Romario de Souza: Más goles hasta en el Congreso

01 de Julio de 2012
  • “Brasil está muy atrasado y necesita despertar. Nosotros los brasileños, afortunada o desafortunadamente, dejamos mucho para el último momento. Esto significa que nos robarán muchísimo dinero”.
  • En las playas de Río de Janeiro es común ver a Romario en partidos de futvoley con amigos.
  • Ataviado con ropa de ‘congresista’, se alista para su trabajo en política.
SIMÓN ROMERO THE NEW YORK TIMES

Fue el sexto diputado más votado de Río de Janeiro. Le gustaría reeditar en política el éxito que tuvo al ganar una Copa del Mundo en 1994.

En una carrera futbolística que se extiende varias décadas, Romario de Souza Faria, el querido granuja del juego hermoso en Brasil, disfruta enormemente de la provocación. Festejaba hasta el amanecer mientras sus compañeros de equipo cumplían con la hora límite; peleaba con los hinchas; desprestigió reiteradamente al gran Pelé y era común que se burlara de tener que entrenar.

“¿Seré entrenador en el futuro?”, se preguntó alguna vez, antes de anotar su gol número mil y colgar los botines. “Ni hablar. Nunca podría aguantar a alguien como yo”. Claro, de cualquier forma fue entrenador por un periodo en su antiguo equipo, el Vasco da Gama.

Ahora, no obstante, Romario, como se le conoce, está alborotando otra vez a los brasileños en un ámbito nuevo: la política.

Elegido al Congreso en el 2010 para representar a Río de Janeiro, Romario, de 46 años, con más de unas cuantas canas, ha surgido como uno de los legisladores más expresivos de Brasil en la defensa de los derechos de los discapacitados, en hacer críticas mordaces de la cultura política brasileña y los preparativos para la Copa Mundial 2014.

Aún más sorprendente, Romario, quien alguna vez observó con indiferencia que los compañeros de la selección nacional de fútbol llegaran al entrenamiento matutino más o menos al mismo tiempo en que él llegaba a su casa de los centros nocturnos, también está entre los legisladores que más trabajan en Brasil y tiene un récord de asistencia casi perfecto.

“Todos tienen la tendencia a evolucionar”, dijo Romario en su penthouse en la Playa Pepe, una de las franjas de arena más exclusivas de Río. En efecto, Romario parece haber tenido un cambio personal al grado en el que los transeúntes reaccionan tardíamente cuando lo ven. Con anteojos y a menudo ataviado con trajes oscuros, casi se podría confundir al exgoleador de un metro y 65 centímetros, cuyo apodo sigue siendo Baixinho (el Chaparrito), con un auditor.

Trabajo en el Congreso

El Congreso de Brasil recibe a los recién llegados cortados con tijeras poco convencionales. Un payaso profesional llamado Tiririca ganó en las elecciones del 2010 gracias a un voto de protesta. El boxeador Acelino Freitas, conocido como Popo, y dos jugadores de fútbol, Danrlei de Deus Hinterholz y Deley de Oliveira, redondean una lista de exatletas profesionales que ahora son legisladores.

Sin embargo, ninguno tiene el poder de estrella que Romario, cuyo viaje de boca de gol a la Cámara de Diputados sigue siendo asombroso, incluso para él. La incursión en la política, dijo, tuvo sentido solo después de la llegada de su sexta hija, Ivy, que nació con síndrome de Down en el 2005.

Contó que fueron pavorosos los primeros momentos después de enterarse de la situación, en los que se preguntó: “¿Qué hice? ¿Estoy pagando por algún pecado pasado?”. Dijo que su esposa, Isabella Bittencourt, lo tranquilizó diciéndole que Dios les había regalado a Ivy.

En retrospectiva, ahora dice que su hija lo ayudó a madurar dándole un propósito como político. Tras ingresar al Partido Socialista empezó a centrarse en los derechos de los discapacitados. Jugó un papel decisivo en la aprobación de una legislación, nombrada en parte en honor a su hija, por la cual se crean subsidios especiales para las personas con discapacidades.

“Finalmente me acostumbré a Brasilia”, dijo sobre la capital, mientras explicaba que le llevó meses entender la importancia del protocolo arcano de jerarquías y decoro en el Congreso.

No obstante, lo irritan los discursos de pura palabrería de los compañeros legisladores. Al igual que el enfoque aparentemente relajado que tienen sobre el trabajo de legislar. “Tengo tres semanas en Brasilia y no pasa nada”, dijo Romario en un mensaje en Twitter. “¿El año realmente comienza después del carnaval?”.

Mundial de Fútbol 2014

Las críticas de Romario sobre la élite política brasileña se intensificaron en las últimas semanas al centrarse en los preparativos para la Copa Mundial 2014, que han estado plagados de escándalos de corrupción, retrasos en las construcciones y huelgas de los trabajadores en los sitios donde se construyen estadios.

