Tiempo de renovación: Minuta modificada
“Betty Osorio supervisa constantemente su negocio, está en la cocina cuando es necesario, ha formado el personal, ha cuidado la decoración, ha ofrecido un ambiente luminoso sin barroquismo ni estridencias”.
Ciertos restaurantes prefieren conservar tradiciones y presentan recetas clásicas, es el caso del Rincón de Francia, en Quito; de El Caracol Azul, en Guayaquil. Otros piensan que esporádicamente hay que remodelar la carta, ser creativo, adaptarse al gusto imperante. Betty Osorio no vaciló en contratar a un chef limeño para recibir ideas nuevas en su Mariscos Azul. Ella supo siempre adaptarse a los cambios desde que ofició en Barandúa Inn y luego en Frescos.
Guayaquil ama todo lo que es pescado o mariscos. Si se trata de cangrejos pues hablamos de Red Crab, donde Julio Iglesias, fascinado, acudió dos días seguidos con todo su elenco y pidió casi todos los platos de la carta. En diversas partes de la ciudad existen buenos lugares sin duda alguna, pero Mariscos Azul tiene a su haber una larga experiencia.
Sabemos que lo más importante allí es la frescura de los productos, el conocimiento de la gastronomía ecuatoriana y peruana. Plaza Lagos sigue drenando un caudal importante de clientes tanto por la cantidad de restaurantes como por la impecable seguridad brindada, pero sin embargo no tiene hasta la fecha un lugar especializado para quienes buscan saborear frutos del mar.
Betty Osorio supervisa constantemente su negocio, está en la cocina cuando es necesario, ha formado el personal, ha cuidado la decoración, ha ofrecido un ambiente luminoso sin barroquismo ni estridencias. Podrán escoger el cebiche ecuatoriano o peruano, existiendo diferencia en el tipo de aliño. Los tiraditos siguen en el menú, así como las papas a la huancaína, las causas de atún, cangrejo y pulpo. Comenté una vez lo de la corvina alla fiorentina cuya receta clásica no permite improvisaciones.
¿Es Mariscos Azul un restaurante peruano? Pues no del todo porque su dueña supo muy bien asimilar los secretos de la cocina nuestra. Desde luego siempre habrá un sitio para la inefable parihuela. El majarisco, curioso neologismo, fusiona el verde majado con una salsa de mariscos. Como las dietas están de moda podrán siempre servirse una corvina a la plancha o al vapor, pero si les importa un pito lo del colesterol, les recomiendo la gran fritura (camarones, calamares, chicharrones de pescado en la salsa adecuada).
También encontrarán el ají de gallina, el arroz con pollo a la chiclayana, el chupe de pescado, el baby pulpo, entre otras sabrosas especialidades.
Pienso que no es el lugar ideal para comer carne aunque la haya. Ciertamente tuve una mala sorpresa cuando quise saborear un bife chorizo importado donde Ramón y me llegó un lomo nacional relativamente tierno, pero desabrido. Debo volver a El Fogón, donde también soplan vientos de renovación, no sé aún si para bien o para mal.
En todo caso donde Beatriz preferirán el tacu tacu con lomo montado, el tártaro de atún y salmón acompañado de mero en mantequilla negra (cuidado con escoger siempre la mejor mantequilla del mercado, pues la de buen sabor no es necesariamente la que mejor resiste una intensa cocción).
El restaurante tiene una excelente carta de vinos con una inteligente selección de botellas chilenas o argentinas. Nos gustaría encontrar aquí vinos peruanos, pues me agradó mucho un Blanc de Blancs muy afrutado (vino blanco de uvas blancas) elaborado por Tacama.