En Argentina:Fiesta en el cementerio

Por Gonzalo Peltzer
15 de Julio de 2012

“Una música estridente no los dejaba dormir y lo raro es que no venía de la discoteca o del bar del pueblo. Era una fiesta, pero adentro del cementerio”.

El pueblo se llama 2 de Mayo, y queda en plena la sierra de Misiones, entre montes de pinos, tabacales y la selva dulce y anaranjada que polacos y alemanes llegaron a domesticar, hace ahora 100 años. Todo está siempre ordenado y nunca pasa nada, hasta que pasa. Como esa noche de hace un par de semanas, cuando los vecinos de 2 de Mayo no podían creer lo que oían.

Una música estridente no los dejaba dormir y lo raro es que no venía de la discoteca o del bar del pueblo. Era una fiesta, pero adentro del cementerio. Algunos valientes se acercaron hasta el portón de lata del campo santo, cerrado con un gran candado, y vieron luz en el panteón del que salía la música bailantera. Decidieron ir a la policía para que tome cartas en el asunto.

“Señor comisario: alguien está de parranda en el cementerio del pueblo y no nos deja dormir a los mortales. El volumen de la jarana es como para despertar a los muertos, pero suponemos que ellos estarán también un poco cansados de semejante barullo”.

La policía fue a buscar al sepulturero del pueblo que estaba durmiendo en la casa de su novia en un pueblo vecino.

Después de abrir el portón herrumbrado del cementerio, fueron directo al mausoleo de donde venía la música: una casita alpina con puerta acristalada y una cruz en su pináculo. Nada fúnebre. Todo bucólico, como la casa de Heidi.

La policía se encontró adentro del panteón con una señora en pijama que disfrutaba plácidamente de la música. Tenía todo lo necesario para vivir: cama, cocina y despensa. Y además un cajón de muerto: un ataúd bien sellado en el que descansa su marido, bien muerto hace ya dos años. Pero muerto por suicidio a los 23 y 20 años más joven que ella, para más datos.

Después de la muerte del marido la viuda se volvió a Buenos Aires, de donde es oriunda, pero como tenía que viajar de vez en cuando a 2 de Mayo a atender algunos negocios que le quedaron por allí, decidió amueblar cómodamente el panteón de su marido e instalarse como en su casa.

Aquel día había comprado el equipo de música y lo estaba probando. Parece que también viene a pasar Navidad y Año Nuevo y ahora se disimulan que no estaban borrachos los que veían salir fuegos artificiales el camposanto.

“Es lo más lógico”, se me ocurrió pensar, cuando me acuerdo de nuestros cementerios casi siempre compuestos de casitas pegadas, cada una más linda que la otra, y aunque queden en el medio del campo.

Ciudades de muertos que hacen honor a la necrópolis, como le decían los griegos y nosotros también cuando necesitamos sinónimos. Se me ocurría que deben pasar cosas de noche en los cementerios, pero no: los que viven en ellos, como esta señora, cuentan que es lo más seguro y tranquilo que hay. El riesgo está afuera, donde andan los vivos, que son los peligrosos.

gonzalopeltzer@gmail.com

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