Tecnología en la escuela
Al buscar escuela, no basta saber cuán avanzada es su tecnología; si bien esta puede amplificar la enseñanza de calidad, no es capaz de arreglar una pedagogía deficiente.
Las tecnologías informáticas han revolucionado casi todos los aspectos de nuestra vida y trabajo. Los estudiantes que no puedan navegar a través de un complejo panorama digital ya no estarán en condiciones de participar plenamente en la vida económica, social y cultural que les rodea.
Pero los responsables de la educación también se enfrentan a sus propios problemas: la sobrecarga de información y el plagio, la necesidad de proteger a los niños de los riesgos en línea y establecer una dieta de medios apropiados.
Esperamos, además, que las escuelas eduquen a nuestros hijos a ser consumidores críticos de internet y medios electrónicos. Y también confiamos en que van a crear conciencia sobre los riesgos que enfrentan los niños cuando están en línea y cómo evitarlos.
Por primera vez, las evaluaciones PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos) ofrecen un análisis internacional comparado de las habilidades digitales que los estudiantes han adquirido y de los entornos de aprendizaje diseñados para desarrollarlas.
Esos datos muestran que la realidad en las escuelas va considerablemente detrás de las promesas ofrecidas por la tecnología. En 2012, el 96% de los estudiantes de 15 años en los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo) informó tener una computadora en casa, pero solo el 72% dijo usar en la escuela una computadora de escritorio, portátil o tableta. Y en algunos países, menos de uno de cada dos estudiantes reportaron hacerlo. México y Chile son los únicos latinoamericanos en esa entidad.
‘Decepcionante’
Incluso en los casos en que las computadoras sí son empleadas en el aula de clase, su impacto en el rendimiento de los estudiantes es, en el mejor de los casos, mixto.
Los alumnos que usan computadoras moderadamente en la escuela tienden a tener resultados de aprendizaje algo mejores que los que utilizan computadoras en raras ocasiones.
Pero los estudiantes que usan computadoras con mucha frecuencia en la escuela obtienen resultados de aprendizaje peores, incluso después de tener en cuenta las diferencias de clase social y variables demográficas.
Los resultados tampoco muestran mejora apreciable en los logros de lectura, matemáticas o ciencia en los países que habían invertido fuertemente en tecnología de información y comunicación (TIC) para la educación. Y quizás el hallazgo más decepcionante es que la tecnología parece ayudar poco en la reducción de la brecha de habilidades entre los estudiantes de familias pudientes y los de orígenes humildes.
En pocas palabras, garantizar que cada niño alcance un nivel básico de competencia en lectura y matemáticas parece hacer más por crear la igualdad de oportunidades en el mundo digital que ampliar o subvencionar el acceso a dispositivos y servicios de alta tecnología.
Además, los alumnos que pasan más de seis horas diarias en línea fuera de la escuela están en riesgo de reportar que se sienten solos, que llegaron tarde a la escuela o estuvieron ausentes un día de la escuela en las dos semanas anteriores a la prueba de PISA.
Una interpretación de estos resultados es que la construcción de la comprensión conceptual profunda requiere intensas interacciones entre el profesor y el alumno, y la tecnología a veces distrae de este valioso contacto humano.
Copiar y pegar
Otra interpretación es que las escuelas aún no han llegado a ser lo suficientemente buenas en el tipo de pedagogías que le sacan el mayor provecho a la tecnología; añadir tecnologías del siglo XXI a las prácticas de enseñanza del siglo XX solo diluye la eficacia de la enseñanza.
Si los estudiantes utilizan teléfonos inteligentes para copiar y pegar respuestas prefabricadas a las preguntas, es poco probable que eso les ayude a ser más inteligentes. Los educadores que quieren asegurarse de que los alumnos se vuelvan más inteligentes que un smartphone necesitan pensar más sobre las pedagogías que están utilizando.
Los resultados sugieren que las conexiones entre los estudiantes, las computadoras y el aprendizaje no son ni simples ni fijas, y que no se han realizado ni explotado plenamente las contribuciones reales que las TIC pueden aportar a la enseñanza y el aprendizaje.
Pero estos hallazgos no deben conducir a la desesperación. Los sistemas escolares tienen que entender bien la agenda digital para proporcionar a los educadores los entornos de aprendizaje que apoyen las pedagogías del siglo XXI y proporcionen a los niños las habilidades que necesitan para tener éxito.
Formación del profesorado
La tecnología permite a los profesores y estudiantes tener acceso a materiales especializados mucho más allá de los libros de texto, en múltiples formatos, con pocas limitaciones de tiempo y espacio.
También ofrece grandes plataformas para la colaboración en la creación de conocimiento, los profesores pueden compartir y enriquecer los materiales de enseñanza.
Quizás lo más importante es que la tecnología puede apoyar nuevas pedagogías centradas en los estudiantes como participantes activos.
Los países necesitarán una estrategia convincente para desarrollar la capacidad de los docentes.
Los sistemas educativos tienen que invertir en el desarrollo de capacidades y en habilidades de gestión del cambio, desarrollar pruebas sólidas y alimentar esta evidencia de nuevo a las instituciones, respaldando todo aquello con una financiación sostenible.
Por último, pero no menos importante, es vital que los profesores se conviertan en agentes activos del cambio, no solo en la aplicación de innovaciones tecnológicas, sino también en el diseño. (F)