La Mueca, 18 años en el Teatro del Ángel
Ni golpe de suerte ni pura casualidad. Solo el trabajo intenso ha permitido a la agrupación dramática La Mueca mantener una trayectoria teatral de más de tres décadas y ofrecer, desde hace dieciocho años, funciones y talleres continuos en la sala del Teatro del Ángel.
Al ingresar, lo primero que salta a la vista es un enorme espejo en el vestíbulo, el cual devuelve el propio reflejo a cada una de las personas que asisten al Teatro del Ángel.
De esta forma, aunque sin haberlo planeado, sus fundadores expresan a su público lo que encontrarán en el escenario: una fiel representación de sus propias vidas, de sus palabras, de su cotidianeidad, de sus sueños.
Fue el 10 de junio de 1994 cuando este espacio pasó de ser una simple construcción en una urbanización en el norte de Guayaquil a un albergue de la producción dramática del grupo La Mueca, la cual se ha caracterizado por poner en escena situaciones y vivencias con las que cualquier ecuatoriano podría sentirse identificado.
Sus asientos, escalones, cortinas y paredes no pueden ocultar el paso de los años, pero al mismo tiempo permanecen como testigos de la constancia de un grupo de actores cuyo amor a la profesión los ha mantenido a flote.
Es un miércoles a las 19:00 y me encuentro con Tati Interllige (directora), Oswaldo Segura, Sandra Pareja, Dolores Barreto y Verónica Muentes en el lugar donde por 18 años, todos los fines de semana, arrancan carcajadas a quienes asisten a ver sus obras. Y aunque esta noche no hay función, no logro salir invicta. “Si quieres te resumo todo en pocas palabras: soy muy famosa, tengo mucha plata”, dispara Sandra sin previo aviso, provocando la risa de todos los presentes.
No podemos ser tan colonizados y creer que solo lo que viene del extranjero significa cultura. La cultura la generan los pueblos y ¡nosotros somos el pueblo!”, Tati Interllige.
Una respuesta de mayor calibre llega segundos después con Tati: “Nosotros hicimos esta sala por la necesidad de un espacio físico para hacer teatro, pero como agrupación ya veníamos trabajando varios años con talleres completos que venían a suplir lo que ahora puede llamarse una Escuela de Arte Dramático y que no era muy común en esa época”. Y añade, para no dejar ninguna duda: “Si tenemos tantos años en este camino es porque somos profesionales y porque nos hemos preparado para serlo. No es fortuito, no es porque ‘ay, tuvieron éxito’, ‘ay, hicieron comedia’, ¡no señor!, esto tiene una base sólida”.
Los cimientos del Teatro del Ángel se colocaron desde las calles, lugar donde presentaron sus primeras obras ante la falta de salas de espectáculos en la ciudad.
El Teatro Candilejas, que funcionaba en el vestíbulo del Hotel Unipark, en Clemente Ballén entre Chile y Chimborazo, se convertiría luego en su hogar temporal. Tras su cierre, el grupo se quedó sin un espacio donde ensayar y decidieron solicitar un préstamo al Banco del Progreso para adquirir una casa en Urdesa, en Bálsamos entre Ficus y Las Monjas, donde actualmente siguen funcionando las instalaciones del teatro.
La equidad, su inspiración; el pueblo, su público
Fue la “creación colectiva” lo que atrajo a Tati hacia el mundo del teatro, dentro de un proceso en el que cada miembro de una agrupación dramática es igual al otro y en el cual el objetivo es salir adelante “todos juntos”. Es esta misma técnica la que aplica actualmente con el grupo de actores de La Mueca durante el desarrollo de cada nueva propuesta.
El tiempo ha pasado demasiado rápido y creo que eso demuestra que este periodo que le hemos dedicado al teatro ha sido muy hermoso y muy bien aprovechado”, Oswaldo Segura
“Arrancamos con nuestras propias ideas, hacemos trabajo de mesa, armamos los personajes y delineamos su psicología. Luego se trabaja su historia e improvisamos con diferentes situaciones, así vamos armando la idea general de la obra ya con textos para comenzar luego a pulir escena por escena y finalmente los detalles más finos de cada personaje”, explica.
Pues, como dice Sandra, si bien la gente los ve “como viejos”, ellos siempre están renovados. “Viejos en el sentido de que estamos por muchos años en el teatro”, aclara rápidamente y sin poder contener una sonrisa, tras ver la cara de sorpresa de sus compañeros por este calificativo. “Es un constante aprendizaje, porque todo siempre va avanzando y uno tiene que ir también al ritmo de los cambios sociales y de la juventud”, añade.
“A los talleres siempre viene gente de diferentes edades y nosotros nos nutrimos de esas personas que traen historias nuevas, y creo que ese es uno de los ingredientes que hacen que este grupo se mantenga fresco”.
