Un eterno fugitivo
Semanas atrás, la Biblioteca Nacional de Francia inauguró en una de sus salas futuristas la exhibición del manuscrito completo de la autobiografía de Casanova, Historia de mi vida. Un coleccionista anónimo lo había adquirido en este año pagando por él seis millones de euros y luego lo donó a la famosa Biblioteca que ahora lo ha puesto a disposición del público.
Se conoce que Giacomo Girolamo Casanova (1725-1798) trabajó en esta obra por diez años, desde 1789 hasta su muerte. Ya en 1787, cuando escribió su legendaria fuga de la cárcel de Venecia, Casanova había anunciado la intención de contar su vida. “No daré a mi narración el título de ‘confesiones’ después de que un extravagante ha deshonrado esta palabra que no puedo soportar, pero será al fin y al cabo una confesión como pocas ha habido”. El ‘extravagante’ al que Casanova se refería era por supuesto al multifacético J. J. Rousseau, quien en 1782 había publicado en Ginebra sus famosas Confesiones.
Aventurero, enamorador, supuestamente amante de 132 mujeres, perseguido –y luego absuelto– por la Inquisición, Casanova se declaraba alquimista, oculista, geómetra pero por encima de todo un caballero galante, viajero romántico y ciudadano del mundo. Una idea no compartida por sus víctimas para quienes fue un tramposo, estafador y mentiroso. Fue un asiduo visitante de las cárceles europeas, desde Corfú hasta Barcelona y Venecia.
Pero al margen de estos polémicos retratos en donde la verdad y el mito parecen imbricados, lo cierto es que este veneciano con su extremo realismo literario se adelantó al giro modernista que estaba por ocurrir en Occidente. Su vida, azarosa como fue, se convirtió en objeto y materia de sus reflexiones al final de sus días. Es un personaje trágico realmente. Es un pobre hombre que no logra hacer realidad ninguno de sus sueños: no en el amor, no en la poesía, no en la política. Fugitivo permanente pasa su vida escapando de los demás y de sí mismo.
Poco antes de fallecer su manuscrito de 3.700 páginas quedó en manos de su sobrino, quien luego lo cedió a un editor alemán. A pesar de que en la primera edición (1822) las partes más elocuentes fueron eliminadas, el libro fue todo un éxito. Pronto comenzarían a circular imitaciones falsas. Habrá que esperar 1960 para tener una edición completa y recién ahora el manuscrito.
Quien no se aventure a leer de primera su extensa autobiografía puede comenzar por leer La amante de Bolzano (editorial Salamandra, Barcelona. 2003. 283 págs.) de Sandor Marai. Una fascinante recreación de un vanidoso anciano, en el que el lector lo reconocerá a Casanova, quien deberá enfrentar a su peor enemigo: el amor.