En Grecia: Florecen las artes
Atenas es la capital, pero Tesalónica es su centro cultural de enorme trascendencia en el arte contemporáneo europeo, además de su exótica fusión étnica.
Era principios de agosto y el viento empujaba a las nubes de gas lacrimógeno por gran parte de Atenas, los vestigios de las protestas contra las medidas de austeridad. Sin embargo, las aflicciones financieras del país parecían lejos de la mente de los jóvenes griegos elegantemente desaliñados, hacinados en la terraza de la azotea del recién inaugurado bar Fragile en Tesalónica, a unos 515 kilómetros al norte de la capital.
Estudiantes de arte vestidos con camisetas gritaban, en el fondo, una mezcla de du duá de 1950 y rock alternativo de 1990, y se metían en el área cubierta del bar, que evoca un tema vagamente postal, con paredes revestidas con placas de corcho con líneas de cinta para empacar.
“Queríamos algo simple, e hicimos todo esto solos; todo, no había nada aquí”, contó Mirsini Linou, de 24 años, tamborileando en la madera cruda de la barra. Linou abrió el local en la prometedora zona de Valaoritou, y contrató a amistades como cantineros y disc jockeys.
Fragile es uno de varios establecimientos nocturnos, creativos, sin lujos, que se han abierto en Tesalónica en los últimos meses, que se unen a un grupo de sitios culturales y proyectos creativos recientemente lanzados en la segunda ciudad de Grecia.
Aunque su país se tambalea al borde del impago y batalla con su deuda, la juventud de Tesalónica está adoptando una ética de hacerlo uno mismo que ha resultado en una oleada de establecimientos para las artes y la vida nocturna que espera se sostenga durante los tiempos difíciles.
Tesalónica, capital cultural
El movimiento juvenil está construyendo sobre ricos cimientos históricos. Tesalónica, ubicada en el extremo norte del golfo Termaico, es la capital de la región griega de Macedonia (que no debe confundirse con la República de Macedonia). Salpicadas con palmeras y reliquias de la antigüedad, las calles laberínticas de la ciudad desembocan en mercados de siglos atrás, donde los productos perecederos maduros, el ganado recién desembarcado y la extravagancia de las especias aún son el corazón comercial de la ciudad.
Históricamente una de las ciudades más antiguas y multiétnica de Europa, Tesalónica (llamada Thessaloniki en griego) alberga maravillas arquitectónicas que atestiguan la centralidad en su historia bizantina, otomana y judía sefaradí. La ciudad está anclada por la Plaza Aristóteles, donde fachadas curvas, con columnas, se abren hacia los muelles en una dirección y vistas encuadradas de la histórica Ano Poli (Ciudad Alta) en la otra.
Aunque solo tiene cerca de un millón de habitantes, en comparación con los cinco millones de Atenas, Tesalónica se considera ampliamente como la capital cultural de Grecia. Abundan los festivales, el más notable, el Festival Internacional de Cine, que atrae montones de cinéfilos a la ciudad cada noviembre.
También ha producido muchas de las bandas, artistas visuales y diseñadores más aclamados del país. No obstante, a pesar de la vibrante producción cultural de Tesalónica, así como de su población joven –los estudiantes suman aproximadamente 150.000–, su dirigencia municipal se había vuelto cada vez más conservadora en las últimas décadas y retuvo el apoyo para proyectos que se alejaban de su arraigada versión de monoculturismo macedonio.
No obstante, el año pasado, Yiannis Boutaris, un exvinicultor tatuado que cumplirá 70 años en enero, ganó las elecciones para la alcaldía por cerca de 350 votos, con lo que se convirtió en el primer alcalde con respaldo socialista en 24 años. Boutaris rápidamente sacudió al gobierno estancado nombrando a colaboradores jóvenes, y empezó a trabajar dando vía libre y reexaminando el legado multicultural de la ciudad.
“Creo que la gente buscaba que la liberaran de algo que era tan restrictivo y de mente estrecha”, comentó Marina Fokidis, una curadora de la tercera Bienal de Arte Contemporáneo, en la ciudad, hasta el 18 de diciembre. “De alguna forma tenemos que comprender nuestra tradición híbrida si queremos tener un futuro”.
Para la Bienal se montaron exposiciones en lugares otomanos y judíos muy conocidos y abandonados por mucho tiempo. Obras contemporáneas que tocan el engranado de culturas mediterráneas están en exhibición en Yeni Djami, una exmezquita construida para una comunidad de judíos conversos; en Bey Hamam, unos baños de la época otomana, y en Alatza Imaret, una mezquita y hospicio otomana del siglo XV, otrora famosa por su minarete colorido. (La mayoría de los más de 40 minaretes en Tesalónica se demolió durante las guerras balcánicas en la primera parte del siglo XX o se colapsó en el incendio que destruyó gran parte de la ciudad en 1917).
