¿Los mejores?: Vinos del mundo
“El paladar nuestro necesita, es cierto, una esmerada educación, pero es grato saber saborear un vino de cualquier precio, quedándonos con el que más adula nuestros sentidos”.
¿Pero quién se atrevería en el siglo XXI a decir cuál es el mejor vino del planeta? Un hombre lo hace, es una especie de gurú cuyo paladar particularmente sensible y educado le permite evaluar la calidad de un vino en cuestión de segundos. Tiene un sistema de críticas basado en 100 puntos. Clasifica al vino en una escala de 50 a 100 puntos, en atención al color y la apariencia, aroma y bouquet, sabor y acabado, potencial o nivel de calidad global. Por lo tanto, son posibles 51 puntuaciones diferentes, y no 100. Un vino que tuviese menos de 50 puntos sería un vil brebaje.
Los vinos realizados especialmente para obtener una alta puntuación en la clasificación de Parker a menudo se los llama parkerizados (en inglés parkerized). Debido a su influencia y al cambio de algunos estilos de vino tradicionales que representan los vinos parkerizados, Robert Parker es a veces objeto de críticas o puede cometer graves errores de interpretación, sin embargo su firma dispara el precio de los caldos y su baremo preocupa a todos los bodegueros. Así es Robert Parker con sus célebres rankings para la revista The Wine Advocate.
Recuerdo haber probado en los mismos viñedos de Concha y Toro un Carmenere delicioso cuyo precio, algo alto, era sin embargo muy abordable. Cuando quise en el 2014 comprar en Guayaquil una botella de este mismo Carmín, ícono del enólogo Ignacio Recabarren, me dieron como precio $325. El Chadwick rebasó los $400. Cuando le pregunté a Ignacio solo contestó: “A veces suceden milagros, los enólogos somos algo alquimistas”.
¿Será que los vinos, al igual que los autos, pueden presentar abismales diferencias en su precio? De cierto modo sí. Entre un auto que nos anuncia mil doscientos centímetros cúbicos y la poderosa máquina de un Lamborghini que permite alcanzar una velocidad de 350 km/h, resulta lógica la diferencia de precio. Pues si debo comparar un vino de cien puntos con uno de 70, debería del mismo modo palpar enormes diferencias. Sin embargo, no es tan simple el asunto.
Cuando se reúnen catadores de fama internacional puede variar muchísimo su apreciación frente a la misma botella. Por ejemplo, Brascó y Portelli tuvieron una diferencia de 20 puntos al catar un excelente Achaval Ferrer. En una cata a ciegas de once vinos de Burdeos de la añada 2001, auténticos expertos mundiales dieron el segundo puesto a un vino muy barato ($ 15), un Château Reignac, mientras el mítico Château Petrus ($ 3.000 la botella, uno de los vinos más caros del mundo) quedaba en octava posición. En todas partes se cuecen habas.
El paladar nuestro necesita, es cierto, una esmerada educación, pero es grato saber saborear un vino de cualquier precio, quedándonos con el que más adula nuestros sentidos. A esta altura un Petrus, un Pingus, un Barolo muy añejo, un Priorato catalán de 16 grados pueden ser los Lamborghini o Ferrari, pero un La Cumbre, un Don Melchor, un Folly 2000, un Errázuriz, un Clos Apalta, un Kai, un Almaviva, un Casanova di Neri, siguen entre mis predilectos. El vino, como la música, busca solamente proporcionar placer.
Aprecio lo que Ecuador ha logrado con su Paradoja, su Enigma y su Travesía. Fueron los primeros vinos nuestros dignos de este nombre. Se han vuelto muy respetables, aunque de precio algo disparado por causa de los costos y de la escasa producción. (O)