Precios razonables: Pero ojo a los detalles
“Una vez inspirado por el mural de las doscientas botellas pedí la carta de vinos, bien ideada por cierto, escogí un espumante francés Marquis de La Tour: me contestaron que no había...”.
He aquí el ejemplo de un buen restaurante que podría llegar a ser excelente si lograse enmendar ciertas falencias. Bien ubicado en Plaza Lagos, dispone de un local ideal para este tipo de comida: sala de regular tamaño en la planta baja donde caben cinco o seis mesas y mezanine con capacidad para 18 personas. Tratándose de un restaurante español, la decoración utiliza trajes de luces, capotes de torero, la cabeza disecada de un toro de lidia, pero más me llamó la atención un enorme mural realizado con 200 botellas de vino. La primera impresión por estos motivos resulta muy positiva.
Como tentempié ofrecen papitas cocidas con cáscara y servidas con salsa de alto gusto. El detalle, para mí sabroso, podría desorientar a ciertos clientes, pero debemos recordar que se ha vuelto frecuente consumir ciertas legumbres con su envoltura. Un paté-crema con tostadas es parte de los posibles bocados. Se trata de los clásicos hígado de pollo ligeramente saltados, luego pasados por el procesador con mantequilla o crema. El chef Fidel Tapia podría lograr un toque más sofisticado añadiendo un dejo muy discreto de oporto o de vino dulce.
Los chipirones (nombre que se da a los calamares más pequeños) se prestan para ser rellenados y los que ofrece El Pintxo son sabrosos.
La carta propone tapas calientes o frías, se destacan croquetas de pollo, jamón o pescado, chorizos al vino, pulpo a la gallega, al ajillo o a la parrilla, riñones al jerez, empanadas, entre otros, sin que falte por supuesto la tortilla española. Podrán servirse jamón de Jabugo o serrano importado, queso manchego nacional bastante bien logrado. El jamón de Jabugo alcanza, obviamente, un precio elevado.
¿Cuál es el pero? Pues una vez inspirado por el mural de las 200 botellas pedí la carta de vinos, bien ideada por cierto, escogí un espumante francés Marquis de La Tour y me contestaron que no había. Como tampoco existía el tinto de Casa Lapostole, seguí solicitando un Luigi Bosca, el que de igual modo no había. La misma suerte corrió el Max reserva hasta que por fin logré obtener un excelente cabernet sauvignon de Errázuriz, rico en aromas de casis, pimiento y frutas rojas, lleno en boca y de largo final.
La solución sería poder indicar con una señal temporal en la carta los vinos que no son disponibles. En cambio, los precios son razonables: arrancan desde los $ 30. La sangría es otra posibilidad para los aficionados a las bebidas dulces.
Entre los platos fuertes, cuyos precios oscilan entre $ 7,50 (alitas de pollo) y $ 29,30 (langostinos a la plancha), escogimos las chuletas de cordero lechal cocidas por reducción en vino tinto con algo de menta. Personalmente prefiero las chuletas asadas tan solo con sal y pimienta, luego creo que la salsa debería servirse como opción en un cuenco independiente. El grado de cocción debe ser respetado siendo ideal no llegar siquiera a término medio, aunque el gusto local muchas veces opta por una carne muy cocida.
Es imperativo consultar el pedido exacto del cliente, respetarlo. Se debe recibir a los clientes brevemente sin invadir su privacidad.
El postre ideal para culminar una cena española es la crema catalana. Insisto en que son las yemas de huevo las encargadas de espesar la leche con azúcar. Si bien es cierto que la receta incluye maicena, aquel ingrediente no debe predominar. La cáscara de limón añade un toquecito esencial, se termina la receta caramelizando con soplete o con el hierro candente. La receta de El Pintxo puede ser mejorada.