Dejar el hogar no es solución
Hay muchas razones que están llevando a que cada día se acaben más matrimonios. Y una de las que hoy es muy frecuente es el deseo de uno de los cónyuges de “encontrarse a sí mismo”. En realidad, muchas crisis matrimoniales tienen su origen en una crisis de identidad de uno de ellos y con frecuencia de ambos.
Estas crisis, que parecen ser cada vez más usuales, son a menudo el resultado de una vida que parece no tener sentido, que se alimenta de sensaciones triviales, que se guía por valores consumistas y que se rige por lo agradable, lo divertido o ‘lo que me provoca’. Es evidente que hoy vivimos atrapados en un mundo en el que predomina el individualismo, la superficialidad y el permisivismo, uno en el que muchos adultos se caracterizan por la falta de firmeza en sus convicciones y de seriedad en sus compromisos. Y por eso ahora hay un creciente número de individuos sumidos en una existencia vacía y desesperada, que tratan de silenciar a base de tener más, de hacer más, de divertirse más… a cualquier precio.
Aunque parezca una disculpa, ese afán por encontrarle sentido a un matrimonio que parece no tenerlo es una necesidad real para muchos. Sin embargo, si la relación conyugal está desgastada por la rutina y carente de encuentros emocionantes así como de pasiones intensas, la solución no es salir a buscar nuevas experiencias que ofrezcan las delicias que ya no encuentran en la vida marital. “Sí mismo” no es un ser que se encuentra en otro lugar y, por lo tanto, escapar del matrimonio y desertar a la familia para lograrlo, no soluciona el problema sino que crea otros más graves porque perjudica a todos, especialmente a los hijos.
Es fácil sentirnos perdidos cuando se nos pierde el norte, como puede ocurrir en un mundo regido por una cultura materialista, gracias a la cual la felicidad se confunde con el placer, la paz con la comodidad, el éxito con la fama y la libertad con el libertinaje. Sin embargo, no es posible sentirnos plenos y realizados como pareja y como padres si no estamos dedicados a construir una vida matrimonial en la que se le dé prioridad a cultivar el amor conyugal, de manera que nuestro hogar sea un ejemplo vivo de lo que significa amar y ser amados. (O)