Oasis en Machala: Dos décadas después
“El Hotel Oro Verde, bajo la gerencia de Fernando Pareja, ha dado un giro impresionante... No reconocí el hotel que recordaba tal como era hace dos décadas; ha sido una transformación integral”.
No quisiera que sonara como piropo porque de verdad lo sentí en el alma. Contratado para dar una conferencia sobre el subconsciente y los mecanismos de defensa, pude compartir una cena, palpar la cordialidad, la espontaneidad de los machaleños. Había formado al personal del Hotel Oro Verde hace de eso unos veintitrés años; poder cenar con los colaboradores que siguen laborando allí fue una experiencia muy grata.
El Hotel Oro Verde, bajo la gerencia de Fernando Pareja, ha dado un giro impresionante, merece sus cinco estrellas por lo que ofrece a sus visitantes: salones apropiados para eventos, grandes jardines tropicales, cafetería, restaurante, Deli-gourmet, habitaciones, suites de gran confort, piscina al aire libre. No reconocí el hotel que recordaba tal como era hace dos décadas, ha sido una transformación integral. El resultado está a la vista, ahora luce un toque de generosa y lujosa hospitalidad.
El chef Wilmer Bueno ha tenido una formación algo clásica, pero le gusta elaborar cocina de autor. Aprecié mucho su sencilla crema vichyssoise con salmón ahumado, mantequilla de langostino, cabeza de espárrago. Su bocado basado en tinta de calamar fue otro acierto. El pato merecía una salsa más generosa, no solo una finísima cobertura, porque la carne del palmípedo, al estar muy cocida, tiene tendencia a resecarse.
Detrás de los nombres que pueden figurar en un menú pomposo debe haber la realidad esperada por los paladares exigentes. Aconsejaría que mandasen al chef por un par de semanas al Hotel Oro Verde Guayaquil para que termine de pulirse con la gran experiencia y talento de Antonio Pérez. También hay que revisar los minicroissants del bufé-desayuno, la masa de mil hojas debe siempre ser crujiente, laminada, delicada. En el almuerzo lo que parecía ser una crema catalana o crème brûlée fue en realidad una mullida receta en la que no se usó maicena para espesar sino huevos enteros, yemas con azúcar y vainilla; resultaron sabrosísimos los œufs au lait de los franceses.
El tinto Don Melchor que se sirvió en la cena reveló típicos sabores de fruta roja, aceituna, notas minerales (grafito), grado alcohólico intenso, probablemente 14 1/2, muy lleno en boca, impresionante en el retro nasal, largo final, fue espectacular. El Château francés lo siguió de muy lejos.
A medida que llegaban los diversos vinos, los asistentes, tan calladitos al inicio, se enfrascaron en apasionadas conversaciones. Recuerdo nombres cosechados al paso durante mi día de permanencia en el hotel: Diego, Leonardo, Miguel, Rosa, Narcisa, Miriam, Mayra, Manuel. Pienso que cada ser humano encontrado en el camino nos enseña algo, es el lujo de las relaciones humanas que tanto aprecio.
Existe en Machala una pequeña cofradía que une a los amantes del vino. Tuvieron la gentileza de obsequiarme una hermosa placa de mármol pulido con un hermoso logo dedicado a Epicuro. Doy mucha importancia al conocimiento de los vinos que es parte de la cultura, más aún ahora que Ecuador tiene sus propios viñedos y botellas de calidad.
Parte del atractivo que luce el Hotel Oro Verde de Machala es la luminosidad obtenida mediante grandes ventanales que integran el ambiente exterior, también el muy amplio hall de entrada. Se evita aquella sensación de claustrofobia que tienen ciertos establecimientos. Fernando Pareja merece el más efectivo respaldo de los machaleños. (O)