

La fuerza del teatro es su naturaleza efímera. Ser testigos de un momento único, personal, pero a la vez comunitario. Donde cumplimos con un rito humano y universal: encontrarnos con nosotros mismos en un escenario.

Para mí es frustrante escribir sobre el teatro. No soy periodista ni crítico, y me resulta difícil fijar en un texto periodístico ese momento único y misterioso que se comparte junto al público en el escenario.

Sin embargo, aquí estoy, enfrentando el desafío de poner en letras lo que es imposible repetir, movido principalmente por el deseo de compartir y dar testimonio de lo que un grupo de estudiantes de la Universidad Casa Grande, mi gran amiga Marina Salvarezza y yo tuvimos la oportunidad de experimentar en el Festival Iberoamericano de Teatro en Bogotá.

El Festival de Bogotá es sin duda uno de los más importantes del mundo. Fue organizado por primera vez en 1988 por Fanny Mikey, quien lo dirigió por once ediciones y lo convirtió en la cita iberoamericana más importante y esperada de las artes escénicas.

La de este año fue la decimotercera edición del festival y, como la actual directora Anamarta Pizarro nos comentó, se trata de “un festival que ya le pertenece a la ciudad”. Esto es verdad: es de los pocos festivales en el mundo cuyo financiamiento surge principalmente de los abonos que el público compra anticipadamente, muchas veces sin saber qué compañías se presentarán.

Bogotá es una ciudad enorme, con más de siete millones de habitantes. En ella, la belleza y la crueldad conviven e intiman, como en muchas otras realidades latinoamericanas. En este marco, durante 17 días, cerca de mil funciones realizadas por 73 compañías internacionales y más 180 grupos colombianos fueron presentadas en 22 salas de teatro, 11 parques públicos, la plaza de toros y el recinto ferial Corferias.

 

Es simplemente imposible, en este artículo, dejar testimonio de todo el fenómeno que es este Festival de Teatro que, además de las puestas en escenas, abarca académicas paralelas, como por ejemplo, La Escuela de Festival. en la que se programan diariamente charlas con los grandes directores, así como talleres, seminarios y clases magistrales.

Fue en esta escuela donde tuvimos la oportunidad de escuchar a George Banu, presidente de la Asociación Nacional de Críticos de Teatro, profesor en la Sorbonne Nouvelle, además de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Artes Teatrales y Cinematográficas de Bucarest.

En su conferencia, Banu se preguntaba: ¿Por qué vamos aún al teatro? Y él mismo proponía: Por la relación personal que se crea con el teatro. Cuando el teatro nos gusta, lo amamos; y cuando no, lo odiamos. La pintura tiene forma y color, pero no tiempo; la música tiene tiempo, pero no cuerpo. El teatro lo tiene todo porque está vivo y nos relacionamos personalmente con lo que presenciamos. “Un acto efímero, una realidad fugaz que solo existe durante el breve lapso que es vivido y percibido”. Y cuando esa relación íntima y a la vez comunitaria se vuelve verdad, la experiencia es transformadora y trasciende. Esta es su fuerza.

Puro teatro

Se trata de una oportunidad única de escuchar a una gran variedad de los más afamados directores. Y precisamente en su diversidad, en su multiplicidad de enfoques y propuestas, es que podemos encontrar ese aprendizaje difícil de explicar que de ser dicho explicaría la magia del teatro.

Apenas una muestra del increíble rango de planteamientos y visiones que podemos encontrar en este Festival: el contraste entre las propuestas de algunos de los más esperados directores de la edición de este año: el francés Arthur Nauzyciel, el director Lee Youn Taek de Corea del Sur y el director italiano Romeo Castellucci.

En el caso de Nauzyciel, que además es Director del Centro Dramático Nacional de Orleans, presentó durante la mañana sus reflexiones alrededor de la propuesta que hizo de Julio César, de William Shakespeare, un maravilloso y elegante montaje que se apegaba al texto con rigor.

Un largo proceso de casting de actores norteamericanos que se ajusten a los personajes, cuatro semanas de “trabajo de mesa” y tres días de montaje fueron suficientes para que este director levantara la obra más política de Shakespeare y también la tecnológicamente más complicada del festival.

