Enemigos silenciosos
La idea de una democracia que muere generalmente viene asociada con la caída de un gobierno por obra de un golpe de Estado orquestado por militares o provocado por una guerra civil o una conmoción similar. Dos profesores de la Universidad Harvard, Steve Levitsky y Daniel Zimblatt, dicen que las democracias pueden morir de otra manera, de una forma menos violenta, menos perceptible, más silenciosa.
En su reciente libro, How democracies die (Editorial Crown, Nueva York. 2017, 312 páginas), los mencionados académicos llevan a cabo un interesante análisis sobre este fenómeno que viene ganando mucha atención en países como los Estados Unidos o los del continente europeo. No es una coincidencia que este libro –que pronto saldrá en español– haya sido publicado durante el primer año de la presidencia de Donald Trump. Su elección ha provocado ciertamente una serie de preguntas que probablemente no se habían planteado las democracias del Norte del Atlántico: ¿están sus democracias en peligro de morir? ¿Puede caer la democracia estadounidense? Ya no es asunto típico de las repúblicas bananeras, de aquellas que Woody Allen se encargó de inmortalizar en algunos de sus filmes. El tema comienza ahora a debatirse en los corredores del poder de Washington, en las aulas universitarias o en las salas de redacción de los grandes diarios de esa nación.
Los autores sostienen que los tradicionales mecanismos de las democracias, como son las elecciones periódicas, las constituciones o los parlamentos, son más efectivos en su accionar si además de ellos existe una serie de reglas no escritas de tolerancia mutua de los partidos en competencia, respeto a la ley y las instituciones. El libro desarrolla cuatro especies de alarmas que ayudarían a identificar la presencia de autoritarismo y un test para identificar a los autócratas. En soporte de lo anterior, los autores recurren a ejemplo de democracias que cayeron en manos de dictadores y cómo fue que dicho proceso tuvo lugar. El ejercicio va desde naciones como Alemania en los años 30 hasta otros como Venezuela, Hungría, Polonia, Rusia, Sri Lanka y Turquía.
Luego de este análisis, el libro se voltea a los EE.UU. y evalúa los síntomas de su análisis a lo que está atravesando allí. Los autores ven claramente que en dicho país tales síntomas comienzan a aparecer, y no solamente durante la actual presidencia. Interesantemente, se citan ciertas actitudes – la negativa del Senado a considerar el candidato de Obama para llenar la vacante de la Corte Suprema, por ejemplo– que son muy preocupantes. (O)