Aldeas Infantiles SOS

12 de Mayo de 2013
Sheyla Mosquera de Calderón

En Ecuador hay mujeres que desempeñan el papel de madres de niños o adolescentes que han sido maltratados, vulnerados sus derechos o abandonados por sus verdaderos padres. 

En cualquier parte del mundo hay niños que reciben amor de sus madres, pero también existen quienes les hace falta, porque han sido abandonados, olvidados, maltratados y desprotegidos.

La buena noticia es que desde el año 1949 en Austria, devastada tras la Segunda Guerra Mundial, un hombre visionario llamado Herman Gmeinner creó Aldeas Infantiles SOS con la intención de brindar un hogar a los niños y niñas que se habían quedado solos a causa de la guerra. Una iniciativa que se expandió por todo el mundo.

Fue así como hace cincuenta años este proyecto se inició en Ecuador gracias a filántropos como Gerhard Engel, Julio Mancheno, Anselmo Pérez y Werner Speck, quienes fundaron la primera Aldea Infantil SOS en Quito, en un terreno de ocho hectáreas donado por el Municipio de esta ciudad. Actualmente ha crecido y existen 77 hogares SOS repartidos en seis aldeas, una por cada ciudad, ubicadas en Quito, Guayaquil, Cuenca, Ibarra, Portoviejo y Esmeraldas.

Según Alexis Zaldumbide, coordinador de Comunicación y Marca, Aldeas Infantiles SOS es una organización independiente no gubernamental de desarrollo social, pionera en nuestro país en dar un enfoque familiar al acogimiento a largo plazo de niños y niñas que carecen de la protección de sus padres o familiares, ya sea porque han sido abandonados, han quedado en orfandad o fueron separados de sus hogares por ser víctimas de vulneración de derechos.

La idea, agrega, es que tengan la oportunidad de vivir y crecer en un ambiente familiar donde reciban amor y protección de una mamá y una tía SOS, quienes los aman como si fueran sus hijos biológicos. De esta manera ellos tienen una casa segura, educación, salud, alimento, vestido y la posibilidad de disfrutar de momentos de infancia feliz.

Para ello, Aldeas Infantiles SOS tiene  viviendas  lideradas por una madre SOS  y  una tía SOS. Generalmente asisten hasta siete niños. “No son colaboradoras voluntarias, sino mujeres que tienen una relación laboral de dependencia, porque merecen que su trabajo sea reconocido y remunerado”, asegura Zaldumbide.

Tampoco, agrega, son profesionales de la educación o el cuidado, porque la intención del programa es que simplemente sean madres, es decir seres humanos que arropen y cuiden a los niños.

Sin embargo, el perfil que se exige es tener entre 25 a 45 años de edad, sin hijos dependientes, ser bachiller, como mínimo, y haber cuidado a niños.

Ellas, señala, son capacitadas y cuentan con un equipo técnico para ayudarlas en la difícil labor de ser madres, y  facilitar el desarrollo integral de las niñas y los niños a través de relaciones confiables y duraderas en un ambiente familiar.

¿Qué aprenden?

Para Jannina Hidalgo, coordinadora de Desarrollo de Capacidades, a las futuras madres SOS se las prepara durante dos años con la ayuda de psicólogos y otros expertos en diversas ramas. Ellas aprenden sobre cuál es la filosofía de Aldeas Infantiles, derechos humanos, relaciones familiares y desarrollo evolutivo de los niños y adolescentes. 

También, dice, sobre comunicación, autoconocimiento, desarrollo familiar, maltrato infantil, abuso sexual, política de protección infantil, recreación y participación. Por último, sobre la responsabilidad del rol materno, equidad de género, abordaje de familias de origen, entre otros. “La idea es prepararlas para que puedan ejercer adecuadamente la profesión de Madres Sociales”.

 

Marcia Moreano
Convivir con ellos

Hace cinco años Marcia Moreano Romero, de 49 años, se convirtió en una madre SOS. Un día mientras trabajaba como profesora en una escuela particular leyó un anuncio en el periódico que decía: ‘¡Se necesitan ayudantes pedagógicas!’. Se presentó en el sitio y se encontró con que había más de 180 aspirantes, de las cuales solo quedaron 10.

La entrevistadora le explicó en qué consistía el trabajo. Este era convivir con niños vulnerados y desempeñar el papel de una verdadera madre; es decir, no solo lavar, alimentar a los niños, atenderlos, sino también darles amor, que era lo que tanto necesitaban.

“Me aprobaron y me enviaron siete días a una aldea SOS en Manabí, y después 90 días a una en Esmeraldas. En este último sitio tuve que rotar en dos casas, y en cada una era un mundo diferente con distintas reglas y límites”.

Y fue precisamente con Marcia que en Guayaquil se abrió la primera Aldea Infantil SOS, primero estaba situada en la Alborada décima etapa y actualmente, en Metrópolis.

“Paso de lunes a viernes con nueve hijos en total y tienen entre 9 a 16 años. Les hago el desayuno, y en época de clases los levanto para que vayan a la escuela, si tienen expreso estoy pendiente de que los recojan y si no los voy a dejar. También les preparo el almuerzo, les controlo las tareas e incluso los hago estudiar; y después vemos televisión o nos vamos a dormir”, asegura.

Ser madre SOS no es tarea fácil. Al principio, agrega, es duro controlarlos, porque cada niño o adolescente es un mundo distinto. Son seres que sufren, que tienen penas. Por eso es importante conocer de cada uno sus fortalezas y debilidades.

Como madre SOS, Marcia ha aprendido a ponerse en los zapatos de sus hijos, sentir el dolor que viven y a entenderlos, porque, como explica, recién comienzan a vivir. “Tres de mis hijos siempre se acuerdan del maltrato de su padre hacia su mamá, y cuando llega un día especial como Navidad o el Día de la Madre me dicen: ¡Mami, yo quisiera que Diosito me enviara a mi mamá! Eso me causa un dolor grande, por eso trato de darles esa estabilidad emocional, amor, cariño, seguridad, y tratar juntos de superar el duelo en que viven ”, asegura Marcia.

 

 

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