Ciencia ficción: Guayaquil sueña junto con Hispanoamérica
Autores en español merecen mayor exposición para que este género despegue a esferas mediáticas. Guayaquil también forma parte, desde hace mucho tiempo, de esas visiones.
En el siglo XIX, un elíxir de la India provocó que un guayaquileño durmiera y despertara 100 años en el futuro (un año por cada gota ingerida). Para ese viajero del tiempo, un siglo después significaba 1992 y un panorama muy avanzado: en el puerto reposaban barcos gigantescos tras haber atravesado el mar como submarinos, la urbe reducía las consecuencias de los desastres naturales, pues un moderno centro de control los predecía, y en todos los faroles de la ciudad existían relojes transparentes que se sincronizaban con uno gigantesco ubicado en una torre de más de 150 metros de altura.
Esos vaticinios tecnológicos fueron descritos por el guayaquileño Francisco Campos Coello (1841-1916) en su obra La receta, publicada en 1893 en la revista guayaquileña El Globo Literario, y detallada por El Telégrafo en su artículo ‘La receta para viajar en el tiempo’, el 28 de julio de 2014.
Sí, ¡un guayaquileño se adelantó a Marty Mcfly en los viajes en el tiempo! ¡ Y sin DeLorean! Eso fue posible gracias a la imaginación de ese Julio Verne ecuatoriano que, además, en 1901 publicó el cuento Viaje a Saturno para presentar a un extraterrestre que invitaba a un científico guayaquileño a visitar el sexto planeta del sistema solar.
El escritor y académico ecuatoriano Marcelo Báez realiza tales precisiones sobre los inicios de la ciencia ficción en Ecuador. Sin embargo, siguen siendo relatos ignorados en nuestro entorno por medios masivos como el cine y la televisión. ¿Existirían las sagas de Star Wars o Volver al futuro si George Lucas o Robert Zemeckis pensaran así?
¿Asuntos de niños?
Quizá los desafíos que enfrenta América Latina por superarse política, social y económicamente provoquen que los robots y los viajes intergalácticos suenen a clichés extraídos de imaginarios infantiles.
Para quien no esté familiarizado con esa atmósfera (como lo era esta periodista terrícola), una mirada superficial al planeta de la ciencia ficción en Hispanoamérica quizás podría exhibir una apariencia desértica, pero al observarlo con detenimiento es posible identificar cómo emergen humanos talentosos cuyas mentes viajan a galaxias lejanas, a dimensiones insólitas, para luego manifestar esas visiones en forma de palabras, ilustraciones o proyectos audiovisuales.
Estos autores hispanoamericanos se deslizan en un género que generalmente asociamos con producciones cinematográficas de Estados Unidos, pero que está vivo en nuestra región, en nuestro país y en Guayaquil.
¿Qué debemos saber antes de aproximarnos a ellos? Identificar su mundo. Báez lo define: “La ciencia ficción o literatura de anticipación es un tipo de narrativa que recrea un futuro posible donde se interrelacionan la ciencia y la tecnología más avanzadas. Todos los autores de este género responden a la pregunta ¿qué pasaría si...? Es también una literatura del otro: el encuentro imaginario y fantasioso con especies de otros mundos posibles”.
De acuerdo con Báez, quien también es crítico de cine, deben cumplirse tres condiciones: primero, el autor imagina el futuro de manera previsible, profética, anticipándose a los más increíbles adelantos tecnológicos; en segundo lugar, señala con conciencia social qué podría pasar si esos adelantos científicos fueran mal puestos en práctica; finalmente, coadyuva a las áreas del conocimiento científico y tecnológico (la sci-fi va de la mano con los adelantos de la ciencia).
La ciencia ficción o literatura de anticipación es un tipo de narrativa que recrea un futuro posible donde se interrelacionan la ciencia y la tecnología más avanzadas. Todos los autores de este género responden a la pregunta ¿qué pasaría si...?”, Marcelo Báez
Planeta muy nuestro
Otra muestra importante de los orígenes de la ciencia ficción ecuatoriana es Guayaquil, novela fantástica (1901), publicación del cronista Manuel Gallegos Naranjo, cuyo protagonista lleva el nombre de esta ciudad y logra ser presidente en un contexto catastrófico: la urbe prácticamente desaparece por un terremoto.
