La humildad: ¿ventaja o desventaja?
Supongo que debido a que de un tiempo para acá es más importante ser poderoso que bondadoso, la virtud de la humildad que solía ser parte del “buen corazón” de los niños, es cada vez más escasa. A mi juicio, la arrogancia y despotismo que caracteriza a los matones o bullies es una muestra de que hoy en la niñez es más valioso ser famoso y poderoso que ser buena gente.
No me sorprende que así sea porque, en el mundo consumista, las personas consideradas más importantes ya no son aquellas que se destacan por su generosidad y sus contribuciones sino que son a menudo quienes tienen más dinero, fama o poder, indistintamente de cómo lo hayan obtenido. Lo paradójico es que aquellos cuya celebridad es inmortal y trascienden en la historia se caracterizan, tanto por su valor, como por la humildad que emana de su silenciosa disposición a dar y servir.
Las personas humildes suelen tener la fortuna de gozar de dos cualidades muy importantes: generosidad y serenidad. Como actúan por convicción y no para que los adulen, como lo que les importa no es impresionar a los demás sino servir a quienes los necesitan, como se guían por los dictados de su conciencia y no por la opinión ajena, son personas que tienen control sobre lo que quieren y no son controladas por lo que ambicionan, a diferencia de quienes viven centrados en destacarse a como dé lugar.
No olvidemos que “los árboles que se destacan muy rápido por su follaje, son los primeros que caen por falta de profundidad en sus raíces”. Con razón se ha dicho que “la prepotencia es la fachada de la estupidez y la humildad el cimiento de la felicidad”. Si queremos que los hijos sean felices, es decir, ricos en lindos recuerdos y grandes satisfacciones, debemos cultivarles la humildad, una virtud propia de aquellos que han llevado una vida plena porque para ellos es más importante servir que sobresalir.