Los olvidos
En una entrevista, la escritora mexicana Carmen Boullosa hablaba de cómo el llamado boom de la literatura latinoamericana, que tuvo como figuras prominentes a Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, entre otros, había sido un movimiento machista. Decía que le llamaba la atención que siendo una mujer la que propició el boom –Carmen Balcells–, esta no haya incorporado a ninguna mujer. Y no era que no había, argumentaba, sino que simplemente las dejaron de lado. Boullosa citaba a Elena Garro, Elena Poniatowska, Nélida Piñón, entre otras tantas.
Con el tiempo, Poniatowska ha sido reconocida, al igual que Piñón. Ambas son, en la actualidad, dos figuras clave de la literatura de este continente. La primera obtuvo el Premio Cervantes. La segunda, el Premio Príncipe de Asturias. Pero una escritora que no caminó la misma senda fue Elena Garro, narradora, poeta, periodista y dramaturga, de quien este año se conmemora el centenario de su nacimiento. Nació en México en 1916 y falleció en 1998.
En la actualidad, sin embargo, se está reconociendo su valor literario y sacándola de ese olvido en el que cayó tal vez por razones extraliterarias: su fallido matrimonio con el nobel de literatura Octavio Paz, sus permanentes peleas con él, su enemistad con la intelectualidad de izquierda mexicana, sus preferencias políticas, su personalidad a contracorriente.
Hace poco, en la Feria del Libro de Zócalo, en México, en un panel en el que se le rindió homenaje, se la citó como una de las grandes autoras mexicanas, y se llamó a desvincular su vida de su obra, pues, al parecer, su vida opacó su producción literaria. “En los diarios se aprecia la patología del delirio persecutorio, es una mente enferma, pero también la mejor escritora mexicana del siglo XX. Con o sin Paz, es importante”, dijo el crítico Christopher Domínguez Michael, en un reportaje que sobre esta escritora se publicó recientemente en diario El País de España.
Garro escribió, por ejemplo, la novela Recuerdos del porvenir, una obra en la que incluye realismo mágico. Lo hizo antes de que Gabriel García Márquez lo patentara. Con esta pieza la escritora obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia en 1963. Hay que recordar que Cien años de soledad, de García Márquez, se publicó en 1967; es decir, cuatro años más tarde que la obra de Elena Garro. Con datos como este, se puede colegir que la afirmación de Carmen Boullosa tiene asidero.
¿Y qué pasa con la literatura ecuatoriana? ¿Hay mujeres silenciadas, olvidadas? Con seguridad, sí. En el Congreso de la Asociación de Ecuatorianistas, que se desarrolló en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil el pasado julio, hubo, por ejemplo, un panel dedicado a la novela Sangre en las manos, de la escritora Laura Pérez de Oleas, publicada en 1959. Se trata de una pieza desconocida en la literatura nacional, incluso para los estudiosos de la narrativa. Álvaro Alemán exaltó su condición de pionera en el tratamiento del aborto en la literatura ecuatoriana.
Por fortuna, me digo, hay gente que se dedica a indagar, a sacar a la luz la obra de estas mujeres pioneras. Y nosotros, lectores, bien podríamos acercarnos a esos libros. Los invito a hacerlo. (O)
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