Alimentos y salud: Contra el reloj
“En Green Bar la extensa carta de jugos vegetales denota creatividad y amor al arte del buen comer. El café expreso llega de Montecristi, los batidos son divertidos, los sándwiches frescos, variados...”.
Recuerdo mi infancia, el pueblito de 3.000 habitantes, el contacto con la naturaleza, huevos criollos, gallinas alimentadas con trigo, leche fresca, legumbres y frutas amorosamente cultivadas en el huerto paterno. En mis últimos viajes a EE.UU. y a Europa me topé con aquella fiebre que manifiesta la gente hacia todo lo orgánico.
La palabra bio se convirtió en llave de la buena salud. Me acostumbré a vivir en una ciudad de cemento, voy cada semana al supermercado con la misma lista, mi despertar se debe a una visita que hice esta semana a Green Bar, un sitio encantador, una bombonera diría yo para describir aquel nido donde vuelve a cantar la naturaleza: decoración a base de madera, colores múltiples de jugos increíbles.
Allí reinan Carla Noboa (propietaria) y Celeste (administradora), ayudadas por un personal debidamente entrenado. De repente acuden a mi memoria versos de Lamartine: “Quand tout change pour toi la nature est la même et le même soleil se lève sur tes jours” (Cuando todo cambia para ti, la naturaleza sigue siendo la misma y el mismo sol inunda cada día). Me dejé tentar por un jugo del más brilloso color verde, una sensación de fresco bienestar baña mi garganta, podría fácilmente volverme fan de este sitio.
Ponemos gasolina súper y aditivos en el tanque del auto, pero nuestro organismo también necesita depurarse, desintoxicarse. El tracto digestivo requiere una primavera de sabores, hablamos de alimentos verdes que pueden cuidarnos: aguacate, pimiento, pepino, manzana, kiwi, habichuelas, espinacas, col de Bruselas, brócoli, té verde, perejil y tantos más.
Obtener la quintaesencia, el concentrado es rejuvenecer nuestro organismo. Haré la cura de tres días porque es irrebatible el bienestar que proporcionan los vegetales. Epicuro es carnívoro, pero le gustan aquellos alimentos frescos que proporciona la naturaleza, realiza mermeladas insólitas, naranja con whisky y wasabi, cascos de naranjillas con apio y tomate verde. También le gusta que canten colores, fusionen sabores, hacer confituras o jaleas de chardonnay, de malbec con azúcar y pectina, le gustan las vainitas de vainilla verdadera, no esencias de laboratorios.
Epicuro disfruta cuando regresa de la Península de Santa Elena, de Salitre, de la Sierra o de Manabí comprando lo que los nativos del lugar proponen en la carretera, aquella miel con un trozo del panal, leche de vaca sin cartón, hallullas, membrillo, panes, galletas, cocadas, el crocante amor con hambre, habas con sal, lo que sea.
En Green Bar la extensa carta de jugos vegetales denota creatividad y amor al arte del buen comer. El café expreso llega de Montecristi, los batidos son divertidos, los sándwiches frescos, variados, se respira un ambiente diferente, se contagia la ética que proponen Carla y Celeste.
Fuera de todo lo que es verde cantan el anaranjado de la zanahoria, el color violeta de la remolacha, el amarillo del banano, más polvos mágicos extraídos de frutas o vegetales. La sandía atrajo mucho a los grandes pintores, los artistas del siglo XVII ponían en sus bodegones y naturalezas muertas todo lo que los ojos podían encontrar en la cocina.
Green Bar es vida, es Ecuador, visítenlo.