Brasil inquieta a sus vecinos

08 de Enero de 2012
  • Brasil también es conocido como la tierra de la alegría, de los sabores exóticos y tropicales, y de los productos hechos con cariño.
  • En el 2011 el Instituto Brasileño del Turismo informó que 5,4 millones de turistas extranjeros llegaron a Brasil. Río de Janeiro fue uno de los destinos escogidos.
  • Un indígena en La Paz protesta el proyecto de carretera de Brasil que cruza territorio boliviano.
Simón Romero - The New York Times

La Liga Económica Mundial ubicó a la economía brasileña en el sexto lugar a nivel mundial, desplazando a Inglaterra. ¿Llamado de atención a las naciones sudamericanas?

Manifestantes indígenas con huaraches censuraron a su presidente y lo llamaron “lacayo de Brasil”. La gente denunció enojada durante mítines frente a la embajada brasileña sus tendencias “imperialistas”. Intelectuales bolivianos arremetieron contra la “burguesía de Sao Paulo” y la equipararon con los buscadores de esclavos que expandieron las fronteras del Brasil colonial.

Tales palabras acaloradas solían estar reservadas para Estados Unidos, el cual ha ejercido una influencia extraordinaria en toda Latinoamérica. Sin embargo, a medida que el dominio estadounidense en la región se desvanece y Brasil muestra cada vez más su poderío político y económico recién descubierto, ha empezado también a experimentar los escollos del papel: el rechazo de la potencia en ascenso del hemisferio.

“El poder cambió de un lado de la avenida Arce al otro”, dijo Fernando Molina, un columnista de un periódico local, refiriéndose a la calle en La Paz donde se ubica la residencia del embajador brasileño frente al edificio altísimo de la embajada de EE.UU.

Los esfuerzos brasileños se consideran con cautela en varios países. Está estancada una propuesta para construir una carretera que atraviese las selvas de Guyana hasta la costa, debido a temores de que Brasil pudiera arrollar a su pequeño vecino con inmigración y comercio.

En Argentina, funcionarios suspendieron un gran proyecto de una minera brasileña y la acusaron de no contratar a suficientes lugareños. La tensión en Ecuador por una planta hidroeléctrica llevó a una amarga batalla legal, y protestas de los indígenas asháninca en la Amazonía de Perú han puesto en duda el proyecto para una presa brasileña.

Sin embargo, quizá ningún otro proyecto brasileño ha generado tanta ira como el de esta ciudad.

Protesta boliviana

Financiado por el Banco Nacional de Desarrollo de Brasil –un gigante financiero que hace parecer pequeños a los préstamos del Banco Mundial y se ha convertido en un medio principal para que Brasil proyecte su poder en toda Latinoamérica y más allá– el plan era construir una carretera que atravesara un remoto territorio indígena en Bolivia. Sin embargo, provocó una revuelta lenta.

Cientos de manifestantes indígenas llegaron a esta ciudad en octubre, tras una agotadora marcha de dos meses, en la cual tuvieron que andar por la espina de los Andes, para denunciar a su otrora campeón, el presidente Evo Morales, por apoyar el plan.

“Llunk de Brasil”, decía una de las pancartas, llamando al presidente un acólito de Brasil en quechua, un idioma indígena. Morales, el primer presidente indígena de Bolivia y un ambientalista declarado, repentinamente estuvo en desacuerdo con una parte importante de su base política, defendiendo un proyecto brasileño que podría incrementar la deforestación. Al final, cedió ante las exigencias de los manifestantes y descartó la carretera en el territorio.

Compañías de otros países, notablemente China, también se expanden con rapidez en Latinoamérica y, en ocasiones, se enfrentan a hostilidades. Sin embargo, Brasil es el país más grande de la región, con una población de cerca de 200 millones de habitantes, y la magnitud y la audacia de su ascenso ayudan a explicar parte de la tensión que ha generado.

Imperio

Cientos de miles de inmigrantes brasileños, llamados brasiguayos, se han asentado en Paraguay, comprando, a menudo, terrenos para agricultura a gran escala en un país con una población mucho menor. Se les ha celebrado por ayudar al auge en la economía paraguaya, pero también se les ha satanizado por controlar grandes trechos de territorio, lo cual ha provocado que activistas por la tierra quemen banderas brasileñas.

Hace más de un siglo, antes de convertirse en república, Brasil fue un imperio que tenía planes ocasionales para el territorio de sus vecinos, y con frecuencia fungió como árbitro en disputas en Latinoamérica.