Sacando de quicio a la FIFA, el organismo que rige al fútbol internacional, los legisladores brasileños también discutieron durante meses por una polémica iniciativa de ley para proporcionar el marco jurídico a la Copa Mundial, y las autoridades brasileñas se molestaron ante la posibilidad de vender alcohol en los estadios.

Jerome Valcke, el secretario general de la FIFA, hizo enfurecer a las autoridades deportivas brasileñas cuando se refirió hace poco a los retrasos, empleando la polémica frase de que se requería una patada en el trasero para que se hicieran las cosas. Mientras el Senado finalmente aprobaba la ley sobre la Copa Mundial en mayo, Romario dijo que, desafortunadamente, tuvo que estar de acuerdo con Valcke.

“Tiene toda la razón”, dijo Romario, y reconoció que se podría haber perdido algo en la traducción de las palabras de Valcke. “Brasil está muy atrasado y necesita despertar”, señaló. “Nosotros los brasileños, afortunada o desafortunadamente, dejamos mucho para el último momento. Esto significa que nos robarán muchísimo dinero de nuestros bolsillos”.

Romario, al explicar que teme que las constructoras pudieran estar retrasando las obras a propósito para darle la vuelta al proceso normal de las licitaciones y las auditorías, no es el único que expresa abiertamente su inquietud en cuanto a los preparativos de Brasil. Sin embargo, su prominencia en el mundo del fútbol y sus orígenes en las barriadas de Río hacen que sus puntos de vista tengan resonancia.

Más personal

Nacido en la favela de Jacarezinho, su familia se mudó a Vila da Penha, otro distrito arenoso, cuando tenía tres años. Reclutado cuando adolescente para jugar en el Vasco da Gama, siguió su estrella a Europa, donde jugó en el PSV Eindhoven en los Países Bajos y en el Barcelona de España.

Sin jugar en la Copa Mundial 1990 por un tobillo inflamado, logró la grandeza con la victoria de Brasil en la de 1994, anotando prolíficamente y ondeando la bandera en señal de triunfo en la cabina del avión DC-10 fletado que transportó de EE.UU. a Brasil a la selección nacional.

Brasil también tuvo una probada de cómo Romario cree tener derechos, después de que estalló un escándalo por la decisión de las autoridades fiscales de permitir que la escuadra victoriosa regresara con televisores, asadores de carne, com putadoras y otros artículos sin pagar aranceles. “Representamos a Brasil”, dijo en ese entonces. “Si no me dan mi equipaje, voy a regresar mi medalla”.

La disposición de Romario a decir lo que piensa con comentarios creativamente mordaces, a menudo usando la jerga de las calles de Río, resaltó su notoriedad. Alimentando hasta la fecha algunas rencillas, sostiene un pleito de lenta ebullición con Pelé, quien cuestionó la validez del conteo de mil goles de Romario.

“Cuando Pelé está callado, es un poeta”, dijo Romario. Sin embargo, cuando abre la boca, dijo, no aporta nada.

A pesar de los trajes hechos a la medida, los anteojos y otros arreos del poder en Brasilia, Romario insiste en que sigue siendo el mismo hombre que corría por toda la cancha. Pareciera que la controversia se adhiere a él, como cuando le quitaron la licencia para conducir el año pasado en un retén policial porque se negó a someterse al alcoholímetro.

“Era mi derecho negarme”, dijo. Además, comentó que haber usado un enjuague bucal podría haber indicado erróneamente que había estado bebiendo e insistió en que rara vez se da gusto con alguna bebida habitual, como no sea el vaso ocasional de vino “prosecco”. Más aún, dijo que recientemente votó para aprobar una ley por la cual se haría obligatorio el alcoholímetro para los choferes que se sospeche estén ebrios.

Aunque han evolucionado sus puntos de vista políticos –o al menos se encuentran en estado de cambio–, los relativos al fútbol siguen siendo tan obstinados como siempre. Todavía piensa que los anotadores prolíferos merecen más privilegios que los demás jugadores. Habló bien del talento de algunos goleadores, incluidos Neymar da Silva Santos Junior, de Brasil; Lionel Messi, de Argentina; y Cristiano Ronaldo, de Portugal. Sin embargo, un respeto a regañadientes es una cosa y la humildad, otra.

Cuando se le preguntó si estos goleadores excepcionales están a su nivel de talento, dijo que no. “Son grandes jugadores, pero no son Romario. Para pasar a la historia como Romario”, continuó –refiriéndose a él mismo en tercera persona, como es su costumbre–, “tienen que ganar una Copa Mundial”.

Con esas palabras cambió la mirada hacia la arena de Playa Pepe. Le llamaba la atención un partido de futvoley, un deporte playero brasileño en el que se combinan el fútbol y el voleibol, y requiere de una destreza asombrosa. Era viernes, después de todo, y los corredores del poder en Brasil parecían muy lejos.

Insistió en que es el mismo Romario de siempre y que sigue siendo fuerte su gusto por las escapadas nocturnas y las disputas públicas. Sin embargo, en un raro destello de introspección, también reconoció que esas acciones tienen consecuencias. “Yo pago mis propias cuentas”, dijo. “Siento mi propio dolor”.

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