Vida eterna a los monstruos literarios
En noviembre, cuando se recuerda a los difuntos, también es el tiempo en el que regresan los muertos a la tierra y con ellos los monstruos literarios, el símbolo de lo más sublime de nuestras debilidades, el miedo, la falsedad y la amenaza.
Fue uno de los monstruos más simbólicos para la literatura, un clásico universal, el Frankenstein de Mary Shelley (Londres, 1797-1851), el ser creado por la ciencia, el huérfano de amor que despertó incontables debates y sentimientos sobre la ética, la bondad, la maldad del ser fue creado hace casi 200 años, pero está más vivo y eterno que nunca.
“Pido a mi horrenda criatura que salga al mundo y que prospere. Siento afecto por ella, pues fue el fruto de unos días felices, en que la muerte y el dolor no eran sino palabras que no encontraban verdadero eco en mi corazón”. Así decía el doctor Frankestein tras crear a su criatura, tal vez construida con otros restos humanos, pero a la que todo el mundo rechazaba por su terrible fealdad.
“Si no inspiro amor, tendré que inspirar temor” o “soy malo porque soy desdichado”, decía el pobre monstruo, que es toda una metáfora y fuente de reflexión sobre la condición humana y el mal. Y es que como decía William Lindsay Gresham: “El monstruo está hecho de miedo”.
La editorial Sexto Piso acaba de publicar Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary W. Shelley, con ilustraciones de Lynd Ward y un epílogo de la estadounidense Joyce Carol Oates, en el que tras una larga reflexión demuestra que “el monstruo de Frankenstein es uno de los personajes que se han convertido en creaciones colectivas; nos pertenecen a todos”, dice.
Una ambiciosa propuesta a la que se suma también Nórdica editorial, que acaba de publicar un Frankestein delicadamente ilustrado con las impresionantes pinceladas de la artista Elena Odriozola.
Para el novelista y poeta Ernesto Pérez Zúñiga, autor de la novela recién publicada La fuga del maestro Tartini, por donde ululan también varios monstruos, y que fue editor de una colección de libros góticos y de terror, el monstruo “es el lado más humano de nuestro sueño inmortal”.
“Los monstruos son la encarnación desprejuiciada de nuestras fantasías. El espejo deformado de nuestro interior y un diálogo perturbado con nuestra parte más sagrada, la encarnación de nuestros fantasmas interiores que viajan por el tiempo en forma de libro. Por eso nos gustan tanto”, añade el autor de El segundo círculo.
Para Pérez Zúñiga, entre los mejores relatos de terror de toda la historia de la literatura destacan Drácula, de Bram Stoker; Ligeia, de Edgar Alan Poe, y El horror de Dunwich, de Lovecraft.
Sin olvidar Luvina, del mexicano Juan Rulfo; Axolot, de Julio Cortázar; Una vuelta de tuerca y El altar de los muertos, de Henry James; Frankestein, de Shelley; El monte de las ánimas, de Gustavo Adolfo Bécquer, y El diablo en la botella, del escritor escocés Stevenson.
Y también, como no, Jekyll y Hyde y El Horla, de Guy de Maupassant, pero para el escritor, también galardonado con la última edición del premio Gonzalo Torrente Ballester, el gran monstruo de la literatura contemporánea es Molloy, de Samuel Beckett.
Precisamente uno de los relatos más perturbadores y citados, El horror de Dunwich, de Lovecraft, también acaba de ser reeditado con ilustraciones del artista argentino Santiago Caruso en Libros del Zorro Rojo.
Finalmente, los vampiros, esos seres que chupan la sangre y que se han banalizado tanto últimamente con series o libros de sagas, tienen su antología de clásico, como la que hizo Siruela o como la que desde hace muy poco Atalanta acaba de sacar en español con el título Antología universal del relato fantástico, los 55 mejores cuentos de los siglos XIX y XX, de Europa, América y Asia.
AUTORA DE FRANKENSTEIN
Mary Wollstonecraft Godwin (Londres, 1797-1851), más conocida como Mary Shelley, reconocida sobre todo por ser la autora de la novela gótica Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), la cual sigue siendo ampliamente leída y ha inspirado varias adaptaciones en cine y teatro.
Figura destacada de la narrativa inglesa, Shelley refleja a la perfección los gustos y las inquietudes del Romanticismo literario de su época.