El 'Big One'

Por Gonzalo Peltzer
22 de Octubre de 2017

Cuando llegaron los españoles y portugueses se quedaron locos con la inmensidad americana. Francisco de Orellana bajó por el Amazonas desde Quito, pero jamás pudo entrar contracorriente desde el Atlántico. Álvar Núñez Cabeza de Vaca se encontró con las cataratas del Iguazú después de un susto descomunal porque venían navegando río abajo y oían un estruendo que crecía antes de ver ningún salto. Juan Díaz de Solís llamó Mar Dulce al Río de la Plata porque no podía concebir un río sin orillas. América –desde Alaska a Tierra del Fuego– es un continente bestial que va casi de polo a polo, por eso le costó a Hernando de Magallanes encontrar el paso en el fin del mundo y amanecer en algo que le pareció Pacífico. Unos años antes Vasco Núñez de Balboa se había topado con el mismo océano en lo que hoy es Panamá y lo llamó Mar del Sur.

La inmensidad del continente se corresponde con sus fenómenos naturales, también inmensos. No nos extraña –solo nos pudre un poco– que nos azoten los huracanes, que bastante seguido se mueva la tierra, que revienten los cien volcanes activos de la cordillera de los Andes o que la lluvia que la hace fértil tarde tanto en escurrirse de la pampa. Por suerte y gracias a la ingeniería, la devastación es menor en cada nuevo cataclismo.

A pesar de los terremotos, los huracanes y las inundaciones, nadie se quiere ir lejos de su casa. Está probado que hoy por hoy es más peligroso andar desprevenido por las Ramblas de Barcelona o las riberas del Támesis de Londres que por el Malecón de Guayaquil o cualquier paseo de nuestra América al sur del río Bravo. Preferimos los desastres naturales inevitables a unos fanáticos que nos atropellan con su camión cuando andamos confiados por una ciudad de Europa o asistimos a un recital en un estacionamiento de Las Vegas.

Y hablando de cataclismos y de Las Vegas, entre el norte de California y Alaska viven con el Jesús en la boca esperando el Big One (el más grande de todos). Es que hay datos terribles de un terremoto extra large y un descomunal maremoto que cambiaron la geografía en la Columbia Británica hace unos 250 años. Desde esa época hasta ahora las placas tectónicas que se empujan mutuamente en esa falla suman tensión y energía, que el día que zafen se va a armar una tan grande que cambiaría el diámetro del planeta.

Por eso y pase lo que pase cuando toque el megaterremoto, le voy avisando que el Big One es el que le toca a cada uno cuando le tiene que tocar, sea cuando sea y en cualquier lugar del mundo, así que hay que andar preparados. Y de paso le recuerdo que este planeta es prestado: tenemos que devolverlo, si es posible mejor de como lo recibimos al nacer.  (O)
gonzalopeltzer@gmail.com

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