De la importancia de los demás

Por Paulo Coelho
23 de Julio de 2017

La ratonera

Con gran preocupación vio el ratón que el dueño de la hacienda había comprado una ratonera: ¡había decidido matarlo!

Comenzó a alertar a todos los otros animales:

–¡Cuidado con la ratonera! ¡Cuidado con la ratonera!

La gallina, al oír los gritos, le dijo que se callara:

–Mi querido ratón, sé que para ti eso es un problema, pero a mí no me puede afectar en absoluto. Así que no armes tanto escándalo.

El ratón fue a hablar con el cerdo, que, al ver su sueño interrumpido, se sintió molesto.

–¡Hay una ratonera en la casa!

–Entiendo tu preocupación, y me solidarizo contigo –respondió el cerdo–. Por lo tanto, te prometo que te tendré presente en mis oraciones esta noche; más no puedo hacer por ti.

Más solitario que nunca, el ratón fue a pedir ayuda a la vaca.

–Mi querido ratón, ¿qué tengo yo que ver con eso? ¿Has visto alguna vez que una vaca haya muerto en una ratonera?

Al ver que no conseguía la solidaridad de nadie, el ratón volvió a su casa de la hacienda, se escondió en su agujero y se pasó la noche entera en vela, con miedo de que le sucediese una tragedia.

Durante la madrugada, se oyó un barullo: ¡la ratonera acababa de atrapar algo!

La mujer del hacendado bajó a ver si había muerto el ratón. Como estaba oscuro, no vio que lo que había caído en la trampa era una serpiente venenosa. Cuando se acercó, la serpiente le mordió.

El hacendado, al oír los gritos de la mujer, se levantó y la llevó inmediatamente al hospital. Allí recibió tratamiento, y después volvió a casa.

Sin embargo, seguía con fiebre. Como sabía que no hay mejor remedio para el enfermo que un buen caldo, el hacendado mató a la gallina.

La mujer empezó a recuperarse, y como los dos eran muy queridos en la región, los vecinos acudieron a visitarlos. Ante tal demostración de cariño, el hacendado, agradecido, mató al cerdo para poder ofrecer una comida a sus amigos.

Finalmente, la mujer terminó de recuperarse, pero los costes del tratamiento habían sido muy altos. El hacendado tuvo que llevar su vaca al matadero para pagar, con el dinero recaudado con la venta de la carne, todos los gastos.

El ratón, testigo de todo aquello, no dejaba de pensar:

“Y bien que se lo advertí. ¿No habría sido mejor si la gallina, el cerdo y la vaca hubiesen comprendido que el problema de uno de nosotros nos pone a todos en peligro?”. (O)

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