Nauzyciel defiende como fundamentales la precisión y la conservación de la belleza del texto: Su elección de trabajar con norteamericanos, por ejemplo, era evitar tener que traducir a Shakespeare al francés. Además, explicó que para él “es importante que el publico de Bogotá vea la misma obra que vieron en Boston o en París”.

Una puesta en escena sofisticada con una estética inspirada en los años 60, y una banda de jazz acompañaban por casi 3 horas a los brillantes actores que empleaban el texto original del dramaturgo inglés.

Y ese mismo día por la tarde, Lee Youn Taek, que también presentaba una obra de Shakespeare, esta vez Hamlet, nos hablaba de un sistema totalmente distinto de creación artística. Él y los 60 miembros de su compañía teatral viven en una comunidad donde todos deben compartir una misma filosofía y en la que él es el maestro. Dentro de su proceso de creación no el riguroso apego al texto, pero sí una búsqueda profunda a su sentido.

De hecho, en su espectacular montaje se veía la mezcla de distintas formas teatrales, sobre todo, del teatro callejero. Además, él decía que el montaje que propone va cambiando según la ciudad en la que la presentaban, ya que lo considera un organismo vivo, que fluye y evoluciona, y que va adaptándose al público y al momento en que se presenta.

Así, la que veríamos no sería igual a las anteriores representaciones en otros países, sino que, según el director, sería una versión más femenina y caliente de Hamlet. Sin duda la propuesta estuvo llena de humor y de sorprendentes recursos de chamanismo coreano.

Ambas funciones fueron excelentes. En ambas el público entusiasmado aplaudió de pie durante un buen rato. Es curioso y maravilloso a la vez ver cómo dos búsquedas y propuestas tan distintas sobre un mismo autor resultan en procesos exitosos.

Y en medio de esto, tenemos ofertas que siguen caminos aún más diversos. Hey Girl!, del director italiano Romeo Castellucci, era algo que desde hacía tiempo tenía muchas ganas de ver. Este brillante y controversial director es un personaje polémico en el mundo teatral, admirado por muchos y odiado por otros tantos. Está enfocado en lo que el director llama el drama del gesto, una propuesta compleja que consiste en renunciar a toda experiencia que pueda sustentar los gestos. Él busca lo arcaico, la expresión preintelectual, lo más relacionado a lo primigenio. Rechaza cualquier racionalidad que sustente el gesto.

Se trata, entonces, del gesto desprovisto de todo contenido, y por tanto, de una propuesta teatral en la que la dramaturgia renuncia a la literatura y busca llegar al extremo de su propia propuesta. Pero además, este director es conocido por usar la tecnología en sus puestas en escena, hasta un punto que algunos consideran inapropiado para el teatro. Su trabajo no deja a nadie indiferente. La obra se levanta a partir de imágenes poderosas y se enmarca en el teatro experimental.

Hey Girl! es un performance enigmático que reflexiona sobre la situación de la mujer contemporánea y los estereotipos y símbolos relacionados a ella. La primera escena, con la actriz acostada en una mesa de metal desprendiéndose de su propia piel que se derrite y gotea por los bordes de la mesa, es impresionante y técnicamente inescrutable. Al final el público, aturdido, no sabía si aplaudir o no, hasta que una señora entre asustada y enojada se levantó, tomó su bolso y salió corriendo. En ese momento supimos que era hora de los aplausos.

Para mí está claro en algún lugar entre esos fenómenos tan diversos, en el punto de encuentro de sus mil caras, me parece que puede estar la definición de teatro, de un arte que para ser comprendido, como decía Banu, debe ser vivido. La experiencia me ratificó que en el arte no existen los dogmas, ni las fórmulas correctas, simplemente existen la honestidad, el rigor y la fe en lo humano y su creación.

Este festival deja muchos aprendizajes, y tal vez el más importante es que como ciudadanos debemos apropiarnos de nuestros festivales, apoyarlos y participar de ellos, pues nos ayudan a crecer de forma personal y comunitaria al mismo tiempo, pues allí, en medio de la diversidad de la expresión artística, podremos encontrar nuestras propias definiciones del arte y de la vida.

