El nazismo y su fin

Por Hernán Pérez Loose
14 de Octubre de 2012

Para el verano de 1944 era obvio que Alemania iba a perder la guerra. Las noticias del Wehmatch, el Frente de Defensa, claramente presagiaban una derrota.

Para inicios de 1945 las noticias eran tales que parecía como si el Reich se iba reduciendo en su geografía primero por semanas, luego por días, a medida que las tropas aliadas avanzaban. Los signos de desintegración eran visibles en todas partes donde los enfrentamientos tenían lugar.

La convicción de que la guerra se perdería llegó incluso a minar la lealtad de ciertos oficiales. En ese verano de 1944 se llevó adelante el audaz plan para asesinar a Hitler. El complot fracasó. Pero la fractura era evidente.

Y, sin embargo, a pesar de las evidencias de una derrota inevitable, las Fuerzas Armadas alemanas continuaron la guerra con dedicación y disciplina. Incluso en los últimos y apocalípticos meses, la jerarquía nazi no optó por la rendición voluntaria y el arreglo pacífico. El país (Alemania), o lo que quedaba de él, debió entonces ser prácticamente aniquilado con una brutalidad espantosa.

Pero no solamente los militares parecían empeñados en ignorar la realidad que les esperaba. Gran parte de la población, la burocracia, las empresas y, en general, las instituciones civiles seguían operando con aparente normalidad. A pesar de ciertos obstáculos, las cortes continuaban emitiendo sentencias durísimas.

Los salarios siguieron pagándose hasta abril de 1945. Las clases en colegios y universidades continuaban su rutina. La Orquesta Filarmónica de Berlín llegó a dar su último concierto faltando solo cuatro días a la entrada de los soviéticos. (El programa incluía obviamente a Wagner). Y al día siguiente del concierto hubo hasta un match de fútbol.

Las razones para el colapso de Alemania y del nazismo han sido bastante exploradas y al parecer hay cierto consenso sobre ellas. Pero las razones que explican cómo fue que el Reich de Hitler a sabiendas de su próxima destrucción se mantuvo funcionando hasta el amargo final no son tan claras y han recibido escasa atención. En otras palabras, ¿por qué Alemania no buscó rendirse a tiempo?

Esta es la pregunta que busca responder Ian Kershaw en su libro The End (El fin) (editorial Penguin, 2011). Tomando como fuentes testimonios de simples ciudadanos y de fanáticos seguidores del nazismo, el autor explora este tema a profundidad y propone algunas hipótesis interesantes.

Kershaw es el autor de una magistral biografía de Hitler (editorial Península. Barcelona) –la mejor que se haya escrito desde la de Allan Bullock– cuya lectura también recomendamos.

hernanperezloose@gmail.com

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