Buenos augurios: Cocina peruana

Por Epicuro
01 de Febrero de 2015

“No tuvimos que esperar más del tiempo requerido para la elaboración de los platos, enseguida llegaron los chifles con cuatro salsas que juegan con colores”.

La fórmula adoptada por quienes manejan el restaurante Segundo Muelle ha sido adoptada y probada con éxito en  Estados Unidos: una hostess muy sexi para recibir a los clientes, un personal muy bien entrenado, algunos de los mozos recibieron formación hotelera y reconocí a varios que laboraron en el hotel Oro Verde. El local fuertemente iluminado, la decoración jugando con piedra y madera, la disposición de las mesas proporcionan un ambiente relajante. El televisor presenta eventos deportivos, pero sin el audio que podría, como es el caso en ciertos establecimientos, molestar o impedir conversaciones sin que uno tenga que alzar la voz. El bar es de un tamaño poco común y para visitantes solitarios o parejas.

Rómulo Jarrín se siente feliz con su inversión. Aquella noche se encontraba en el sitio y me contó que la aceptación ha sido excelente de parte de un público que busca lugares agradables con absoluta limpieza y buena atención. No tuvimos que esperar más del tiempo requerido para la elaboración de los platos, enseguida llegaron los chifles con cuatro salsas que juegan con colores y  sabores.

En la carta de las bebidas, amplia y atractiva, escogimos una jarra de sangría ($ 22,13) que me puso de muy buen humor porque la fórmula es de primera, con un vino tinto generoso, pedazos diminutos de frutas, adecuado grado alcohólico. Sería bueno que los mozos propongan también agua con hielo, sea natural, sea gaseosa.

Elmer, el camarero que nos atendió, muestra amabilidad y cortesía como el resto del personal. Se siente que estamos en un restaurante que marcha bien, que las cosas están en su puesto, que cada quien cumple su oficio.

Entre los cebiches escogí uno que lleva el nombre del sitio ($ 11,47), refrescante, copioso, cuantioso, con algo de camote. Mi acompañante pidió como plato fuerte un arroz con mariscos de muy buen sabor ($ 14,75), pero servido con tanta generosidad que no pudo terminarlo. Pienso que Segundo Muelle es muy conveniente para la gente de gran apetito. Yo pedí un atún de poca cocción ($ 22,62) acompañado con pastas (parpadelle) en salsa de albahaca, el plato fue de mi total agrado.

Si lo desean pueden optar por el toque peruano, los tres ajíes, platos a la huancaína, las indispensables causas. Es bueno recordar que la  causa es un plato típico limeño de origen precolombino, se prepara amasando papa amarilla con ají triturado.

Las papas a la huancaína nos hablan de otro plato típico de Perú. Ahí también puede el chef improvisar sobre el tema. Creo que La Alameda de Chabuca es el restaurante que más quedó pegado a las recetas originales. Si les gusta el sushi, Segundo Muelle ofrece una buena selección.

Entre los postres suntuosos recomiendo el de las tres leches con Baileys (licor hecho con whisky irlandés y crema de leche). Un muy buen café expreso, para terminar viene con el adecuado vaso de agua helada (me gustan los detalles). Lugar recomendable.

Por cierto, en mi artículo anterior (edición 25 de enero) ponderé la calidad de comida ofrecida por el nuevo local de Riviera en Samborondón y el éxito alcanzado. Los diversos correos que recibí me llevan  a una queja repetitiva: los clientes que acudían al local de Urdesa esperaban encontrar un entorno parecido. En su nuevo sitio, el ambiente propuesto es uno solo, produce como resultado el nivel sonoro de un aeropuerto. Aquello no parece molestar a la gente muy joven, pero sí a la gente mayor que desea poder conversar sin tener que alzar la voz. Epicuro solo se hace eco de sus lectores; quizás se encuentre una solución dividiendo e insonorizando el local. (O)

epicuro44@gmail.com

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