Música y tradición: ‘Coco’
“Sin Recuérdame, Coco no podría tener el final feliz que se merece. Lo único reprochable tal vez sea que es un poco lenta en sus primeros minutos”.
Si son de lágrima fácil como el autor de esta columna, les recomiendo que cuando vayan a ver Coco –película objeto de análisis de hoy– lleven sus pañuelos desechables. Les serán muy útiles, sobre todo hacia el final de la cinta. Y es que como no podía ser de otra manera, la última producción de Pixar y Disney es un relato acerca de la importancia de la familia como tantos otros, pero lo novedoso aquí es cómo se cuenta esta historia que nos lleva en un viaje revelador y catártico por el mundo de los muertos.
Miguel Rivera es un chico de 12 años de un pequeño pueblo mexicano, apasionado por la música y gran admirador del ídolo local y nacional Ernesto de la Cruz, quien murió trágicamente en un accidente en el escenario. El problema es que su afición no es compartida por su familia, que ha prohibido la música desde algunas generaciones atrás, producto del abandono que sufrió su tatarabuela por parte de su esposo, un músico que prefirió seguir sus sueños en lugar de estar con su familia. O, por lo menos, esa es la historia oficial que se cuenta en la familia Rivera. Pero Miguel no está dispuesto a renunciar a su sueño y en el Día de los Muertos decide “tomar prestada” la guitarra de su ídolo que se encuentra en su mausoleo. Miguel mágicamente emprende una gran aventura para regresar al mundo de los vivos, a la vez que encuentra sus raíces y finalmente entiende que no hay nada más importante que la familia.
Y es en este viaje al mundo de los muertos donde Coco nos lleva a un lugar visualmente vibrante, lleno de color e, irónicamente, en algunas ocasiones con mucha más vida que el mismo mundo de los vivos. Pixar no decepciona con su animación, al contrario, nos hace admirar ese lugar con los ojos de un niño que se sorprende con cada cosa nueva con la que se va topando.
La música también es un elemento clave dentro de esta historia, sobre todo el tema principal, Recuérdame, una canción que a diferencia de otras de este tipo de producciones, no suena melosa, sino suave y tierna, a la vez que es una pieza clave del rompecabezas que es la historia. Sin Recuérdame, Coco no podría tener el final feliz que se merece.
Lo único reprochable de la cinta tal vez sea que es un poco lenta en sus primeros minutos, en los que realmente no pasa mucho, ya que son unos minutos expositivos en los que se nos está contando todo lo que ha pasado para poder entrar en el verdadero desarrollo de la trama. Pero hasta esos minutos expositivos son ricos visual y musicalmente, llenos de color y tradición mexicana, que llegan a su máximo esplendor con la representación del Día de los Muertos, una fiesta tradicional tan popular que ni siquiera Pedro Infante o Frida
Kahlo se la quieren perder en el más allá.
Al final, si bien el público principal de la cinta es infantil, Coco es una película que puede ser disfrutada por adultos por igual, porque en definitiva el tema de la familia y su amor incondicional, incluso más allá de la vida, es algo con lo que todos nos podemos identificar. (O)