Lucy, primera caminante
La diferencia entre el hombre moderno y nuestros ancestros radica en los hábitos. Hemos pasado de una sociedad cazadora recolectora a otra más sedentaria.
Nacimos para caminar. Desde este punto de vista, el hombre moderno está luchando en contra de miles de años de historia evolutiva y en los mejores intereses de nuestros cuerpos cuando permanecemos sentados todo el día.
La tribu Hazda de Tanzania, considerada una de las últimas tribus del planeta que lleva una vida como la de hace 10.000 años, es una sociedad cazadora-recolectora por excelencia que se alimenta de la caza, el forraje, miel y tubérculos. Son eminentemente caminantes.
Un estudio de la Universidad de Yale demostró que sus miembros tenían una frecuencia cardiaca envidiable y perfiles excelentes del colesterol a través de su vida, incluso profundamente en edad avanzada. Se concluyó que nuestro corazón desea el trabajo y la actividad, y cuando el pulso raramente es acelerado, puede aparecer una patología negativa.
Herencia ancestral
A la fecha, no existe duda para los investigadores de que nuestros antepasados eran los monos y los chimpancés son nuestros primos. Como todos los monos actuales descendemos de pequeños animales que vivían en los árboles hace 60 millones de años. Los seres humanos son una de las doscientas especies actuales de primates.
Los gorilas, los humanos, los chimpancés y los bonobos se agrupan en la familia de los homínidos. La observación de los grandes monos como el gorila nos ayuda a comprender cómo eran nuestros antepasados y cómo somos hoy.
Mirando a Lucy
Hace unos 7 u 8 millones de años, África albergaba un gran número de simios diferentes. Uno de ellos dio origen a dos grupos distintos: por una parte, los simios de los bosques, antepasados de los chimpancés; y por otra parte, los simios adaptados a un medio más abierto, a las sabanas y arboleda. Estos dos ambientes naturales fueron creados por el Gran Valle del Rift, en el oriente de África. Estos simios bípedos son el origen de numerosas especies de australopitecos y del hombre arcaico. De esta proliferación de simios bípedos y prehumanos, no queda más que una sola especie: la nuestra.
Una muestra de este periodo de evolución del hombre es la mundialmente conocida Lucy. Uno de los primeros australopitecos que están fechados de alrededor de 3,2 millones de años. Su gran característica es que era caminante, razón que quizás fue también la razón de su muerte.
En agosto del año anterior, científicos de la Universidad de Texas (Estados Unidos) anunciaron que posiblemente murió por las heridas sufridas al caer de un árbol desde una gran altura. Es la conclusión tras analizar sus fósiles por tomografía computarizada. Según los resultados presentados en la revista Nature, las fracturas de los huesos de la homínida son similares a las de personas que mueren por caídas.
Su esqueleto fue descubierto en 1974 en la región de Afar (Etiopía). El esqueleto presenta un pequeño cráneo similar al de un no-homínido simio, bípedo y en posición vertical, parecido a los seres humanos y otros homínidos. Esta combinación es compatible con la vista de la evolución humana de que el bipedalismo (caminar en dos pies) contribuyó al aumento en el tamaño del cerebro.
Se piensa que Lucy pasaba mucho tiempo en los árboles por su relación de fuerza entre los brazos y las piernas. Pero su pie es muy parecido al nuestro, sugiriendo que ella era más una caminadora. Quizás debido a ese motivo había perdido habilidad en los árboles. Por eso se derrumbó en una de sus escaladas.
La teoría de la evolución nos obliga a reconocer nuestro origen animal y plantearnos la cuestión de qué es lo que nos separa de los animales. Se han propuesto criterios, como la utilización de herramientas, el lenguaje, el sentido de humor, la religión o la producción de arte.
Antes de practicar un lenguaje articulado como el nuestro, los primeros seres humanos se habían comunicado entre ellos por sonidos, por mímica o gesto. Para articular las palabras, es preciso poseer un sistema de producción de sonidos de cuerdas vocales y la modificación de tono y ritmo por lengua y garganta. Es preciso tener un cerebro que coordine el conjunto y comprenda las palabras. Solo el hombre tiene tales características.
Pero siempre se destaca también esa habilidad para caminar en dos piernas. Ver a los primates hacerlo es vernos a nosotros en nuestros orígenes. Es una ventana clara hacia nuestra evolución. Y ese desarrollo humano va en contra del sedentarismo. (I)