El arte vive en las calles de Guayaquil
Diana Ponce recrea con sus esculturas de personajes cívicos y populares de Guayaquil hermosos peatones de bronce y resina.
Ahora ellos gozan de una nueva vida. No están sobre un pedestal, ni en un museo. Como un peatón más, están en las calles guayaquileñas, aquellas que muchas veces recorrieron. Ellos son Vicente Rocafuerte, el segundo presidente del Ecuador; el futbolista Alberto Spencer y Julio Espinoza, el Hombre de la Campana. Ahora estos personajes de nuestra historia y deporte son estatuas de tamaño natural y de bronce o resina. Los tres fueron forjados por las manos creativas de Diana Ponce Moreira.
A sus 54 años, la escultora guayaquileña Diana Ponce trabaja en el patio posterior de su casa. A la sombra de un frondoso árbol de mango y rodeada por sus antiguas esculturas, aquellas creadas en su época de estudiante en el Colegio de Bellas Artes.
Esa mañana, mientras las manos se desplazan por el barro fresco, de esa materia va surgiendo el rostro del poeta y periodista guayaquileño Abel Romeo Castillo, en un busto que lo eternizará.
Ponce sin dejar de trabajar empieza a contarme su historia de artista. Todo comenzó a sus 12 años, siendo estudiante del colegio Guayaquil, cuando en una clase de cerámica, a más del vasito del barro que moldear, ella realizó una figura humana que asombró a su profesora Anita von Buchwald, quien emocionada trajo a la rectora y refiriéndose a su alumna, dijo: “Mire lo que tenemos aquí: una artista”. Von Buchwald le aconsejó que al terminar el ciclo básico se matriculara en Bellas Artes. “Esas palabras se me quedaron tan grabadas. Yo también sentía que había nacido para hacer obras de arte”.
Después de tres años, aunque su mamá quería que fuera profesora, ella por cuenta propia se matriculó en Bellas Artes. Ahí tuvo como compañeros a Guillermo de Luca, José Carbo y a los talentosos pintores que luego formarían el grupo Artefactoría. Y sería alumna del escultor Evelio Tandazo, su máximo maestro –como ella cariñosamente lo llama– a quien hasta ahora, cuando tiene una duda, consulta. Aunque también gusta del arte de la pintura, está focalizada en la escultura. Realiza bustos y esculturas de personajes cívicos y populares, en su gran mayoría para la Municipalidad de Guayaquil.
“La escultura es un desafío que me llena más, si es un personaje público tienes que captar en su expresión, su espíritu”. Para lograrlo realiza una investigación biográfica –imágenes y textos– en internet y también consulta con el historiador Melvin Hoyos. Si los parientes del personaje están vivos, los contacta.
A Diana Ponce le gusta trabajar con todo tipo de material, aunque sus más recientes esculturas han sido de bronce y resina. Realizar una escultura, trabajando a full, le lleva tres meses de intensa labor. Últimamente terminó de realizar la escultura del personaje histórico Pedro Carbo, pero esa pieza en bronce todavía no ha sido inaugurada por el Municipio.
“Que el arte esté en las calles es una idea interesante del alcalde” –manifiesta– “Es muy bonito ver cómo la gente llega y se toma fotos con las esculturas”.
En esta misma línea, le gustaría realizar esculturas de personajes de nuestra música popular como Julio Jaramillo, Carlos Rubira Infante, Fresia Saavedra y de los escritores del Grupo de Guayaquil.
Sus esculturas de arte
Desde que era estudiante de Bellas Artes comenzaron a comprarle sus artísticas esculturas en pequeño formato. Siempre participa en los salones de Julio –Municipio–, Octubre –Casa de la Cultura–, como en el Festival de Arte al Aire Libre (FAAL), donde sus piezas han sido valoradas y premiadas. Hasta ahora solo ha expuesto en muestras colectivas.
Por esa razón se ha propuesto trabajar con ahínco para una exposición individual. Años atrás la estaba forjando, pero esas piezas fueron adquiridas por Armando Abad, Douglas Hernández, Simón Man Ging y Eduardo Suárez, coleccionistas de su obra.
“Para armar una exposición de escultura se necesitan por lo menos dos años, ese va a ser un momento especial para mí porque el público va a descubrir mis sentimientos y forma de ver este mundo”.
Tres de sus cuatro hijos han heredado su amor por las artes plásticas: Liberti realiza acuarelas; Gisela pinta con gran talento; y Michel recién ingresó a Bellas Artes y le gusta la escultura.
Más tarde, cuando nos trasladamos a fotografiar sus tres esculturas ubicadas en la vía pública, Diana Ponce afirma: “Yo nací artista, yo nací así”. Lo cree porque siendo una niña de 6 años, jugueteando con el barro de un pozo, hizo la figurilla de una mujer con arrugas y trenzas sentada en una silla; su padre quedó asombrado. “La figura humana me tenía fascinada, desde entonces, creo que yo nací con eso”.
Al siguiente año, sobre un muro recién pintado de blanco de la escuela donde su padre era rector, la pequeña Diana con tizas de colores dibujó el rostro de una mujer con una gran cabellera. Sus padres en vez de amonestarla, asombrados, la felicitaron. “Es algo ilógico porque todo lo que hacemos, lo hemos aprendimos, pero yo nací así”. Debe ser cierta esa magia porque su escultura de Alberto Spencer Herrera, el mejor futbolista ecuatoriano de todos los tiempos y conocido como Cabeza Mágica por ser un excelente cabeceador –ubicada en Panamá y Luzárraga–, mirando al cielo, parece que estuviese recordando sus goles. En la esquina de Panamá y Luis Urdaneta, un Vicente Rocafuerte de bronce observa con suma fijeza a los peatones al pasar junto a él.
Calles más al centro está Julio Espinoza, el hincha número uno de Barcelona Sporting Club, quien hace sonar su campana que palpita como el corazón vivo de Guayaquil, ciudad donde nació con su arte Diana Ponce, la escultora. (I)