¿Es para mí la U.?
La elección de una carrera pone presión en la vida de los jóvenes que van a graduarse o recién graduados. Es bueno que sepan que esta decisión no es para ‘marcarles la vida’, sino que es el principio del camino.
La elección vocacional es algo relativamente complejo, existen demasiadas alternativas e influencias que afectan a un joven de 17-19 años. Qué dicen los padres. Qué proponen los amigos. Qué sugieren los medios. “Un porcentaje no tiene aún la madurez para saber exactamente lo que quiere”, dice la educadora Marcia Gilbert, canciller de la Universidad Casa Grande.
Cuando esa decisión no es propia ni responde a los intereses individuales del estudiante, sino a la presión o tradición familiar, la probabilidad de deserción es mucho mayor, aporta el psicólogo Douglas Veintimilla, jefe de la Unidad de Desarrollo Humano de la Universidad Católica, “porque el joven no llega a hacerla parte de su identidad”.
La psicóloga Jacqueline Álava Boyes también piensa que muchas elecciones fallidas se deben a la presión de seguir la profesión familiar. “Lo ideal sería ir sin dudas y que la primera elección responda a los intereses vocacionales reales, pero no siempre pasa”. Y lo opuesto, que el joven ingrese a una carrera por experimentar, sin herramientas de selección, trae pérdidas de tiempo y dinero, una sensación de frustración y baja autoestima.
¿Cuánto tiempo habrá transcurrido, se pregunta Álava, hasta hallar la respuesta correcta? “Es difícil que el joven mantenga, después de varios intentos sin suerte, un alto nivel de entusiasmo por la búsqueda”.
Una era de cambios
Escoger una carrera en esta época es distinto a como era en el siglo pasado. El mundo profesional, reflexiona Gilbert, es cambiante, y se necesita pensar en la educación como un proceso continuo. La familia y el orientador no tienen ya razón para poner sobre el joven la presión de escoger bien porque esa decisión es para toda la vida. “Eso no es verdad”, sostiene, ”porque el mundo laboral está cambiando mucho y la tecnología está alterando todo, para bien y para mal. Las profesiones, los cargos, pierden vigencia rápidamente. Lo que se estudie hoy, fuera de ciertos elementos básicos, habrá evolucionado en 4 o 5 años”.
Por tanto, lo que hay que definir es un área en la que se va a crecer. Gilbert advierte a los jóvenes: “Si usted no evoluciona y no se capacita el resto de la vida en educación continua, va a quedar obsoleto en su carrera, y siempre habrá quien lo pueda desplazar”.
Columnista:
Piedad de Spurrier
El otro elemento es lo humano. “Rara vez uno va a quedarse 50 años en lo mismo. Hay especializaciones y subespecializaciones. El laboratorista luego puede ser emprendedor, investigador y docente”.
Veintimilla aconseja cambiar los referentes. Ya no es posible mirar a los abuelos, padres o tíos que, sin título, alcanzaron éxito económico y social.
“Ese era el mundo de dos generaciones anteriores. Las carreras no tradicionales, como la música, son un choque para la familia. Hay padres que, aun renegando de la elección de sus hijos, los apoyan. En esos casos, los jóvenes muestran un mayor compromiso y el porcentaje de éxito profesional es elevado”.
Herramientas para decidir
El proceso de orientación vocacional no tiene respuestas absolutas, explica Gilbert, sino que ayuda a encontrar qué le da al joven más satisfacción y cuál es su talento especial. “Se puede revisar su historial de la secundaria y ver sus hobbies, para irlo orientando a aquellas cosas para las que tiene más facilidad y afición. Hay muchos tipos de inteligencia; cuando joven escoge una carrera, la deja y empieza otra, no es una tragedia, y la familia necesita ser flexible sobre esto”.
Hay varias fórmulas de autodescubrimiento. Marcia Gilbert menciona el año sabático, las pasantías, un trabajo, un viaje para aprender idiomas o un curso alterno en alguna materia que lo atraiga, con opción de cambiar después.
“Es preciso que el joven se comprometa seriamente en esta búsqueda”, dice Álava. “Mientras tenga más argumentos para aclarar sus dudas, más certeza tendrá que está siguiendo el camino correcto”. Si está indeciso entre dos carreras, recomienda ponerse en contacto con profesionales que estén ejerciéndolas para saber de su experiencia.
La situación se complica con aquellos jóvenes que aparentemente no tienen inclinación por ninguna disciplina y que evidencian una clara apatía. “Eso suele pasar, no hay que olvidar que cada ser humano funciona de manera distinta”, añade la psicóloga. “Hay quienes desde un comienzo están claramente definidos sobre lo que quieren ser en el futuro y otros que no. En este último caso, considera preferible no inscribirse en carrera solo por llenar expectativas. “Es mejor tomarse un tiempo prudencial y revisar las opciones”.
