Experiencia mexicana: Amenidad y cocina
“Era un ambiente de fiesta, la Mariachi Fanny Cabrera cantaba rancheras y a los cumpleañeros les ponía el sombrero charro, mientras entonaba Las mañanitas”.
Comer bien debe ser el resultado de una vivencia completa, no se trata simplemente de llenar el estómago, para terminar con el hambre o de alimentarse porque el cuerpo necesita energía. Los amantes de la buena gastronomía buscan satisfacer el placer de comer con la suma de varias experiencias sensoriales.
Esto quiere decir que el lugar, la decoración, la música, la vajilla, la cristalería y hasta la atención del personal deben tener una coherencia con el tipo de comida que nos vamos a servir. Solo así se logrará el balance perfecto entre todos los sentidos, haciendo que la degustación se convierta en un momento memorable.
Es difícil de olvidar las divertidas noches de buena comida mexicana en el restaurante Cielito Lindo (funcionó en la década del noventa en Circunvalación y Ficus en Urdesa central), donde las cenas terminaban con tequila, música de mariachis y el canto de algunos valientes que se atrevían a demostrar sus habilidades artísticas.
Otro momento glorioso es cuando se visita una típica taquería en Ciudad de México, esa comida se hace de pie y en la vereda, junto a otros que probablemente uno no conoce. El lugar es bullicioso, se escucha la bocina de los carros y probablemente música que viene de otro local, hasta hay gente que pasa apurada y nos tropieza, pero todo es parte de la experiencia.
El restaurante Tijuana (Víctor E. Estrada e Ilanes, Urdesa central) cumple con lo necesario para hacernos vivir un momento típicamente mexicano. Fuimos un viernes en la noche, había mucho movimiento y bastantes mesas ocupadas, pero la atención fue rápida y cuidada. Era un ambiente de fiesta, la Mariachi Fanny Cabrera, cantaba rancheras y a los cumpleañeros les ponía el sombrero charro, mientras entonaba Las mañanitas.
La sopa azteca es una ganadora, perfecto y sutil manejo de los ingredientes para poder disfrutar de todos sus sabores. Los tacos al pastor cumplen con el punto de cocción, manteniendo su ternura. Resalta aquí la buena calidad de las tortillas de maíz, importantes para que este plato nos alegre aún más la cena.
Muy acertado también es el manejo de la chef Eva Núñez de los sabores primarios en el alambre de camarón, donde logra una textura en su punto, y además que los sabores del pimiento, la cebolla y el queso, no opaquen la delicadeza del marisco.
El huarache de pollo es generoso en porción y sabor. También probamos el alambre mixto, preparado con una mezcla de todas las carnes que ofrecen. Me dicen que es de los más solicitados, sin embargo, me parece que hay tantos sabores que se confunden todos y al final no se tiene claro qué es lo que se está comiendo.
Con lo que no quedé contento fue con los totopos, estas delicadas tortillas crocantes de maíz, que ponen de cortesía en la mitad de la mesa acompañadas de salsa pico de gallo. Me parece que están muy pequeñas, demasiado finitas, difíciles de manejar y menos de acompañar con la salsa.
La música sonó toda la noche, pero el volumen siempre se mantuvo agradable, de tal manera que la conversación en la mesa nunca se perdió. Micheladas y las infaltables margaritas fueron las bebidas. Al final una cuenta para cinco personas de $ 75 que invita a regresar. (O)