Las voces de los otros

Por Clara Medina
12 de Agosto de 2018

La Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura a la bielorrusa Svetlana Alexiévich en el año 2015. La institución nórdica concedió, esa vez, el galardón destinado a las letras a una autora de no ficción, a una periodista de la que pocas veces se escucha su propia voz. Entusiasmada por el anuncio de una conferencia sobre Alexiévich en la Escuela Abierta de la Escuela de Literatura de la UArtes, de esta autora leí, antes de asistir, Las voces de Chernóbil, que reúne un conjunto de testimonios de los sobrevivientes del accidente nuclear acaecido en Ucrania, en la antigua Unión Soviética, en 1986. Es uno de los pocos libros de la periodista traducidos al español antes de que ganara el Nobel.

Internándome en las páginas de la obra, pude dimensionar el complejo y admirable trabajo periodístico y literario que realiza Alexiévich. No busca mostrarse a sí misma. Está empeñada en darle voz a los otros, en oír a los demás y en destacar lo que dicen o lo que sienten. Se cataloga, por ello, como una historiadora de los sentimientos. La suya es una línea distinta a la narrativa del yo, tan en boga en periodismo y en literatura en los últimos años.

La hermana de la periodista murió como consecuencia del accidente de Chernóbil y la madre quedó ciega, pero ni esta situación tan cercana, tan íntima, hace que la autora se desgarre, o tome la decisión de hablar en primera persona, sino que, por el contrario, aguza el oído, se abre a escuchar, a buscar. Reúne cientos de testimonios y los ubica uno tras otro, como ráfagas y sin aparente intermediación, de manera que el lector no se encuentra con la voz narrativa de la periodista, sino con el testimonio vivo de decenas de ciudadanos.

El suyo quizá sea una mezcla de periodismo investigativo y literario, de reportaje y de crónica. Su trabajo consiste en tener un conocimiento vasto de los hechos, pues ella escribe de lo que ha vivido o de lo que conoce bien, lo cual le permite acertar en seleccionar a los entrevistados. Escuchar y luego editar las entrevistas, trabajar el lenguaje y ensamblar esas voces individuales, de manera oportuna y eficaz, es parte de su oficio. Y también hacer sentir que no hay intermediación, cuando en realidad esta es clave.

En su trabajo con el lenguaje está su aporte literario, decía la conferenciante, Cecilia Velasco. Coincido. El lenguaje oral tiene una dinámica distinta al escrito. Mientras se habla, se redunda, se hacen digresiones o circunloquios. Alexiévich quita lo accesorio, lo que sobra, y el resultado son unas palabras certeras, precisas, profundas, a veces dolorosas, o tiernas, o nostálgicas, o todo a la vez. Y logra que brille la sabiduría, la profundidad de la gente sencilla. “Qué me pueden robar, me robarían el alma, porque solo me queda el alma”, dice una mujer. Pero no todo es tristeza. También hay espacio para el humor. Alexiévich sabe dónde ubicarlo y ese humor es como un destello. O como el recuerdo de la sonrisa o del abrazo de una persona querida en una tarde triste. (O)

claramedina5@gmail.com / @claramedinar

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