Educación interactiva y lúdica
Las educadoras y creadoras de juegos Paulina Gacitúa y Paulina Mujica visitaron Ecuador para presentar su propuesta Cerrando textos y abriendo juegos.
Temuco es una ciudad más pequeña que Guayaquil, “pero con los mismos problemas en la sala de clase,” dice la chilena Paulina Gacitúa a un auditorio lleno de educadores en la Universidad de Especialidades Espíritu Santo. Está allí invitada por esa institución, Innova Samborondón, BuildersLab, PlanBelow, y revista 3000School, para contar la historia del origen del juego de mesa MiniCity.
Gacitúa, profesora de Inglés en la Universidad Católica de Temuco, en Chile, expresa una frustración personal y profesional: el principal recurso educativo en una clase es un texto grueso con muchas lecturas y ejercicios por hacer. En su opinión, esto se vuelve un abuso de contenido. El libro único proporciona a los profesores “muy poca libertad para innovar, crear y realizar actividades más prácticas”.
Lo mismo experimentaba su socia, Paulina Mujica, cocreadora de MiniCity y docente de Inglés en la Universidad Andrés Bello, en Santiago. En sus experiencias como maestras rurales, municipales y privadas, se encontraron con una realidad transversal: estudiantes y profesores la están pasando mal en un sistema rutinario y aburrido.
Enseñando a través del juego
Mujica y Gacitúa dejaron atrás este sistema educativo con el cual se sentían inconformes y buscaron otros horizontes. Fundaron HiFive, una academia extracurricular de inglés para niños que proveía a los estudiantes de lo que Gacitúa llama ‘experiencias educativas’.
Usando juegos de roles y ambientando la academia acorde al tema del mes, los niños se volvían enfermeros, doctores y choferes, y adoptaban roles dentro de una ciudad. Cuando los niños habían logrado una comunicación inicial en el idioma, comenzaban a trabajar otros aspectos del aprendizaje, como la comprensión y la producción escrita.
Pero el escenario educativo cambia. En un momento dado, preocupadas por los bajos niveles de aprendizaje, Gacitúa y Mujica se preguntaron: ¿qué recursos didácticos garantizan un aprendizaje lúdico? Su respuesta inmediata fue: Monopoly. Así, decidieron adaptar el clásico juego de mesa para transformarlo en un recurso de aprendizaje de inglés.
El primer modelo lo hicieron con cartulina e imágenes de Google. Tres semanas más tarde llevaron el prototipo a una imprenta. Se fueron a probar los primeros 100 en escuelas públicas, tomando en especial consideración las impresiones y opiniones de los niños. Finalmente, lograron validar el producto.
MiniCity cruza fronteras
La novedad y utilidad pedagógica del juego le adjudicaron a MiniCity el fondo chileno Capital Semilla Corfo, al que postulan alrededor de 4.000 emprendedores, de los cuales califican 50. Con él se pulió el diseño y enviaron a fabricar 1.200 juegos que se vendieron en un año. La Municipalidad de Temuco adquirió 400 para las escuelas públicas de la región. Fueron contactadas por profesores, familias y educadores en el hogar de otras partes del mundo para adquirir MiniCity. Los dueños de la empresa china que manufacturó el tablero lo probaron con sus hijos, y decidieron comprar la licencia. “Tomando en cuenta la población de China, dijimos sí”, ríe Gacitúa.
Dando clases en China
Las profesoras viajaron para firmar el contrato y visitaron una escuela cerca de Shanghái. La herramienta de comunicación con estos chicos que no hablaban español fue el juego. La estructura de la sala de inglés allí era muy similar a la usada en distintas partes del mundo: los niños sentados en pupitres de madera, viendo hacia el frente, donde el profesor estaba parado. Al mover los pupitres para jugar MiniCity, se irrumpió en la rutina. Los niños estaban felices.
“Hemos escuchado cosas como: ‘Por favor, no quiero salir al recreo, quiero quedarme jugando…’. Que un niño no quiera salir al recreo por quedarse en la sala… eso es algo muy importante”, cuenta con orgullo Gacitúa.
El juego cultiva una sana motivación y disposición en los niños por aprender otro idioma. “Cuando los niños juegan, se despiertan en ellos las emociones positivas más genuinas y esenciales, y eso los ayuda a sentirse más cómodos y más relajados”, de acuerdo con Gacitúa, pues les da menos vergüenza hablar y hacer nuevos amigos.
“Imaginen lo que serían capaces de hacer en otras materias esquemáticas si logramos encontrar el punto lúdico pedagógico para despertar en ellos habilidades que nosotros como profesores tenemos que desarrollar”, reflexiona. “No quiero decir que la clase sea siempre un circo”, aclara, “pero sí que haya dinamismo, la oportunidad de hacer un juego que se conecte con los intereses de los niños, que desarme la estructura rígida y expositiva donde el profesor está delante, hablando, y algunos se duermen”.
El impacto del juego que Gacitúa ha podido observar es profundo: los niños respetan la diversidad, quienes son tímidos se integran y el aprendizaje es activo, pues no es el profesor quien transfiere conocimientos, sino que los niños los descubren y los adquieren por su cuenta.