¿Perdieron la vergüenza... o la esperanza?
Con alguna frecuencia se acusa hoy a los jóvenes de ser un problema y se les tacha de ser más irresponsables, agresivos y viciosos que nunca. Pero ¿por qué se volvieron así? ¿Será que perdieron la vergüenza... o será que perdieron la esperanza?
El aumento en el número de suicidios, adicciones, promiscuidad y violencia entre los jóvenes son un síntoma de algo más serio que los problemas típicos de la adolescencia. Según los expertos, sus conductas destructivas tienen mucho que ver con la desvalorización que hacen hoy los niños de sí mismos y de su entorno como resultado de pasar muchas horas entretenidos con toda suerte de atrocidades, violencia y maldad que los llenan de desesperanza.
Parece que la cultura mediática ha redefinido la “realidad” para los niños al divertirlos constantemente con toda suerte de monstruosidades y tragedias que son solo una realidad lamentable, pero no una generalidad. Y en esta forma, las expectativas que tienen los jóvenes son tan negativas que están perdiendo la fe en sus semejantes, el amor por la vida y la esperanza en un futuro más prometedor, sentimientos que son indispensables para que tengan una buena razón para querer vivir y servir.
La variedad de atrocidades que ven los jóvenes, antes de que tengan la madurez para cuestionar lo que están mirando, lleva a que le tengan más miedo a la vida que a la muerte. Y por eso es difícil esperar que, rodeados de un panorama tan destructivo, ellos quieran adoptar conductas sanas y tengan la motivación para luchar por un mundo mejor.
Está en manos de todos nosotros –padres de familia, periodistas, anunciadores, televidentes, educadores, políticos y dirigentes– cambiar esta situación. La calidad de lo que nuestros hijos ven afecta su corazón tanto como la calidad de lo que comen afecta su cuerpo y, por eso, si no se nutre su conciencia con experiencias positivas, será difícil que tengan aspiraciones y conductas sanas. Debemos alimentar a las nuevas generaciones con todo lo bello de la vida para que ellos tengan una visión más positiva del futuro y quieran ser un aporte al mundo en el que sueñan vivir.