 

LAS OBRAS

En medio de la propuesta verdaderamente monumental del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, pude ver 25 espectáculos, entre teatro, danza y música.

DANZA

Camino Vertical, de Inglaterra, mostró un trabajo sobre la espiritualidad inspirado en la danza sagrada sufi de Turquía.

Otro gran privilegio fue poder ver Conjunto di Nero, de Holanda, del coreógrafo Emio Greco. Una pieza de una fuerza impresionante, en la que el contraste y el claroscuro sirven para hacer de ella un estudio del espacio, el movimiento y la luz.

Pero debo decir que la pieza que más me impresionó de todo el festival fue 32 Calle Vandenbrande, una propuesta de danza-teatro de la compañía Peeping Tom, de Bélgica. Pocas veces he visto la libertad y creatividad con que este grupo trabaja sobre el escenario. En esta propuesta impactante, el amor, el odio, el humor, la muerte y la esperanza parecen convivir en una esquina congelada del limbo; y un paisaje frío, accidentado y surcado por vientos hostiles, parece determinar las vidas de los habitantes de este sórdido sitio. Bailarines que se desdoblan hasta llegar a la acrobacia, profundizan con sus movimientos en el sentido poético de la obra. La coreógrafa argentina Gabriela Carrizo nos brinda un trabajo muy inquietante y melancólico que realmente espero pueda llegar a nuestros escenarios.

Argentina estuvo presente, además, con otros trabajos teatrales. Entre ellos habría que destacar Una Lluvia Constante con el famoso actor Rodrigo de la Serna. También llegó desde Argentina un trabajo muy interesante sobre Leonardo Da Vinci por la compañía La Arena Circo.

Desde Perú, el conocido director colombiano Jorge Alí nos presento Crónica de una Muerte Anunciada, una muy buena adaptación de la famosa novela del García Márquez, que desarrolla toda la historia dentro de una plaza de toros.

Una obra que posiblemente venga a nuestra ciudad, fue la propuesta española Sing, sing, sing. Esta pieza musical, contaba con una excelente orquesta en vivo que tocaba música de la década de los cuarenta y cincuenta, mientras su historia hacía una divertida crítica a los estereotipos femeninos.

TEATRO

Donka, una de las más esperadas del festival, no decepcionó. El director italiano Daniele Finzi Pasca, quien en 2005 escribió y dirigió Corteo para Cirque du Soleil, encantó a la audiencia con un montaje poético sobre la vida del dramaturgo ruso Antón Chéjov utilizando los recursos del circo como el malabarismo las acrobacias. Las referencias al trabajo del autor están sutilmente incorporadas a un espectáculo multidisciplinar que mantiene el sabor mágico del circo.

Casa de Muñecas, de Ibsen, fue presentada por dos compañías en propuestas totalmente distintas: La primera, por el Teatro Nacional de Praga, contaba cómo sería la vida de Nora después de abandonar a su marido, y hacía una feroz crítica al capitalismo usando los recursos de un musical de Broadway con grandes escenografías, elaborados vestuarios, coros, bailarines y estupendas actuaciones.

El Theater Oberhausen de Alemania, una compañía con más de 90 años de antigüedad, sorprendió con una propuesta vanguardista en la que empleaban uno de los más famosos textos del naturalismo en una puesta en escena expresionista: Nora esta vez era una verdadera muñeca que los demás manipulan a su antojo. Con solo un árbol de Navidad de cartón que se quema en el fondo del escenario, los personajes, grotescos y terroríficos, resuelven sobre un cuadrado dorado su vida, sin otro elemento más que el texto original del famoso autor noruego.

También de Ibsen, se presentó Peer Gynt, de la famosa compañía japonesa Shizuoka Performing Arts, bajo la dirección de un director que admiro mucho, Satoshi Miyagi.

Rumania era el país invitado, así que fui a ver dos de sus espectáculos. El primero fue la representación de una de mis obras favoritas, Esperando a Godot, de Samuel Becket. Y, Electra basada en los textos de Sófocles y Eurípides.

 

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