Detalle
La Mueca nació en
1984como fruto de
un taller de investigación
Verónica y Dolores, quienes también se iniciaron en La Mueca como estudiantes, concuerdan con ella en que el éxito que ha acumulado el grupo durante su trayectoria se debe a las bases que recibieron cuando eran alumnas. Aunque enfatizan que su mejor enseñanza fue el aprender a amar su profesión sobre todo.
“Que no solo importe la parte económica, sino el estar consciente de que lo estás haciendo bien, en saber que existe una mística para trabajar y de que te interesas en leer y de enterarte de lo que está pasando”, dice Verónica. “Hacemos un tipo de teatro que toca mucho la cuestión nacional, el sentir de nuestra gente y eso es parte del éxito de La Mueca”, agrega.
Este, precisamente, es un punto de vital importancia para Tati. Al ser cuestionada sobre si alguna vez consideraron trabajar sobre adaptaciones de textos de autores extranjeros, aniquila con su respuesta: “¿Por qué deberíamos adaptar un autor extranjero? ¿Por qué nuestro público, que está conformado por ingenieros, abogados, obreros, empleados, amas de casa, tiene la obligación de conocer la historia extranjera? ¿Y por qué tienen la obligación de sentir como un extranjero, si son latinos?”, subraya. “No podemos ser tan colonizados y creer que solo lo que viene del extranjero significa cultura. La cultura la generan los pueblos y nosotros somos el pueblo”.
Un camino que no concluye
Maestra vida, Me la gané por Diosito santo, Entre sombras y sueños, Efigenio, santo o demonio y Un guayaco en Hollywood son algunos de los nombres que resaltan en el extenso archivo de obras de La Mueca. No obstante, de acuerdo con Oswaldo, aún hay mucho trabajo por hacer. “Tengo 36 años en el teatro, pero para mí parece que fue ayer”, dice. “El tiempo ha pasado demasiado rápido y creo que esa sensación demuestra que el periodo que uno le ha dedicado al teatro ha sido muy hermoso y muy bien aprovechado”. Por eso espera que Dios le regale “unos añitos más” y, sobre todo, salud para continuar con esta labor.
El actor menciona, además, a dos compañeros, que por motivos de trabajo no pudieron estar presentes esta noche en la entrevista: Héctor y Andrés Garzón, quienes, aunque mantienen proyectos individuales, siguen colaborando en las producciones del teatro y cuyos nombres forman parte indispensable de un fenómeno que cautivó la televisión ecuatoriana a fines de los años ochenta: ‘Mis adorables entenados’. Esta exitosa comedia para televisión, escrita también por Tati, surgió a propósito de un comercial para la lotería en el que un chofer de un bus (Oswaldo Segura) revisaba su guachito y al darse cuenta de que tenía el número ganador exclamaba: ‘¡Me la gané, me la gané, por Diosito santo!’. Esta frase, completamente improvisada por el actor, fue el título de un futuro montaje de La Mueca, el cual presentaron en una función para la revista Hogar.
Allí, Xavier Alvarado Roca, de Ecuavisa les ofreció la oportunidad de llevarla a la televisión con el nombre de ‘Mis adorables entenados’.
“Era la primera comedia de situaciones que se producía en el país y los personajes calaron de tal forma en las familias ecuatorianas que la gente no podía estar tranquila si no veía ‘Los entenados’ los sábados a las ocho de la noche”, recuerda Oswaldo. “Todavía no hay una producción nacional que haya superado el rating que tuvieron ‘Los entenados’ y creo que la causa fue la necesidad que tenían las personas de verse a sí mismas, de que hablaran su propio idioma en un programa que estuviera bien hecho”, añade Tati.
Remodelación y nuevos planes
La restauración de su sala de teatro es algo que sí está en los planes de esta agrupación, pero “no es tan fácil”, explica Tati. No tiene reservas en afirmar que es imposible todavía vivir exclusivamente de los ingresos de la taquilla, por lo que cada uno de sus miembros mantiene trabajos particulares. Pero son circunstancias que no los detienen. “Mantener en Ecuador una obra por ocho meses en cartelera, eso es un éxito”, dice Tati. “La obra Me la gané por Diosito santo recorrió todo el país, Taxicoca se mantuvo durante once meses en su primera temporada, también Secuestro express”, detalla.
Sienten también el respaldo de otras agrupaciones como Sarao, Fantoche y Kurombos, que mantienen su propia lucha para sacar adelante sus obras.
En sus memorias permanece también el recuerdo de personajes cuya interpretación, marcaron su carrera: Bernarda Alba en el caso de Verónica; Blanca, de la obra Efigenio... santo o demonio, para Sandra y el montaje Maestra vida, para Dolores. Oswaldo menciona a Al Pacino como uno de sus actores favoritos y también a Charles Chaplin, aunque aclara que no fueron colegas.