Los genes de la escolaridad
Se han identificado más de mil variaciones en genes humanos que influyen en la cantidad de tiempo que la gente permanece en la escuela.
En el estudio genético más grande que se haya publicado en una revista científica, un equipo internacional de investigadores identificó más de mil variaciones en genes humanos que influyen en la cantidad de tiempo que la gente permanece en la escuela.
El nivel de escolaridad ha atraído un gran interés por parte de investigadores en años recientes porque está vinculado con muchos otros aspectos de la vida de la gente, entre ellos sus ingresos cuando son adultos, su salud en general e incluso su esperanza de vida.
Las variantes genéticas recién descubiertas explican solo un porcentaje de las diferencias en el nivel educativo observadas entre grupos de personas. Desempeñan un papel más importante las cuestiones relacionadas al ambiente, como la riqueza familiar o la educación de los padres.
Aun así, los científicos han sabido desde hace mucho que el perfil genético explica algunas de las diferencias en la cantidad de años dedicados a la escuela. Su esperanza es que estos datos puedan usarse con el fin de entender mejor qué deben hacer los profesores para que los niños se queden en la escuela más tiempo.
Con un entendimiento más completo de las influencias que ejercen los genes, los científicos creen que podrán medir mejor lo que sucede cuando intentan mejorar el ambiente de aprendizaje de los niños.
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El nuevo estudio, publicado en la revista especializada Nature Genetics, halló que muchas de las variaciones genéticas implicadas en el nivel de escolaridad están involucradas en la manera en que se comunican las neuronas en el cerebro. Una cantidad sorprendente participa en la retransmisión de señales entre neuronas cercanas a través de las conexiones llamadas sinapsis.
En total, 1.271 de las variantes se vincularon de manera tan cercana con el nivel educativo que no era posible descartar la relación.
Los hallazgos se basan en la secuenciación genómica de más de 1,1 millones de personas. Sin embargo, todos los sujetos del estudio fueron personas blancas y de ascendencia europea. Los científicos defendieron este hecho bajo el argumento de que era necesario conseguir una muestra muy grande pero a la vez homogénea, con el fin de maximizar las probabilidades de descubrir vínculos genéticos.
De hecho, cuando el equipo intentó usar esas variantes genéticas para explicar las diferencias en el tiempo que los estudiantes afroestadounidenses permanecen en a la escuela, las predicciones fallaron.
Los científicos también descubrieron que los genes no tienen un efecto uniforme: las influencias de los genes variaron de un país a otro. Los investigadores no pudieron determinar la causa de estas diferencias.
No obstante, si los profesores en un país hacen énfasis en la memoria por encima de la solución de problemas en las clases de matemáticas, por ejemplo, entonces algunas variantes genéticas podrían proporcionar un mayor beneficio a ciertos estudiantes, según especularon los científicos.
Los investigadores recalcaron que para lograr un entendimiento verdaderamente global de estas influencias genéticas, se requerirá llevar a cabo estudios igual de grandes de gente con otras ascendencias.
Los datos no pueden usarse para predecir el nivel de escolaridad de algún estudiante individual. Los investigadores advirtieron que los patrones genéticos solo se observan en grupos grandes; en cada niño, la genética desempeñará solo un pequeño papel en la cantidad de tiempo que sigue asistiendo a la escuela.
“En realidad no es significativo para individuos”, dijo Aysu Okbay, genetista de la Universidad Vrije en Ámsterdam y coautora del nuevo estudio.
En 2011, el economista conductual de la Universidad de California del Sur Daniel J. Benjamin y sus colegas emprendieron una expedición a gran escala por el ADN humano. Formaron el Consorcio de la Asociación de Genética y Ciencias Sociales para reunir información de miles de sujetos.
Una de las claves para los logros académicos quizá no sea qué tan rápido se adquiere la información, sino a qué velocidad puede compartirse entre varias regiones cerebrales.
Los investigadores aprovecharon investigación médica para su propia investigación sobre educación. Cuando la gente se ofrece a participar en un estudio genético sobre la presión sanguínea, por ejemplo, a menudo llenan cuestionarios acerca de varios aspectos de sus vidas. Una de las preguntas más comunes es qué nivel de escolaridad tienen.
Al estudiar el ADN de estas personas, Benjamin y sus colegas encontraron un número de variaciones genéticas que fueron inusualmente comunes en gente con un alto nivel de escolaridad y otras que fueron más comunes en personas que desertaron en los primeros niveles.
En muchos casos, los científicos no pudieron descartar el azar como explicación. Sin embargo, 1.271 de las variantes se vincularon de manera tan cercana con el nivel educativo que no era posible descartar la relación.
Aunque ese vínculo entre cada variante genética y la educación sí es débil: cuando los investigadores compararon los grupos de personas con o sin una variante específica, su tiempo promedio en la escuela difirió solo por días.
Los investigadores escanearon el ADN alrededor de estas variantes influyentes y encontraron un patrón interesante. “No solo están esparcidas al azar alrededor del genoma”, dijo James J. Lee, un genetista conductual de la Universidad de Minnesota y coautor del nuevo estudio.
Las variantes están vinculadas con genes activos en el cerebro, que ayudan a las neuronas a establecer conexiones. Una de las claves para los logros académicos quizá no sea qué tan rápido se adquiere la información, sino a qué velocidad puede compartirse entre varias regiones cerebrales.
“Tal vez no se trata de la velocidad a la que una señal puede atravesar un cable”, dijo Lee. “Se trata de la complejidad de las conexiones entre el punto A y el B”.
Sin embargo, los vínculos genéticos sugieren otra posibilidad quizá más extraña. Algunas variantes relacionadas con la educación no desempeñan un papel en el cerebro de los estudiantes mismos, sino en la gente de la que heredaron las variantes: sus padres. Es decir, al moldear en cierta medida el comportamiento de los padres, esas variaciones genéticas posiblemente alteren los entornos en los que crecen los niños de maneras que fomenten o afecten el tiempo que la progenie invierte en seguir estudiando. Fuente: NYT