Miguel Donoso Pareja y su legado en México
La ciudad de San Luis Potosí fue el epicentro del movimiento literario que generó Miguel Donoso Pareja a través de sus talleres en la década de los 70.
David Ojeda lo vio bajarse de un avión DC3, “de esos de dos motores que están inclinados hacia abajo”. Lo recibieron él y un joven funcionario del Municipio de San Luis Potosí. Ojeda recuerda y describe el momento: Fue el 24 de mayo de 1974 a las doce del día.
Llegaba un hombre vestido de traje café con un maletín pequeño en una mano y un Esto (periódico deportivo) en la otra. La impresión que causó este periódico lo obliga a mencionar y explicar que para los que se consideraban de izquierda el deporte era un distractor del pueblo. Entender cómo un personaje de la talla de Donoso Pareja podía llevar siempre el diario deportivo y estar al día en temas de fútbol fue algo que a él y a los demás compañeros les costó tiempo. Sin embargo, poco a poco algunos también se sumaron al hábito.
Esa misma tarde empezaron los talleres. Para entonces, ya se había corrido la voz de que la UNAM y el Instituto Nacional de Bellas Artes abrirían en la Casa de la Cultura de San Luis Potosí un taller que sería dirigido por un escritor ecuatoriano que estaba exiliado en México. Esto representaba una gran oportunidad, puesto que hasta entonces “si alguien quería estudiar Literatura debía irse al DF”, comenta Ojeda. Pero fue gracias a personas como el arquitecto Francisco Cossío y el poeta Félix Dahuajare, quien en esa época era el presidente municipal, que apoyaron el proyecto en la ciudad y lo llevaron a cabo. No se había realizado algo así en México y este sería un piloto que Donoso haría al inicio en San Luis Potosí y en Aguascalientes con la intención de replicarlo a futuro a más ciudades.
Para el historiador potosino Óscar Chávez “Donoso vino a revolucionar el estilo conservador de la provincia. Sin embargo, curiosamente encuentra un San Luis que lo respeta y lo acepta”. Antes de él, explica Chávez, la principal referencia de poesía en la ciudad era Joaquín Peñalosa. “Donoso un ateo comunista, el otro un curita de pueblo”, pero a pesar de esas diferencias entre ellos hubo una relación bastante cordial.
Armando Adame, tallerista de la primera promoción, recuerda que en aquella época lo único que conocía de Donoso era que había escrito una antología llamada Prosa joven de América Hispana que salió en dos tomos en 1972 en una colección llamada SepSetentas, editada por la Secretaría de Educación Pública de México. “Hubo una especie de circunstancias tanto de él como de nosotros que nos hicieron empatar bastante, con una relación de mucha camaradería pero también con autoridad... Nos hizo enfrentarnos con la literatura de un modo distinto”, recuerda. “Donoso nos hizo entrar en conflicto con la literatura que tenían nuestros mayores, muy tradicional y canónica. Con él descubrimos la literatura latinoamericana y en los talleres hallamos un espacio apasionante”.
En estos encuentros quincenales el estilo de Donoso fue, a decir de Ojeda, muy provocador. Como debe ser un maestro, recalca. Era una especie de sadomasoquismo, recuerda Adame. Y para el público femenino podía ser visto incluso como algo misógino, explica Laura Elena González, alumna de la tercera promoción (1977). Sin embargo, ella percibe que no lo eran. Si bien, el medio potosino podía llegar a estar en desacuerdo con estos jóvenes rupturistas poetas y con el estilo de este maestro, reconocían también que fue gracias a estos talleres que la literatura potosina empezó a ser reconocida y premiada. En este punto, Ojeda admite con nostalgia que las siguientes generaciones que ingresaron a los talleres del maestro Donoso ya no entraban porque querían escribir sino porque querían “ser famosos”. Entonces la verdadera razón de los talleres se iba perdiendo.
Para Adame y González, hablar de Donoso en San Luis Potosí sin hablar de David Ojeda no tiene sentido, no solo por la profunda amistad que tuvieron, sino porque además es él quien continuó dirigiendo los talleres literarios que llevan el nombre del maestro “guayaco”, a quien todos imitan su acento cuando repiten una peculiar expresión suya.
Entrar al taller no tenía un costo económico, pero sí un costo personal. El rigor demandante del maestro Donoso les generaba a sus estudiantes todo tipo de emociones. Pero aquellos que querían escribir de verdad, seguían adelante exponiendo sus textos a la crítica.
Laura Elena González describe la sencillez del método de los talleres: había que escribir y someter nuestros textos a la lectura que, de manera inmediata, en nuestros compañeros podía reflejar nuestras aspiraciones, cumplidas o no. A lo mejor no teníamos ni aspiraciones, pero la presencia de los otros en el taller, hace que uno sienta la relación con el texto de una manera diferente. Entonces entraba una voz informada, generosa pero exigente. Era una praxis que permitía de inmediato un aprendizaje”.
El escritor Ojeda recuerda que muchos desertaban porque no aceptaban la crítica. Adame, por otro lado, considera que en el pasado habían estado acostumbrados a no ser críticos sino, más bien, aduladores.
Donoso dejó en herencia un marcado estilo en la enseñanza, mas no en la literatura, pues los talleristas reconocen el respeto que él le otorgó al estilo individual. La picardía y el humor se combinaban con “ese desprecio a la mediocridad”, como lo describe el historiador Chávez, quien recuerda a Donoso haber hecho comentarios como: si has venido para leer tus Frankenstein literarios mejor te hubieras quedado en tu casa.
Para muchos de sus alumnos Donoso fue como un padre, reconoce Adame. González lo recuerda como un hombre cuya presencia se imponía. Para ellos, esta presencia representó el inicio de un camino que continúa hasta hoy. A pesar de que el proyecto original se ha ido apagando, en San Luis Potosí se mantiene y está bajo la dirección de David Ojeda. La sede continúa siendo la Casa de la Cultura y, en homenaje al maestro, el taller lleva su nombre.
A su paso por México (1964-1982), el maestro Donoso dejó muchos “hijos literarios”, algunos de los cuales están más vinculados con el movimiento cultural, como David Ojeda, José de Jesús Sampedro, Armando Adame, Laura Elena González, Isabel Galán, Ignacio Betancourt, Alberto Enríquez, Teresa Martínez, Enrique Márquez, Juan Villoro e incluso el mismo Félix Dahuajare, quien al dejar la presidencia municipal se unió con total humildad a los talleres que por años había auspiciado y desde entonces cambió drásticamente su estilo de hacer poesía, según advierten Ojeda y González.
Pero Donoso también deja nietos como el actor José Joaquín Cossío, quien en el lanzamiento de su último libro enfrentó a la prensa diciéndoles que si solo hubiera sido poeta seguramente no estarían ahí, pues, como afirma Laura Elena González, “la literatura es algo que no a todos interesa”. (I)
Donoso vino a revolucionar el estilo conservador de la provincia. Sin embargo, curiosamente encuentra un San Luis que lo respeta y lo acepta”.
Óscar Chávez, historiador potosino