El diario de mañana
Es la primera vez que no ubica la trama y sus personajes en el contexto de una novela histórica. En esta ocasión Umberto Eco ambienta su última novela: Número cero (editorial Lumen, Barcelona, 2015) en una época más bien reciente, en la Milán de 1992.
Fue el año en el que mataron al juez Falcone, que venía investigando una gigantesca red de crimen organizado; hecho que desataría un enfrentamiento nunca visto de la judicatura italiana contra el poder político. En fin, una época en la que Italia se enfrentaba al colapso de un sistema que mal o bien la había levantado de los escombros del fascismo y la guerra.
La novela aborda uno de los aspectos de esta crisis, el del periodismo de mala calidad. Un periodismo dedicado a adular al poder, a chantajear, a moverse en las sospechas y en el escándalo. Si bien la temática es nueva en Eco, hay muchos elementos que son familiares: conspiraciones, falsos mitos, planes ocultos, e historias contadas erróneamente. Pero en esta ocasión, el protagonista no es un filósofo de la Edad Media como Gugliemo de Baskerville, en El nombre de la rosa, o el inolvidable Simonini en El cementerio de Praga, sino un escritor fracasado, Colanna, que al bordear los cincuenta años, y después de haber abandonado sus estudios, acepta una insólita propuesta que habrá de cambiar su vida.
Un conocido empresario, Vimercate, ha decidido financiar un diario llamado Domani. Los redactores tienen experiencias en horóscopos, crucigramas, farándula y cosas parecidas. Solo Colanna, el jefe de la redacción, conoce las intenciones del director. La idea es preparar un diario que omita contar lo que ha sucedido el día anterior, sino que se dedique a especular, a lanzar hipótesis, hacer sugerencias, y predecir sobre lo que va a ocurrir al día siguiente. Ello explica su nombre.
Bajo esta modalidad el diario podía afectar la conducta de importantes líderes de la política, economía y cultura, quienes son presas fáciles del miedo. Pero en el fondo, el diario Domani nunca estuvo destinado a circular, sino a quedarse como un borrador. De allí deriva el título de la novela, Número cero.
Entre los redactores hay un personaje extravagante, obsesionado con conocer la verdad sobre el fin de Mussolini, y en sus desvaríos conducirá al lector por una Milán llena de misterios e intrigas. Una interesante novela de este gran escritor, y que en su afán de reflexionar sobre el estado del periodismo moderno, nos recuerda su obra Los límites de la interpretación. (O)