Antes de que el cataclismo ocurra, el segundo capítulo cuenta el nacimiento de la civilización humana en nuestro territorio. “Casi al final del año 2000 del siglo XIX de la Creación, la ciudad de Bello Edén, capital de la República del Ecuador, era la más populosa y civilizada del mundo. (...) Tenía siete millones de habitantes, en una extensión de siete leguas de Norte a Sur (sic) y siete millas de Este a Oeste (sic). Estaba situada a la orilla derecha del río Edénico, y sus primeras casas fueron construidas en la falda de una colina que, desde 1944, tomó el nombre de cerro de la gruta de oro (sic)”.
Esa misma línea futurista ha sido heredada por autores ecuatorianos contemporáneos, entre ellos, los guayaquileños José Daniel Santibáñez (autor de Ejecútese el mañana), Fernando Naranjo (La era del asombro), y los quiteños Santiago Páez (Crónicas del breve reino) y Ney Yépez (Crónicas intraterrestres en la cueva de los Tayos).
Las publicaciones de Santibáñez pueden leerse hoy en una plataforma digital que sus antecesores no pudieron anticipar ni en sus sueños tecnológicos más atrevidos: Kindle Direct Publishing (KDP), de Amazon. En 2001 publicó (entonces aún en papel) su primera novela, Ejecútese el mañana, en la que combina la ciencia ficción con la literatura noir. “Cuando los dos géneros se mezclan, resultan grandes obras”.
La novela viaja al año 2022. “En un mundo donde el dinero lo compra todo, la búsqueda de un asesino se torna casi imposible. Y más aún si la víctima es la hija del presidente de la República. Para Emilio Fonseca, exejecutor y candidato al suicidio, descubrir al culpable es el único escape”, detalla books.google.com.ec.
Su secuela, Ejecútese el poder, se publicó en 2015, y su trama tiene lugar en el año 2033. Con su última novela (White Eyes), el autor sigue experimentando: ha tomado la decisión de publicarla en inglés (los lectores en español son poquísimos, asegura) e ingresa un nuevo capítulo cada viernes en el sitio Get inkspired.
Su mente visionaria también lo ha motivado a buscar asociaciones para fortalecer y proyectar su trabajo. “Con algunos escritores nuevos, y otros ya conocidos, publicamos Utópica penumbra, una antología de literatura fantástica ecuatoriana que circuló en Cuba y en Ecuador”.
Santibáñez se reúne una vez al mes con el grupo Tertulias Guayaquileñas de Fantasía, Ciencia Ficción y Horror, organizado por la escritora Denise Nader con el propósito de que los aficionados tengan un espacio para dialogar sobre la presencia de esos géneros en el cine, la televisión, los cómics... “Es la mejor manera de estar al día de lo que ocurre en ese mundo. Invito a todos los interesados a que se unan al grupo. Lo van a pasar increíble”.
El escritor Fernando Naranjo es miembro de esa agrupación desde 2011. Naranjo confiesa que su formación es la novela gráfica. “Con el cómic fui destetado, y del cómic lo que más me interesaba, aparte del dibujo, era ese género, el de la ciencia ficción”. Siguiendo esa pasión, publicó en 1994 La era del asombro, un libro cuyos relatos ofrecen estampas de un mundo cambiante, siempre a punto de colapsar, tras el impacto de un cometa ocurrido en el año 2060. “Me concentré en la anécdota de un choque cometario y, por consiguiente, de una era posapocalíptica en la cual las regiones de nuestro país son probablemente las únicas aptas para sobrevivir en este hemisferio”.
Santibáñez también destaca (“su trabajo es admirable”) la labor del boliviano Iván Rodrigo Mendizábal, quien vive en Quito. Él es fundador del blog Ciencia Ficción en Ecuador, el cual pretende ser “una contribución a los estudios de la literatura de ciencia ficción del país y de Latinoamérica. Además es una bitácora de crítica, comentario, noticias, entradas sobre la cultura del futuro desde la mitad del mundo”, se lee en su descripción.