Douglas Veintimilla propone elaborar un plan de acción:
• Investigar sobre la carrera a escoger. La malla curricular, el perfil de egreso, el campo laboral. “Gran porcentaje de estudiantes que llegan a Medicina lo hacen por lo que ven en las series médicas de televisión. Adrenalina, reconocimiento”. Al enfrentarse a los ciclos iniciales, de extensa teoría y práctica limitada, hay desencanto.
• Considerar el abanico de posibilidades. “Hay decenas y cientos de posibilidades. Empiece por descartar aquello con lo que no tiene afinidad”.
• Evaluarse. Los test vocacionales son una herramienta para explorar afinidades y habilidades, pero no tienen la última palabra. “Hay estudiantes que aun teniendo esos resultados deciden irse por otro camino. Ahí interviene la autodeterminación”.
• Visitar las universidades. Cada campus universitario tiene sus particularidades y conocer el funcionamiento es importante.
•Reconocer las propias habilidades. Si estas no tienen nada que ver con la carrera que se va a escoger, muy probablemente habrá deserción.
¿Cómo eligió su carrera profesional? Coméntenos
Una decisión personal
Ignacio Ernst tiene 19 años y vive desde hace seis meses en Alemania. En sus palabras, le ha ido ‘espectacular’. Al volver de su viaje de graduación empezó a aplicar en varias universidades, dio exámenes de ingreso y realizó trámites facilitados por varios convenios suscritos por el colegio.
“Durante el último año hubo muchas charlas sobre estudios en el exterior y sistema dual. Fue entonces que decidí estudiar afuera, aunque no estaba seguro de qué. Para mi buena suerte, di con un programa llamado Studienkollege, que es parecido a un pre, un curso de nivelación académica y de idioma, la elección preferida de estudiantes extranjeros. Da una orientación al estudio general y permite acostumbrarse, explorar la universidad, asistir a charlas y a eventos, conocer gente y demás”.
Ignacio aplicó a la Universidad Técnica de Berlín por su gusto por las Matemáticas. Está pensando en un par de carreras que le permitirán hacer una maestría en Logística, lo que en realidad le interesa. Llegó a esa conclusión después de hacer unas prácticas laborales en 2013. “Veo mi carrera como algo aplicable a cualquier negocio, es la carrera del futuro. Cualquier negocio puede mejorarse, hacerse más rápido y menos complicado. En Latinoamérica se está viendo el fruto del trabajo lógico, por ejemplo: la tortura que era sacar una cédula hace cinco años comparada con el proceso rápido en el que se está convirtiendo”.
¿Estuvo seguro siempre de lo que quería? No siempre. “Pasé de biólogo marino (es buzo desde los 11 años) a arquitecto, abogado, y finalmente en lo que estoy ahora”.
Hace meses que se entrevistó por Skype con el programa de becas que la universidad ofrece. “Sí, mis padres me ayudan, pero casi un tercio de mis gastos están cubiertos, podría decir que hice mi parte. Cuando se acabe el plazo de la beca, buscaré algún trabajo que se acomode a lo que necesito”.
El año sabático
En este periodo de descanso, dice Álava, no se estudia ni trabaja sino que se dedica a otros intereses personales. “Es también una etapa de autorreflexión, un viaje interior e introspectivo que permite llegar a conocerse más profundamente”.
Desde esa perspectiva, recalca, es recomendable que el joven indeciso se tome este periodo para reflexionar y no para surfear todo un año. Es momento de desarrollar conocimientos y competencias adicionales, como idiomas, manejo avanzado de Office, útiles tanto en el trabajo como en el campo académico. “El tema es buscar otros campos que no comprometan a tan largo plazo como una carrera universitaria, pero que se apliquen en el futuro a cualquier escenario”. Es tiempo para explorar centros educativos, investigar el pénsum de las carreras llamativas, sondear el mercado laboral.
Veintimilla lo ve como un espacio para fortalecer falencias educativas, personales, sociales y familiares. “Quien puede, se va a otro país. Aprende sobre una cultura, crece, cambia su mirada, y vuelve para pensar en la universidad. Hay jóvenes que se deciden a un año de voluntariado”. ¿Qué ganan? “Humildad, sabiduría, una nueva perspectiva. Hay quien no viaja, pero se decide a hacer la milicia. En ese año pueden aprender mucho”. E insiste en la lectura como forma de sumar interrogantes, seguir buscando, generar ideas. “Un año sabático con una lista de lectura es enriquecedor”.