Brasil ahora depende de un sofisticado cuerpo diplomático, pagos de ayuda extranjera en aumento y los bolsillos profundos de su banca de desarrollo, que financia proyectos no solo en América Latina, sino también en África.

“Cuando vino Kissinger a Brasil hace más de tres décadas, advirtió a sus anfitriones que podría suceder que sus propios vecinos les temieran en lugar de quererlos”, contó Matías Spektor, un catedrático en la Fundación Getulio Vargas de Brasil, una institución educativa de élite, refiriéndose al ex secretario de Estado estadounidense, Henry A. Kissinger, y sus esfuerzos por forjar vínculos más fuertes con Brasil en la década del setenta.

“Ahora, Brasil compromete más profundamente a Latinoamérica sin una política clara para resolver la ansiedad que puede conllevar este proceso”, dijo Spektor. “Existe el peligro real de estar en el extremo que recibe el enojo en ciertos lugares”.

En Bolivia, EE.UU. tuvo alguna vez influencia inigualable, antes de la elección de Morales en el 2005. Desde entonces, Morales ha tenido enfrentamientos repetidos con Washington, mientras otros países se ganan su simpatía, notablemente Brasil, Venezuela, Cuba e Irán. Desde el 2008, cuando Morales expulsó al enviado estadounidense Philip S. Goldberg, EE.UU. ni siquiera ha tenido embajador en el país.

Sin embargo, ha crecido el perfil de Brasil. OAS, una compañía brasileña, obtuvo el contrato carretero de $ 425 millones en el 2008 con financiamiento del Banco Nacional para el Desarrollo Económico y Social de Brasil. Habrá hecho préstamos por $ 83.000 millones en el 2011. El Banco Mundial, en comparación, prestó $ 57.400 millones.

Cuando la marcha de protesta contra la carretera empezó a avanzar por las tierras bajas en agosto, el popular ex presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva voló a Bolivia para pronunciar un discurso auspiciado por la empresa brasileña ante empresarios y reunirse con Morales. (Los asesores de Da Silva argumentaron que la disputa por la carretera no estaba contemplada en la agenda del viaje).

El viaje ocurrió en un momento crítico, cuando se tambaleaban las conversaciones. Sin embargo, no se pudo aliviar la tensión, y se supo que su visita fue parte de un viaje por tres países, pagado por OAS y Queiroz Galvao, otra constructora brasileña, que incluyó escalas en Costa Rica y El Salvador.

“Es obvio que Brasil solo quiere nuestros recursos”, señaló Marco Herminio Fabricano, de 47 años, un artesano del grupo indígena Mojeno, quien estuvo entre los marchistas a La Paz. “Evo siente que puede traicionarnos por sus aliados brasileños”.

Funcionarios brasileños insisten en que la carretera no tiene nada que ver con traiciones o apropiaciones de recursos. “Queremos que Brasil esté rodeado de países prósperos y estables”, notó Marcel Biato, el embajador brasileño en Bolivia, sobre el financiamiento de infraestructura en Bolivia y otras partes de Sudamérica.

En efecto, las autoridades brasileñas argumentan que su país tiene acceso a otras fuentes de materias primas, así como a rutas para cruzar el continente por las cuales puede enviar productos a puertos en el Pacífico.

Sin embargo, la carretera sí tiene una importancia estratégica para los cultivadores de coca, quizá el electorado más leal de Morales, integrado en gran medida por indígenas que hablan quechua y aimara, lo cual genera un enfrentamiento entre ellos y otros grupos indígenas que viven en el territorio.

Brasil continúa cultivando un conjunto de planes en Bolivia, incluidos varios proyectos hidroeléctricos y una ambiciosa política contra el narcotráfico que implica desplazar aviones no tripulados en la frontera, así como entrenar y equipar a las fuerzas de seguridad bolivianas.

La disputa por la carretera ha colocado a Brasil bajo observación en esta ciudad. “Al igual que China consolida su hegemonía regional en Asia, Brasil quiere hacer lo mismo en Latinoamérica”, expresó Raúl Prada Alcoreza, un ex alto funcionario del gobierno boliviano quien ahora es un feroz crítico de Morales.

“Un proceso boliviano cuyo propósito era proporcionar una alternativa, y los movimientos sociales que ayudaron a hacer posible este gobierno”, dijo Prada, “los terminan atropellando los intereses brasileños”.

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