Sus entradas demuestran que los viajes a otras dimensiones, intergalácticos y en el tiempo sí tienen su puerta de embarque en Hispanoamérica (¡y en Ecuador!). El pasaje es la imaginación.
Problema de identidad
Los escritores en español se enfrentan a desafíos propios, y más por ubicarse en una región asociada al subdesarrollo, la pobreza, las crisis políticas y sociales.
De acuerdo con el escritor y crítico colombiano Campo Ricardo Burgos, quien es autor, entre otros textos, de Veinte años en la literatura fantástica colombiana: 1990-2010, la creación hispanoamericana podría diferenciarse de la ciencia ficción “gringa” a través de historias enriquecidas con elementos propios.
Explica que los escritores de esta región pueden clasificarse en dos tipos: clones o experimentales. Los primeros reproducen estereotipos y escenarios anglosajones, mientras que los segundos se arriesgan a poner en marcha su capacidad inventiva. Estos últimos, dice, más allá de su éxito o fracaso, valen la pena porque se arriesgan y mezclan a los extraterrestres con el mate, los cuyes, los corridos, la salsa, la samba o los embotellamientos de Bogotá.
Él considera que Hispanoamérica debe asumir la herencia anglosajona en el género, pero para subvertirla y entreverarla con nuestra realidad cotidiana. “Quisiera ver más vampiros en los barrios pobres de Bogotá o Medellín, mutantes cocinando sancocho, viajeros del tiempo que vengan desde el siglo XXV a derrocar a Nicolás Maduro, o extraterrestres que no piensen igual que un gringo obeso de clase media que tiene en su casa 20 fusiles y bebe 100 cervezas diarias”.
Siguiendo esa premisa, podemos confiar en que los componentes hispanoamericanos son suficientes para generar seres extraordinarios que lleven en su ADN las peculiaridades de nuestros países. Esos seres potenciarían una identidad que necesita una inyección de orgullo.
En el Caribe también tienen batallas para defender y fomentar la ciencia ficción. Peter Domínguez, de 26 años, nació en Puerto Rico pero dice sentirse nativo de República Dominicana, pues creció y se educó en ese país.
Este autor cree que Hispanoamérica es una región con mucho espacio para la especulación; “creo que es perfecta para la ciencia ficción, ya que esta es una literatura de ideas. El futuro de nuestros territorios es un tema que necesita ser explotado y creo que lo está siendo por esta nueva generación de escritores”.
Domínguez es miembro del colectivo Mentes Extremófilas, que está integrado por escritores, ilustradores y artistas del cómic dominicano que buscan posicionar su trabajo creativo vinculado a la ciencia ficción, a la fantasía y al horror, entre otros géneros.
Algunos de esos jóvenes presentaron este año, muy orgullosos, la publicación Futuros en el mismo trayecto del sol: antología de ciencia ficción y fantasía dominicana. En noviembre celebrarán un congreso de literatura especulativa: ‘Caribe extremófilo’, en la Universidad APEC, de Santo Domingo (Rep. Dominicana).
Si avanzamos un poco más allá, cruzando el océano Atlántico. Irene Robles, de 23 años y quien vive en Alicante (España), ha publicado dos novelas del género: Último tren a la Tierra, en 2014, y La noche perpetua, en 2015. Ella cree que para impulsar y motivar la creación en este género en su idioma es necesaria una mayor difusión de las obras ya existentes. “La inspiración llega de cualquier forma, pero conocer otras historias es una gran manera de recoger ideas y desarrollarlas de forma personal”.
Ciencia ficción en otros formatos
Las visiones de mundos y seres superavanzados no siempre requieren cientos de páginas para manifestarse. Se condensan en relatos más cortos o se dibujan. El portal a esos mundos puede abrirse, además, a temprana edad.
