En la civilización del espectáculo
Se podría pensar, a primera vista, que Mario Vargas Llosa es un defensor de que una minoría ostente el conocimiento y el saber y de que esta sea una especie de guía de la sociedad.
La suya sería una manera elitista de mirar y configurar el mundo. Pero pronto nos damos cuenta de que no es eso lo que defiende. Su ensayo reciente, La civilización del espectáculo, va más allá. Es una reflexión sobre la sociedad y de cómo ha ido cambiando sus conceptos y valores hasta convertirse en un conjunto que endiosa lo divertido y lo entretenido, que denosta el pensamiento, y que a la par ha devaluado su concepto de cultura.
“Paradójicamente, como ya no hay manera de saber qué cosa es cultura, todo lo es y ya nada lo es”, afirma el autor peruano. Según el Premio Nobel de Literatura, el entrevero surgió desde la antropología, que estableció un concepto amplio e inclusivo de cultura, pero que según Vargas Llosa, ha devenido en que ahora vivamos la época del todo vale. “Hoy ya nadie es inculto o, mejor dicho, todos somos cultos”, refiere.
Su libro, de 225 páginas, está edificado con reflexiones recientes y con artículos de opinión que el escritor ha publicado en su columna del diario español El País. Luego de repasar el concepto de cultura que han manejado varios estudiosos, repara en que ahora los chefs y los modistos, por citar dos casos, tienen el protagonismo que antes tenían los científicos, los compositores y los filósofos. Y que las estrellas de cine, los cantantes de rock y los futbolistas han reemplazado a los intelectuales como directores de conciencia política. En la actualidad, dice Vargas Llosa, “el intelectual solo interesa si sigue el juego de moda y se vuelve un bufón”. Según él, aquello es consecuencia directa de la ínfima vigencia que tiene el pensamiento en la civilización del espectáculo.
Anota el escritor que la mayor confusión se da en las artes plásticas, “donde ya no es posible discernir qué obra representa algo nuevo y durable y cuál no es más que un fuego fatuo”. El autor hurga también en los medios de comunicación, en los que halla un trastorno de las prioridades. “Las noticias pasan a ser importantes o secundarias, sobre todo, y a veces exclusivamente, no tanto por su significación económica, política, cultural y social, como por su carácter novedoso, sorprendente, insólito, escandaloso y espectacular”, afirma. Vargas Llosa sostiene que al actuar así, en respuesta a una exigencia de su público, sin quererlo y sin saberlo, los medios de comunicación “contribuyen mejor que nadie a consolidar esa civilización light que ha dado a la frivolidad la supremacía que antes tuvieron las ideas y las realizaciones artísticas”.
Vargas Llosa expone que las nuevas formas de valoración y consumo de productos le dan al público la impresión de ser culto y de estar a la vanguardia con un mínimo de esfuerzo intelectual. Pero desde su perspectiva, esa cultura que se pretende integradora, masiva, propaga el conformismo a través de lo que él conceptúa sus peores manifestaciones: la complacencia y la autosatisfacción. El Nobel lo señala. Ahora toca a cada uno de nosotros discernir si don Mario tiene o no razón y si acaso estos cambios son un real aporte.