Niños bilingües… o trilingües
Los chicos y los adultos aprenden de maneras distintas. Los primeros tienen un cerebro aún en desarrollo, son más flexibles y se pueden adaptar a la vez a un lenguaje nativo y a uno extranjero.
¿Se ha preguntado por qué los niños a menudo pueden aprender un segundo idioma sin acento al hablar y son también mejores para la escucha? Los adultos, con cerebros maduros, se apoyan más en la experiencia para aprender. Son más rápidos y captan conceptos abstractos y los aplican con mayor facilidad.
Para saber cuándo es el mejor momento para aprender un lenguaje adicional, uno debería primero determinar si quiere resultados rápidos o si está dispuesto a dedicar un largo tiempo al aprendizaje.
Como regla, dicen Anikka Hulten y Diana Dimitrova, del Instituto de Psicolingüística Max Plank, un lenguaje que se aprende antes de los 6 a 9 años llegará a un nivel en que el hablante no tendrá acento detectable y ninguna o poquísima incomodidad. Sin embargo, esto requiere que el niño pase una considerable cantidad de tiempo escuchando y usando dicho idioma.
Por otra parte, si el aprendizaje viene después de esas edades, los hablantes pueden retener un ligero acento en la pronunciación, pero alcanzar un nivel muy avanzado, casi nativo en todo lo demás.
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Aunque los adultos tienen menos tiempo para estudiar una nueva lengua, en comparación con los niños, lo hacen apoyándose en el entorno (trabajo, estudio, viajes, pareja, amigos), y en ese caso, el tiempo de aprendizaje se vuelve similar al que emplean los niños.
Tanto niños como adultos son buenos en cuestión de adquirir vocabulario.
Y cuando el estudiante es un adulto mayor, la motivación juega un papel crucial en la calidad del resultado. En la práctica, explican Hulten y Dimitrova, la gente mayor de 60 años puede aprender bien otro idioma, lo cual tendría un efecto protector en su memoria. Los humanos a toda edad son igualmente curiosos.
¿Y un tercer idioma?
Mientras tanto, la profesora de Lingüística Débora Ruuskanen, de la Universidad de Vaasa, Finlandia, dice que es perfectamente posible enseñar a un preescolar de dos a tres idiomas. Y no descarta que sean cuatro. “En Europa, muchos niños menores de 4 años aprenden cuatro lenguas con poca o ninguna dificultad”.
Los principales requisitos en este escenario son:
1. Los padres le hablan al niño cada uno en su idioma nativo, de manera exclusiva.
2. El niño tiene razones para aprender ambos idiomas (motivación).
3. Se refuerza este aprendizaje, preferiblemente fuera de casa.
4. Si viven en una sociedad donde predomina un tercer idioma, el niño lo adquiere con facilidad al jugar con los niños del vecindario.
¿Desde cuándo se aprende?
Parece haber una ventana al idioma que se ‘abre’ a partir de los 10 meses, dice Ruuskanen. Sí, el niño puede escuchar incluso desde el vientre, pero necesitan poder imitar los sonidos y recibir reacciones de sus cuidadores, para asociar significado con sonido.
Durante los siguientes años, los niños se apropiarán del lenguaje a velocidad asombrosa y a los 3 habrán adquirido sintaxis, gramática y vocabulario básico para su supervivencia física y emocional.
Su motivación para hablar con sus cuidadores es alta, pues pedir algo suele resultar en que reciben lo que necesitan. Y la oportunidad de jugar afuera con otros niños también es un gran atractivo para aprender una nueva forma de comunicarse.
No olvidar que:
1. Cada niño es un individuo y aprenderá cuando esté listo. Si se tarda, hay que descartar todas las posibles causas físicas, incluida una discapacidad auditiva. Hecho esto, solo queda esperar.
2. El aprendizaje a edad temprana tiene ventajas: la mente del niño aún no está invadida por otras enseñanzas, incluidos los prejuicios sociales sobre idiomas que son ‘de prestigio’ y otros ‘sin importancia’. Al momento, el tiempo ideal para aprender un segundo idioma parece ser al mismo tiempo que el primero, desde el nacimiento hasta los tres años.
3. Y el mejor tiempo para un tercer e incluso cuarto idioma parece ser entre los 2 y 7 años.
4. El padre o madre que hablan un idioma ‘minoritario’ (no el dominante del país donde viven) tiene que dar suficiente tiempo y refuerzo al niño: leer en voz alta, cantar, ver videos y buscar el diálogo con otras personas, como los abuelos.
5. Enseñar a un niño pequeño un lenguaje que ninguno de sus padres domina no es una buena idea. Podría confundir al niño innecesariamente. Lo aconsejable es esperar a que pueda sostener conversaciones largas y significativas con ambos padres en sus idiomas natales, alrededor de los 5 años de edad.
Créditos: Instituto de Psicolingüística Max Plank, Comunidad Internacional de Lingüística En Línea