La moda que salió de las pantallas cinematográficas
El cine ha sido fuente de inspiración para diseñadores y también para los cinéfilos atraídos por el estilo de sus estrellas favoritas.
Se requieren nervios y bastante cacumen para interpretar a una heroína de acción, y si se es parte de una nueva generación de mujeres maravilla que se despachan a los malos en las salas de cine hoy día, se requiere un guardarropa muy resistente por el cual morir.
Trish Summerville, quien diseñó el vestuario de la película La chica con el dragón tatuado (de David Fincher), tiene muy clara la fórmula, y salpicó una serie de entrevistas recientes con una lista de cosas esenciales para la chica rebelde: chamarra de motociclista, abrigo largo con capucha, chaqueta calada de punto y camisetas deshilachadas, los componentes, da la casualidad, de una microcolección que lanzó Summerville en diciembre como homenaje al personaje central de esa película.
Ella es Lisbeth Salander, la ágil pirata cibernética que interpreta Rooney Mara en la adaptación estadounidense al cine de la novela de suspenso de Stieg Larsson, con los ojos pintados con delineador rojo, pírsines estrafalarios y tatuajes que sugieren un híbrido de extraterrestre y maleante callejero. Un retrato hosco en gris y negro, también es el fenómeno popular más reciente que impulsa el resurgimiento del cuero y los picos, vaqueros deshilachados y botas de combate zarrapastrosas.
El estilo Salander, una mezcolanza subversiva de gótico, punk, rock clásico y prendas fetiche, tiene un torrente de contrapartes fuera de la pantalla. Incluyen los uniformes listos para la batalla en negro sobre negro que adoptaron gente de la moda, como Kate Lanphear, la editora de Elle, y los atuendos atípicos del grupo de rap y rave, Die Antwoord, cuyas palidez cerosa, cuerpos delgados y cabello disparejo traen a mente a los extraterrestres.
Se refleja, hasta cierto punto, en los guardarropas de las hermanas del celuloide de Mara, las problemáticas antiheroínas, como Mallory de Haywire, una campeona de artes marciales que va a toda velocidad en una motocicleta por todo Dublín y usa atuendos de vaqueros y piel, y Katniss Everdeen, la guerrera adolescente de The Hunger Games, una aventura postapocalíptica de próximo estreno.
Salander, un modelo a seguir
Sin embargo, Mara tuvo que revivir un estilo que los clones de Kate Middleton eclipsaron de las pasarelas a últimas fechas, e infundirle un atractivo perverso. La imagen de Mara, una prolongación de su personaje fílmico de elegancia aguda, ha sido todo menos inescapable, salpicada en las portadas de las revistas W y Vogue, que mira fijamente desde los carteles de la película y se materializa en las galas de alfombra roja.
El suyo es “el personaje más dinámico que no saltaba de la pantalla desde hacía tiempo”, dijo Rocky Rakovic, un experto en contracultura y editor de la revista Inked. Culpa, dijo Rakovic, a la furia inconformista de Salander.
Como Noomi Rapace, quien interpretó a Salander en la versión sueca de la cinta, Mara aporta una sexualidad ambigua al papel. Leslie Simon, la autora de Geek Girls Unite: How Fangirls, Bookworms, Indie Chicks, and Other Misfits Are Taking Over the World, notó que la ropa de marimacho de Salander ha sido la norma en Hollywood desde hace mucho, donde persiste la convicción de que una justiciera “no puede ser femenina para hacer estereotípicamente lo que es el trabajo de un tipo”.
No obstante, metida en torneados vestidos largos con tintura gótica de etiquetas como Nina Ricci y Prabal Gurung, ya que este año le toca ser una estrella de la alfombra roja, Mara suavizó su personaje cinematográfico con una ligera feminidad.
Su aspecto melancólico en la película refleja eso en varias colecciones en las pasarelas de otoño. Louis Vuitton y los Alexander, McQueen y Wang, estuvieron entre un puñado influyente de casas de modas que ofrecieron variaciones exaltadas de la elegancia urbana industrial. Se resucitó un estilo más indómito en la presentación de alta costura de Givenchy para la primavera. Ahí, el diseñador Riccardo Tisci adornó a sus modelos con múltiples pírsines y una armadura de piel de cocodrilo.
