El control de la ira

Por Lenín E. Salmon
29 de Junio de 2014

La ira tiene varios nombres (furia, indignación, rabia, coraje, cólera), todos denotando una aguda emoción negativa, nacida de la frustración o de la percepción de estar en peligro, activada por la agresividad y expresada con violencia. Cuando escapa del control de quien la siente, lo cual sucede en la mayoría de los casos, los resultados son malas noticias para todos los involucrados.

Es que la expresión de la ira no está encaminada a resolver el problema que la originó, porque su actor no está en capacidad de canalizar racionalmente su reacción, sino desfogar toda la frustración acumulada, usualmente de una manera desproporcionada y ciega (hay gente que literalmente “ve rojo”). Puede llegar a tener consecuencias trágicas para la salud mental (y física), por ejemplo en niños brutalizados por un padre iracundo, o destrozar un matrimonio que empezó con buenos augurios, arruinar una valiosa amistad, o propiciar un conflicto al manejar un vehículo. Además, los estragos que la ira causa en el propio organismo por el estrés que genera pueden ser muy graves, desde la hipertensión arterial hasta lesiones cardiovasculares extremas.

La persona en mención puede reflexionar sobre los actos cometidos, incluso admitir su equivocación, pero si no toma medidas para controlar sus reacciones, estas se repetirán hasta llegar al final amargo.

Sentir ira en un momento determinado es parte de la vida, no podemos evitarlo; no tenemos control sobre todo lo que nos puede afectar. Pero sí podemos aprender a administrar nuestra reacción a esta emoción, justo en esa fracción de segundo antes de actuar impulsivamente, precautelando así nuestro bienestar. La terapia más apropiada requiere de un doble enfoque. Por un lado, es necesario aprender técnicas de relajamiento, visualización, respiración controlada, etc., que ayuden a reorientar la mente en ese momento crucial.

Evitar la confrontación permitirá que la inteligencia y el sentido común se hagan cargo de la situación. Paralelamente es conveniente revisar la historia personal para identificar y resolver antecedentes predisponentes tanto a la intolerancia a la frustración como a la reacción descontrolada (agresividad o abusos recibidos en la niñez, accidentes cerebrales, resentimientos sociales, consumo de alcohol o drogas, diagnóstico psiquiátrico, etc.). Con la debida intervención profesional el control de la ira tiene un pronóstico favorable.

salmonlenin@yahoo.com

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