Lugar que me flechó: Con toque femenino
Observé que la gente suele instalarse allí (Coffee Brown) para largo, disfrutando la vista del paisaje con luces reflejadas en el río por las noches, majestuoso a la luz del día, las puestas de sol han de ser impresionantes”.
Pocas veces experimenté aquella sensación de bienestar, la que me invadió apenas ingresé. Tres mujeres: Helena, Alison, Melissa, nos recibieron en este sitio que conserva un no sé qué de femenino encanto: la pulcritud, el orden, cada cosa en su sitio, una pizarra con el menú, una carta diminuta con lo esencial. No es un restaurante, pero la palabra cafetería tampoco cabe aquí. A través de una puerta de cristal, una impresionante vista al río Daule; muy muy cerca, al pie, una terraza para el día, una sala de pocas mesas con aire acondicionado para la noche.
No encontré nada que pudiera criticar: todo sencillo y bueno, el apetitoso sánduche que escogió mi nieta con un pan recién horneado, salami, jamón, tomate, la quiche lorraine que pude saborear en el adecuado punto, con su masa crujiente, un relleno con su toque ahumado, todo servido con la extrema amabilidad de Melissa.
Quiero decir que resulta admirable que tres mujeres hayan podido, a punta de férrea voluntad, con impecable profesionalismo, crear este simpático rincón donde se sentirán a gusto los enamorados, los padres de familia, los abuelos con sus nietos, las amigas que desean reunirse.
La sangría fue otra sorpresa, aprecié que la hagan con vino blanco, frutas donde la naranja y la mora destilan un toque aromático de gran delicadeza.
Los precios constituyen otro atractivo pues con dos quiches, un sándwich de buen tamaño, una jarra de sangría, los espectaculares capuchinos sobre fondo de nutella con minúsculas pepitas de chocolate coronando el vaso, una rebanada grande de torta de chocolate que mi nieta quiso llevarse a casa, todo con IVA incluido por apenas $ 30.
Recordemos que la quiche lorraine es como una tarta, pero de sal, con sabor definido de tocino o jamón ahumado, huevos, quizás algo de crema, se puede comer fría o caliente. La receta nació en Francia, pero se volvió pronto internacional.
Lo fuerte de Coffee Brown son los desayunos, los jugos frescos, las humitas, el plato ranchero con huevos y salchichas, el chocolate calientito, el excelente expreso que ustedes pueden convertir en affogato (una bola de helado de vainilla metida en un café concentrado), postres del día, decoración sencilla, pero cálida con frases decorativas que rezan cosas como “No hay wifi, tienen que hablar entre ustedes”, aquel consejo de “Soñar despierto, de negar el paso del tiempo” pues solo se aplica a los quesos debidamente fermentados y a los vinos añejos.
Se siente tranquilidad, algo que está en el ambiente y se contagia, no se llega aquí para una cena o platos fuertes, aunque están en la carta las posibilidades de un lomo fino de un pollo horneado o al barbacoa.
Observé que la gente suele instalarse allí para largo, disfrutando la vista del paisaje con luces reflejadas en el río por las noches, majestuoso a la luz del día, las puestas de sol han de ser impresionantes.
Coffee Brown se halla un poco lejos, en el kilómetro 18 de la av. León Febres-Cordero (autopista La Aurora-Pascuales), en el c. c. Mix Center, pero puedo asegurarles que vale la pena el viajecito, es como salir del bullicio de la urbe, llegar a otro planeta. Hasta diría que es el lugar ideal para quienes tienen paz en el alma, no andan con prisa. Sin bombos ni platillos, Coffee Brown me flechó el corazón. Salí de allí más enamorado de mi nieta al verla tan feliz. (O)