Los mercaderes de la corriente principal ofrecen sus propias interpretaciones catastrofistas, entre ellas, las más accesibles son la colección de 30 piezas de Summerville para H&M; las chamarras de motociclista de odre AllSaints; vaqueros deshilachados de J Brand y de Trash and Vaudeville, y collares con cadenas de picos y botas con agujetas en Hot Topic.
Accesorios
El semblante ultramundano de Salander se refleja en los amenazantes anillos, mancuernillas y aretes de Pamela Love y Eddie Borgo, las peinetas con picos metálicos de Maison Michel y Jennifer Behr, cuyas cintas para el cabello con picos fueron un éxito en el desfile de modas de Fendi en Milán el año pasado.
Hasta una línea de barniz para uñas de StrangeBeautiful con 10 tonos de negro es una ingeniosa extensión de la tendencia. Los artistas del tatuaje están haciendo su agosto. ¡Lo que ha hecho Salander es inspirar a las mujeres a que se hagan tatuajes con su propio mensaje en mente, notó Rakovic de Inked.
Lo mismo que los salones de belleza de lujo. “Las chicas han llegado a mi salón del centro de la ciudad pidiendo cortes más severos”, dijo Sally Hershberger. “He estado haciendo muchos microflequillos romos y muchos estilos cortos”. El aspecto, agrega, “dice: ‘No te metas conmigo’. Es sexi en una forma nueva y firme”.
Estilos ‘geek’
Sin embargo, la destreza en una era de información a menudo se equipara con el cacumen tecnológico. “Hoy es probable que la heroína de acción sea una maestra en la piratería informática”, dijo Jeremy Gutsche, el editor de Trendhunter, una publicación en internet.
Es un tipo, dijo Gutsche, que está a tono con las mujeres adolescentes y de veintitantos años. También ejerce una fascinación espeluznante en el público en general, en parte porque la piratería informática sigue siendo un tabú. “Pocas personas entienden qué es”, dijo Simon, la autora de Geek Girls, “y nadie realmente conoce su rostro”.
Un anonimato estudiado, transmitido por el cabello disparejo, ropa sin marca y un aura de solemnidad, son la expresión externa de un arquetipo duradero que tiene una deuda con la cibernética Molly Millions de Neuromancer (novela de ciencia ficción), cuyos lentes plateados quirúrgicamente insertados, vaqueros entallados de cuero negro y cuchillas de doble filo que salen de sus dedos están impresos en la mente de los seguidores de William Gibson.
También hay un poco de Cayce Pollard, la cazadora con aversión a las marcas de la novela Pattern Recognition de Gibson –un parangón de modestia en camisetas para caballero Fruit of the Loom, vaqueros negros 501–, cuya ropa no tiene logotipos y el cabello “se le para como si fuera un cepillo para escusado”, como lo describe Gibson.
Esa forma de vestirse “es una y la misma que la forma en la que viven estos personajes”, dijo Diane Leach, quien escribe en PopMatters, una revista en internet. Los pantalones ajustados de Salander, dijo, recuerdan a la rockera Joan Jett, quien, a pesar de su poca estatura, “proyecta a este personaje enorme”.
Salander, también chiquita, parece igual de alta, ya que su imagen enorme es fruto de su absolutismo moral. “La corrupción la ofende”, observó Leach, “y el deseo de arreglar las cosas es lo que la motiva”. Anota nombres y reparte venganza. Y, dijo Leach, “y no hará eso con un par de zapatos Miu Miu”.
“Las chicas han llegado a mi salón del centro de la ciudad pidiendo cortes más severos. He estado haciendo muchos microflequillos romos y muchos estilos cortos.
El aspecto ‘no te metas conmigo’ es sexi en una forma nueva y firme”.
Sally Hershberger, estilista de Los Ángeles