El último gatopardo

Por Hernán Pérez Loose
02 de Julio de 2017

A la edad de 47 años, Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa (1896-1957), aún dormía en la misma habitación donde había nacido. Cuando falleció, sin tener descendencia alguna, empobrecido, y virtualmente desconocido, Lampedusa dejó el manuscrito de El Gatopardo, una novela que acababa de terminar.

Durante los últimos meses de su vida, el autor no había logrado convencer a las principales casas editoriales italianas de entonces sobre el valor literario de su obra. Esto le provocó una profunda amargura y probablemente aceleró su final. Es apenas al año siguiente de su muerte, que su viuda, con la ayuda de Elena Croce (hija del filósofo Bendetto Croce), logra que la novela sea publicada por la editorial Feltrinelli. Pocos meses después se convierte en un éxito literario mundial, que luego fue llevado al cine por Luchino Visconti en una de sus más ambiciosas películas.

En su libro, El último gatopardo (traducida al español por la editorial Siruela, 2004), su autor, David Gilmour, reconstruye la vida de este personaje de la aristocracia siciliana, de su pasión por la literatura, sus excentricidades y complicada vida personal. Su portarretrato de Lampedusa es el de un outsider modernista, profundamente escéptico de los sentimientos humanos que pasó su vida, e invirtió los pocos recursos que había heredado adquiriendo libros y devorándolos diariamente, viajando por Europa y visitando bibliotecas y librerías, así como manteniendo largas tertulias con un grupo de jóvenes estudiantes que frecuentaban su mansión.

Lampedusa fue el último descendiente de una familia cuyos orígenes se remontan al siglo XVII. Fue testigo, y hasta cierto punto víctima, del lento deterioro del estatus económico y político de su entorno como resultado del ascenso de la burguesía, y las ideas democráticas en la Sicilia de su época. Durante una de sus frecuentes estancias en Londres, conoció a quien luego sería su esposa, la entonces célebre psicoanalista Alexandra Wolf Stomersee, conocida como Licy, miembro, así mismo, de una familia aristocrática de Letonia. Licy se instalaría en Palermo, en la villa de los Lampedusa, donde abrió un consultorio –algo inusual no solo en la Palermo de esos años–, mientras el príncipe pasaba horas leyendo en los cafés de la ciudad, y luego en su biblioteca.

En base a un prolijo análisis de notas y cartas, el libro de Gilmour ayuda a comprender la obvia relación que hay entre Lampedusa y el protagonista de su gran novela, Don Fabrizio. Al igual que Tocqueville y Nietzsche, Lampedusa veía a la nueva sociedad industrial que surgía en Italia, como insípida, fea, sin tradición y, sobre todo, sin memoria.

El libro que hemos comentado puede ser ordenado a la librería La Central de Madrid. (O)

hernanperezloose@gmail.com

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