Los libros y su azarosa vida
Hay libros que permanecen quietos en algún lugar de la biblioteca. Llegaron hasta allí porque una los compró con la idea de leerlos algún día. O porque alguien se los obsequió. Hasta que, por algún motivo, se vuelve la mirada a estos. Me acaba de pasar con un libro que me regaló, hace un tiempo, una compañera de estudios originaria de La Guajira, departamento de Colombia, cuya capital es Riohacha. Lo escribió su profesor, el poeta y narrador guajiro Víctor Bravo Mendoza. Su título es La Guajira en la obra de Gabriel García Márquez.
El medio siglo de la publicación de Cien años de soledad ha hecho que Gabo se torne un tema de mucha actualidad en diarios y revistas, en blogs y redes sociales. Y esa coyuntura produjo que eligiera leer ahora este libro. Es una obra que desentraña la importancia de La Guajira en el universo narrativo garciamarquiano. Los abuelos del Nobel, con quienes Gabo vivió en su infancia en Aracataca, en el departamento de Magdalena, eran originarios de La Guajira.
En su niñez, García Márquez recibió influencia de los abuelos y tuvo una vida impregnada de la cultura guajira. En Cien años de soledad y en muchas de sus obras, el nobel hace referencia a La Guajira. Bravo Mendoza cita pasajes de los libros en los que existen aquellas alusiones: “El coronel Aureliano Buendía salió de La Guajira con dos mil indígenas bien armados” (Cien años de soledad). “¡No hay Mar como el de Riohacha!” (Vivir para contarla). También sostiene que la obra cumbre de García Márquez está influida por el binomio vida-muerte que predomina en la cultura guajira, por las etnias originarias y por el vallenato, en sus comienzos un género marginal, de peones descalzos, y denostado por las clases altas, que, sin embargo, logró alcanzar popularidad y aceptación colectiva. Este ritmo, según algunos estudiosos, lo consigna el libro de Bravo Mendoza, “se gestó en el centro y sur del actual departamento de La Guajira, de donde se irradió a los territorios de lo que hoy es el Cesar y Magdalena”.
“Te imaginas toda una cantidad de argumento en siete líneas. Esa es la admiración que le tengo (…) a todos los compositores de vallenato”, dijo Gabo alguna vez. Y ante la pregunta de qué es Cien años de soledad, el propio Gabo contestó: “Pues no es más que un vallenato de 450 páginas”. También señaló que el vallenato narraba con mucha naturalidad. Con la misma naturalidad que hablaba su abuela.
Los libros no duermen eternamente en las bibliotecas. Solo descansan. Es lo que le sucedió a este ejemplar del libro La Guajira en la obra de Gabriel García Márquez, volumen que se complementa con fotografías de Gabo ya famoso, en sus visitas a los familiares de La Guajira. Es un trabajo con sabor local, cuya lectura resulta interesante. Y, sobre todo, es agradable constatar que con elementos y referencias profundamente locales, García Márquez logró hacer la obra más universal del siglo XX. (O)
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