Trabajar y estudiar
“Muchas veces he entrevistado a jóvenes que simultáneamente estudian y trabajan”, cuenta Jacqueline Álava. “Las dos cosas se pueden hacer y muy bien, lo he visto en muchos casos. Pienso que ayuda a formar el carácter, a madurar. Son jóvenes muy enfocados en sus objetivos y esto los impulsa a mantenerse firmes y esforzarse por superar las dificultades”.
¿Qué se debe tomar en cuenta si se quiere combinar trabajo y estudio? La psicóloga recomienda tener confianza. “Primero, cuentan con la energía suficiente. Segundo, son capaces de lograrlo”.
Para quienes desean emprender, Veintimilla les recuerda que la esencia del emprendedor es la independencia. “Aquí, el éxito se mide por resultados monetarios. Si no los hay, la familia insistirá en que el chico o la chica vuelva a insertarse en el sistema educativo, hasta que esté listo para poder manejar su negocio. Es importante aceptar la realidad de que los jóvenes que surgen en esta área necesitan tener toda la habilidad y un conocimiento básico”.
Hay bachilleres que deciden buscar empleo al recibir un resultado negativo en sus aplicaciones universitarias, mientras esperan para volver a intentar. “En ese tiempo, algunos toman la decisión de seguir solo con el título de secundaria. Otros cursan carreras tecnológicas”, lo que para Veintimilla es señal de una aspiración interesante.
Sin embargo, el psicólogo pide considerar que en ese plazo, muchos jóvenes trabajadores podrían asumir responsabilidades especiales como la paternidad o maternidad, “y en esos casos, la universidad correría el riesgo de quedar desplazada”, tal vez por tiempo indefinido.
¿Y si fracaso?
“¿Cuál es la idea de un joven de la vida, las profesiones y el futuro a los 18 años? Un pequeño porcentaje sabe lo que quiere, pero en general se tiene visión limitada”, opina Marcia Gilbert. “No puede pedírseles que tengan una definición de cómo va a evolucionar el mundo en los próximos 50 años. Los chicos que ahora recibimos en las universidades van a vivir en un mundo muy diferente al nuestro. Por eso estimulamos mucho que durante la formación se viaje, se hagan pasantías, congresos, para sacarlos del mundo pequeño de la ciudad”.
Ella insiste en que la educación tiene que enfocarse en cosas muy básicas como adaptabilidad, razonamiento, sentido crítico, curiosidad intelectual, “porque de aquí a diez años hay que volver a estudiar. Tienen que tener una personalidad muy equilibrada, para que no vivan un cambio de profesión o de orientación vocacional como una tragedia”.
Douglas Veintimilla también pide mesura. “El equivocarse en la elección de la carrera no debe ser visto como un fracaso absoluto. Para algunos será un aprendizaje, porque se habrán dado cuenta de que eso no es lo que buscan. Lo verdaderamente peligroso”, resalta, “es llegar a ser un profesional que no encuentra sentido en lo que es ni en lo que hace”. Si alguien no ingresa a la universidad porque encuentra ese sentido fuera de ella, ya ha dado con algo importante. “Y para quien deserta de la carrera, es tiempo de detenerse y pensar en lo que le espera”.
Para quienes, aun con todo lo expuesto, consideran que la vida académica no es lo suyo, hay muchas opciones. “Los jóvenes son muy creativos y también arriesgados, con poco son capaces de lanzarse con algún emprendimiento y salir victoriosos”, según la experiencia de Jacqueline Álava. “Ya no necesitas una oficina para trabajar, puedes hacerlo desde tu casa, la única herramienta necesaria: una computadora. Hay tiendas en línea, productos de todo tipo lanzados vía internet. Estamos viviendo una época de cambios y muy rápidos, y los jóvenes logran asimilarlos de manera impresionante”.
Eso sí, es esencial ser honestos con los propios intereses y aspiraciones. “Si el prestigio y el reconocimiento son algo a lo que le doy mucha importancia, seguramente me formaré para desarrollar un perfil profesional competitivo. Pero no todo el mundo quiere ser gerente, hay quienes son felices trabajando menos horas y teniendo más tiempo para compartir con sus familias, esta también es una elección de vida. Sea cual fuere su resolución, esta debe hacerlo sentir bien y no frustrarlo ni deprimirlo ni enojarlo”.
Debe haber un cambio de actitud de la sociedad, la universidad y los padres frente a los jóvenes, concluye Gilbert. “Ellos tienen que formarse para otro mundo. Para orientar a los jóvenes no podemos mirar para atrás, tenemos que mirar para adelante”.
Y no, no todo el mundo ‘tiene que’ ir a la universidad, “aunque sí puede orientarse a una forma de estudios superiores. Antes de la artesanía hay toda un área técnica que no podemos saltarnos. Los institutos tecnológicos, los estudios de arte son muy importantes. Hay que tener paciencia en esta etapa”, dice la educadora, “para orientar y ofrecer muchas opciones”. (F)