“Es posible que la atracción por la ciencia ficción se iniciara desde cuando siendo un niño inventaba historias con mis amigos invisibles, incluso recuerdo que hacía historietas; aunque dibujaba muy mal, diseñé un superhéroe que todavía no he visto en la Marvel, así que un día de estos lo resucito”, recuerda Dixon Acosta, miembro fundador de la revista digital de ciencia ficción colombiana Cosmocápsula, que cesó sus publicaciones en junio de este año. Está en “congelamiento criogénico indefinido”, dice.
La revista se fundó en 2009 por iniciativa de su creador, David Pérez Marulanda, junto con Antonio Mora Vélez, Juan Diego Gómez y Acosta. En siete años publicaron 17 números que todavía pueden consultarse y descargarse en cosmocapsula.com. “Si bien la revista se publicaba cada tres o cuatro meses, el sitio web se actualizaba en línea con diferentes contenidos recibidos desde toda Hispanoamérica”. Uno de los números sí alcanzó a salir en papel.
También hay quienes dibujan sus ideas, pero eligen un camino independiente, lejos de las grandes editoriales, como Ernesto Murillo, ilustrador y dibujante profesional. Él cursa una maestría en Creación Literaria en la Universidad Central de Bogotá y, junto con los también ilustradores Hieloh (Héctor Agudelo) y Tuxo (Julián Tusso), ha fundado la editorial La Rola, en Colombia.
“Me atrajo la ilustración por la posibilidad de crear una unidad narrativa entre imagen y texto, expandiendo las posibilidades narrativas y semánticas de un relato”, dice Murillo.
Otros dibujan para perpetuar la identidad de su región. Édison Montero, ilustrador, historietista, muralista y escritor egresado de la Escuela de Artes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (República Dominicana), enfoca su trabajo en la búsqueda por crear un canon estético-visual del lenguaje especulativo caribeño. “Utilizando las expresiones del Caribe, mitos, elementos fantásticos, leyendas, mezclándolo en ocasiones con conceptos científicos y con la larga tradición de literatura especulativa universal para generar nuestras propias visiones del pasado, presente y futuro desde un imaginario paralelo”, describe.
Él ha sido ilustrador en varias productoras cinematográficas, publicitarias y casas editoriales y fue artista visual invitado, el año pasado, al festival multicultural Afropunk París.
Cine con efectos reales
¿Por qué historias de este tipo permanecen escondidas de la superficie de nuestro idioma? ¿Qué las mantiene en el subterráneo y no han conseguido despegar al estrellato como sí ha ocurrido con historias extranjeras? Uno de los probables motivos ya fue mencionado: los medios masivos de la región han hecho otras apuestas en entretenimiento, más conectadas a la realidad social. ¿Por qué? ¿Falta de financiamiento? ¿Es la calidad de las historias? Es un tema que abre muchos signos de interrogación.
“Lo importante no son los efectos especiales, es el guion. Hoy por hoy la cuestión no son los recursos, pues la tecnología ha disminuido la brecha abierta por el dinero, la cuestión es la creatividad”, dice el colombiano Dixon Acosta, quien sugiere la ciencia ficción doméstica (una denominación propia) como una alternativa. “El cuento del escritor ruso Víctor Saparin titulado Las botas mágicas me reveló aquellos temas alejados de las naves espaciales y de los viajes temporales, para centrarse en la cotidianidad que puede verse alterada por un cambio científico y/o tecnológico. Es cuestión de ser valientes y arriesgarse, con un buen guion todo es posible”.
Ficción que cambia la realidad
El hombre común cree que su entorno social y cultural es el único posible. El hombre genial considera que todo lo que existe es porque se ha decidido por consenso humano y es posible cambiarlo. El colombiano Campo Ricardo Burgos recuerda esa reflexión del filósofo alemán George Lichtenberg. “Si en América Latina aprendemos que casi nada o nada en el hombre es natural, y que casi todo o todo es un artificio que se puede elaborar de otro modo, no solo haremos la mejor fantasía y el mejor arte del mundo, sino también otra civilización”. Quizás esos “asuntos de niños” no solo sirvan para fantasear con superhéroes o mundos más avanzados. Tal vez sean una receta para convertirnos en el futuro que soñamos. (I)