Poemas rescatados de Medardo Á. Silva
Letras salvadas del olvido de bibliotecas y que no constan en los libros del poeta guayaquileño.
Ese día, en una banca exterior del parque Seminario, Medardo Ángel Silva lee un libro. Nada lo distrae. Ni las personas que están a su lado, tampoco los carros que pasan raudos. No es un fantasma. Es el monumento en bronce del poeta guayaquileño que nació el 8 de junio de 1898 y murió el 10 de junio de 1919, dos días después de cumplir 21 años. Esa tarde fatal vestía de traje y corbata de seda, zapatos de charol y bastón, así se dirigió a casa de su Rosa Amada Villegas. Allí se mató de un disparo en la cabeza.
Todos hemos leído sus poemas. Nadie olvida El alma en los labios que, según la leyenda, escribió a escasos días de suicidarse y dedicó a Rosa Amada. Todos hemos cantado esos versos a ritmo de pasillo. Dicen que los escuchan los suicidas en las cantinas antes de matarse: “Cuando de nuestro amor, la llama apasionada,/ dentro tu pecho amante, contemples ya extinguida;/ ya que solo por ti la vida me es amada,/ el día en que me faltes, me arrancaré la vida”.
Ese día me acompaña Alejandro Guerra Cáceres, escritor quien en sus arduas investigaciones en la Biblioteca Municipal de Guayaquil Pedro Carbo, entre otros documentos, ha rescatado un puñado de poemas de Medardo Ángel Silva, textos publicados en revistas nacionales pero que no constan en las antologías ni en sus obras completas, ni siquiera en la compilada en 1966 por el doctor Abel Romeo Castillo, a quien considera el antólogo más importante del poeta.
“Existen textos y poemas que han permanecido en el olvido, ha sucedido por falta de estudio y tradición de investigar en los archivos –explica Guerra–. Es importante rescatarlos con el propósito de ir construyendo una biografía científica, en este caso de Silva”. Comenta que Silva, además de Guayaquil, publicó en diversos diarios y revistas del Ecuador, por ejemplo, de Quito y Riobamba.
“Medardo Ángel Silva fue un genio que dado su talento chocó con una época de muchas limitaciones. Todavía hay que seguir investigando para recuperar no solo sus poemas, sino también su obra en prosa”.
Silva publicó por primera vez en 1914 en la revista guayaquileña Juan Montalvo y vivió en una época trágica, de guerra civil y revoluciones, tiempo de pesimismo social, por eso Guerra considera que su suicidio no es un hecho aislado. “En esa época los guayaquileños se matan. No importa la clase social a la que pertenezcan, era una epidemia en Guayaquil. Para constatar eso basta examinar los periódicos de esos años”.
Alejandro Guerra ha rescatado nueve poemas que no constan en antologías ni obras completas publicadas de Silva y son: Hora conventual –revista quiteña Prosa y Verso, julio de 1915-; Retornello –revista guayaquileña Juventud Estudiosa, agosto de 1919-; Lied –revista Novedades, junio de 1921-; Retrato de la única –Revista Caricatura, Quito, julio de 1919–; Balada de sor María de la Consolación –Revista Proyecciones del Edén, Guayaquil, abril de 1921– y Marina –Revista Juventud Estudiosa, Guayaquil, julio de 1919-. A más de los tres poemas seleccionados. Todos marcados por la sombra de la tristeza, la desesperación y la muerte.
POEMA
...Y pregunté a la mágica Sibila:¿un constante recuerdo, un vago aroma
de sueño extinto, de ternura muerta,
como la suave estela de un perfume,
quedará de mi paso por la vida,
entre los hombres?...
...Y la Maga dijo:
Algo menos: ¡la sombra de una lágrima!
Pues me siento efímero...
Pues me siento efímero y fugaz: comparable
a la flor, o más bien, a la nube variable,
amo las hebras deshumo que una escala remedan
para los sueños líricos y las olas que ruedan
hacia playas remotas que nunca he de mirar;
porque me hace la vida serena y resignada
el meditar que un día retornaré a la nada
como el humo a los cielos y las olas al mar!
(Revista Caricatura Número 4. Quito, Enero 1 de 1919 )
UN CANSANCIO, UN SOPOR, UNA FATIGA
¿Y será siempre la interior herida,
La lágrima en los ojos prisionera,
Y ver como la dulce primavera
De nuestra alma emprendió la huida?
II
Dolor, dame una tregua: dame vida,
Un minuto de paz; o mejor fuera,
La infinita quietud en la ribera
De la negra región desconocida.
III
Muerte, desflora tu fatal sonrisa
En mis angustias; a tus brazos vengo
Como la nube que arrastra la brisa.
IV
Dame el refugio de tu sombra amiga
Y déjame dormir… es hora: tengo
Un cansancio, un sopor, una fatiga.
(Revista Proyecciones del Edén. Guayaquil. Mayo 30 de 1921. Número 9 ).
DESPUÉS
Adorable pequeña: Este largo crepúsculo de invierno –¿sabes?– ha impregnado de una melancolía más mi corazón triste por todo o nada.
Mira qué frío está el crepúsculo de nubes comparables a rizosos cabellos de abuela, de frío color ceniza!...
I un día esperarás en vano… i otro… i muchas tardes i muchas noches me esperarás en vano. I, luego hallarás mi nombre, en un periódico, dentro de un marco negro.
Después te dirán que me han dejado en la ciudad blanca de la que no se vuelve.
I perderás, por dos lunas, acaso por más de dos lunas, tu sonrisa luminosa que hace más lindo tu nombre de flor i tus cabellos cortos…
Porque recordarás al buen amigo de los ojos tristes, que de tan especial modo te decía: ¿me quieres?
I pasará, en su viaje incesante, la caravana monótona de los días...
Te casarás, tendrás hijos, envejecerás...
I a los años, besarás a los hijos de tus hijos.
Pero, un día, revolviendo tus cartas, encontrarán mi nombre. I te pondrás pálida: porque así como la brisa que balancea las ramas i los nidos, despertando la melodiosa algarabía de los pájaros, mi nombre despertará en tu corazón los pretéritos días inalcanzables.
I tú, viejecita; tú, abuela, llorarás mucho, pero mucho i mui bajito, porque ya no me verás nunca, porque no podremos bailar juntos, porque ya no serás una chiquilla con lindo nombre de flor i cabellos cortos.
Revista Novedades. Junio 30 de 1921. Número 11) (I)