La Bienal también se extiende a los cinco museos principales de Tesalónica, incluido el Estatal de Arte Contemporáneo, que alberga a la colección Costakis, uno de los mejores ensamblajes de arte ruso de vanguardia en el mundo.
La ola más reciente de hacedores de cultura en Tesalónica incluye a Sfina, autonombrada “red urbana bromista” que instiga turbas relámpago en espacios públicos. Un montaje de performance del grupo, al que inspiró el marxista francés Guy Debord, implicó formar al azar largas filas detrás de personas desprevenidas. La firma de diseño con conciencia ecológica, 157 (MAS) 173, tiene un enfoque más convencional, la que desde su debut en el verano del 2010 ha cosechado la atención por sus artículos para el hogar (lámparas, ganchos para ropa) minimalistas y excéntricos, en partes iguales Bauhaus y Miró.
Y también está el organismo no lucrativo Dynamo Project Space, inaugurado en el 2009 en una antigua bodega, cuyo objetivo es brindar una plataforma para los artistas, arquitectos y diseñadores locales que surgen. El grupo es uno de los motores detrás de la revitalización del distrito Valaoritou.
Valaoritou: arte y vida nocturna
Otrora un centro manufacturero, Valaoritou ha experimentado un aburguesamiento a gran escala, y parte de la misión de Dynamo es ofrecer espacio de trabajo a los artistas que batallan porque los excluyeron del área. Tiene casi 242 metros cuadrados que incluyen salas para exposiciones y seminarios, estudios, biblioteca, un archivo abierto de los portafolios de los artistas, y una tienda.
“Tesalónica estuvo en un proceso de declive e introversión mucho antes de la crisis”, notó Apostolos Kalfopoulos, el director de Dynamo. “Para superarlo, de abajo hacia arriba, ya habían surgido las iniciativas ‘hágalo usted mismo en la ciudad’, y hoy están floreciendo.
Es posible que el lugar nocturno que mejor encarna esta vibra de bases sea Coo, un café, bar, espacio musical y galería que también tiene su propia estación de radio y disquera, y presenta estrafalarias actuaciones experimentales, desde pop ambiental hasta electrónica. Operado por un colectivo, Coo abrió sus puertas en octubre pasado y rápidamente se convirtió en el sitio al cual ir para el conjunto artístico que parrandea mucho de Tesalónica. Todos ahí parecían involucrados en algún tipo de proyecto cultural poco convencional.
Christos Douras, un cantinero en Coo e idéntico a Zach Galifianakis, también trabaja como músico con el nombre de Babis Batmanidis, e interpreta lo que llama “una especie de música tradicional griega mezclada con una interpretación satírica del culto”. Sus divertidísimos espectáculos en vivo incorporan elementos del skyladika o “canciones de perros” –un estilo Kitsch de 1980, desarrollado por inmigrantes de Oriente Próximo que vivían en Grecia.
Otra adquisición reciente es Cocktail Bar, que abrió en mayo en un edificio de oficinas en desuso, en un distrito comercial semiabandonado, conocido ms por las prostitutas que por los oficinistas. Sus cinco dueños (cuatro tienen menos de 30 años) renovaron el enorme espacio industrial, decorándolo en su mayor parte con materiales que dejaron los inquilinos anteriores: la barra de concreto de líneas elegantes está colocada sobre bloques de hormigón y las paredes están revestidas con cartón color pizarra.
Ellos mismos atienden el bar y sirven cocteles de temporada con receta de la casa, hechos en su mayor parte con ingredientes orgánicos. La gente –marihuanos adolescentes, gente a la moda que envejece, profesionales con ropa informal– es tan ecléctica como la banda sonora, que oscila entre deep house, pop armenio y rap de gánsteres.
“Quizá la gente solía beber cinco tragos y ahora, dos o tres”, comentó Koureas Grigoris, de 38 años, un exfotógrafo y dueño de dos de los más queridos bares de rock en Tesalónica, el Urban, en la popular franja de vida nocturna de la calle Zefxidos, y el Xena Diafora (Compilación de Música Extranjera en griego), pequeño y perpetuamente abarrotado.
En julio pasado, abrió un tercer lugar, Kantina Tropicana, en un mercado de telas remodelado. Aunque el bar está lleno regularmente, Grigoris dijo que no siempre se refleja esa cantidad en la caja registradora.
“Pero está bien”, agregó. “Es mejor tener un lugar lleno de gente que quiere salir y escuchar música. No todo se trata de dinero”.
“Creo que la gente buscaba que la liberaran de algo que era tan restrictivo y de mente estrecha. De alguna forma tenemos que comprender nuestra tradición híbrida si queremos tener un futuro”.
Marina Fokidis, curadora de la Bienal de Arte de Tesalónica